A raíz de un nuevo anuncio de actualización de la Asignación Universal por Hijo (AUH) para compensar la licuación por inflación, reproduzco un párrafo del capítulo 8 de "Vamos por todo" que resume algunas ideas varias veces tratadas en este blog:
Alguien podría a esta altura sugerir que es precisamente por su visibilidad y su margen de discrecionalidad que los gobiernos, siempre propensos al anuncio y al clientelismo, priorizan los planes de viviendas por sobre los menos rimbombantes préstamos de autoconstrucción. Después de todo, programas como Sueños Compartidos permitieron la personalización de la dádiva: al igual que la entrega de netbooks o los aumentos discrecionales de asignaciones universales por hijo o jubilaciones mínimas, los “planes" maximizan el número de fotos proselitistas.
Cada nuevo anuncio o entrega de viviendas nos recuerda la generosidad del gobierno. Y al hacerlo, menoscaban a la protección social como derecho. Precisamente, un costo de convertir a la protección social en dádiva es que despersonalizan al receptor. A diferencia de un derecho, que está íntimamente ligado al ciudadano individual, el receptor de la dádiva es aleatorio, circunstancial y, en última instancia, condicionado por su relación con el poder. En la medida en que el gobierno se arroga el derecho a dar, le quita al ciudadano el derecho a recibir.
Alguien podría a esta altura sugerir que es precisamente por su visibilidad y su margen de discrecionalidad que los gobiernos, siempre propensos al anuncio y al clientelismo, priorizan los planes de viviendas por sobre los menos rimbombantes préstamos de autoconstrucción. Después de todo, programas como Sueños Compartidos permitieron la personalización de la dádiva: al igual que la entrega de netbooks o los aumentos discrecionales de asignaciones universales por hijo o jubilaciones mínimas, los “planes" maximizan el número de fotos proselitistas.
Cada nuevo anuncio o entrega de viviendas nos recuerda la generosidad del gobierno. Y al hacerlo, menoscaban a la protección social como derecho. Precisamente, un costo de convertir a la protección social en dádiva es que despersonalizan al receptor. A diferencia de un derecho, que está íntimamente ligado al ciudadano individual, el receptor de la dádiva es aleatorio, circunstancial y, en última instancia, condicionado por su relación con el poder. En la medida en que el gobierno se arroga el derecho a dar, le quita al ciudadano el derecho a recibir.