Les copio mi columna de hoy en La Nación online, fruto de algunos monólogos "chinos" y un pequeño choreo de un post anterior (nada se pierde), en versión original, con coda surrealista.
Economía, interpretación y relato
El sueño de Gray, sin embargo, no es electrográfico. Remite menos al Hola América de J. G. Ballard (novela de la que toma prestado el título) que al pulp del John Carpenter de Escape de Nueva York. No es casual, de hecho, que ambas obras sean de 1981: el diagnóstico sobre la decadencia del imperio americano fue moda en los neoliberales 80s de Reagan y Thatcher. De ahí, tal vez, la agradable resonancia retro del texto de Gray –y de la muestra del MALBA.
Este autodenominado pensamiento crítico, vigorizado por la crisis financiera, desdeña la evidencia empírica, siempre sospechosa o potencialmente sesgada por el sistema. Los datos no son, se construyen. Sin la evidencia, incómoda piedra en el zapato crítico, es más fácil tejer argumentos contundentes.
El sustento económico de su lógica irreductible es arbitrario. “El capitalismo chino carece de las característica que generaciones de neoliberales juzgaron necesarias para el crecimiento sostenido, como la moral individualista…Brasil se encuentra en medio de una transformación extraordinaria...Alemania —con un modelo de capitalismo muy diferente— emerge como la economía avanzada más exitosa." ¿Un protocapitalismo chino basado en la privatización del capital y la rentabilidad empresaria (suerte de revolución cultural industrialista)? ¿Un capitalismo alemán del bienestar basado en el sobreconsumo y el sobreendeudamiento de la periferia europea? ¿Un contracapitalismo paulista, como respuestas al agonizante capitalismo financiero americano? La realidad se resiste a su interpretación.
“La interpretación apareció por vez primera en la cultura de la antigüedad clásica, cuando el poder y la credibilidad del mito fueron derribados por la concepción realista del mundo introducida por la ilustración científica”, nos cuenta Susan Sontag en Contra la interpretación. “Entonces, se echó mano de la interpretación para reconciliar los textos antiguos con las exigencias modernas.” Así, los estoicos alegorizaron el adulterio de Zeus con Leto como la unión del poder con la sabiduría, y Filón leyó las narraciones históricas de la Biblia como parábolas espirituales.
Pero hay otra versión de la interpretación, promovida menos por la necesidad de reconciliar el mito con la realidad como por la necesidad de reconciliar la realidad con el mito –reflejando, en palabras de Sontag, un “desprecio declarado por las apariencias”. Las doctrinas de Marx y Freud son “agresivas teorías de la interpretación” según las cuales los acontecimientos sólo son inteligibles en apariencia. Tal vez por eso Harold Bloom incluye a Freud en su canon de literatura, lo que es a la vez un comentario positivo sobre su capacidad narrativa y uno negativo sobre su realismo científico.
En esta versión invertida de la interpretación, la realidad no es, se construye.
El relato kirchnerista es un ejemplo práctico de esta revisionismo meticuloso, obsesivo que plaga algunas zonas del pensamiento crítico. El affaire INDEC, que comenzó como un incipiente ejercicio de negación, se propagó hasta contagiar datos de crecimiento, pobreza, desigualdad, empleo, de modo de generar una realidad alternativa consistente. Pero, una vez lanzado, el relato no se detiene; exige un Alzheimer estadístico. La memoria reciente desaparece de los servidores, deja de pronunciarse; se aproxima, se estima, se adivina. Se relata.
Inversiones de la ANSES, ejecución presupuestaria, déficit de empresas públicas, víctimas de crímenes violentos van a engrosar la larga lista de series desactualizadas o desaparecidas en el ejercicio de la información pública, reemplazadas por el trascendido oficial o el dedo oscilante privado. De nada sirve, por ejemplo, que la realidad estadística revele que el tamaño relativo del producto y el empleo industriales no hayan crecido en los últimos años; el relato mostrará un gráfico que sugiera industrialización y, si esto no es posible, comparará con el piso de la última crisis y, si aún así el resultado es negativo, modificará los datos.
Esta versión de la interpretación, la del relato revisionista, es el reverso de la de los clásicos: recorta y pega, ata las partes con alambre y recrea una nueva historia con los retazos de la verdadera. El relato desguaza la realidad y la amolda al mito. El relato es atractivo precisamente por su capacidad de mitificación. En la versión local, para confusión de pensadores críticos, convierte la especulación inmobiliaria en lucha libertaria, el rentismo en desarrollismo, el capitalismo de amigos en contracapitalismo. El relato avanza y la realidad retrocede. Mientras la infraestructura envejece, la economía se primariza y los trenes se rebelan contra la falta de mantenimiento, la cadena nacional del mundo feliz cristinista –el negativo del fatalismo gris de Gray– narra la industrialización y el avance tecnológico desde Tecnópolis, todo impecablemente producido por prestidigitadores de la imagen.
El relato no se limita a maquillar contenidos económicos; incuba nuevas maneras de ver la realidad en todos sus frentes, involucrando al pasado cercano: quince años de derrape de la educación pública no reflejan el fracaso de políticas educativas erráticas y epidérmicas sino “la necesidad de las familias de unirse en colectivos de pertenencia social compartida”; la proliferación de la seguridad privada no obedece a la creciente incidencia de delitos violentos sino al “miedo al Otro”. Todo se vuelve reinterpretable en base a intuiciones e impresiones subjetivas. El relator, como el artista conceptual con su obra, crea la realidad.
Como nos recuerda Sontag, para Freud el contenido manifiesto debe ser analizado y filtrado para revelar el verdadero significado: el contenido latente. Del mismo modo, el relato cuestiona la noticia, aparta el contenido manifiesto de los medios para recrear la realidad como construcción espontánea. Cadáver exquisito liberado de lógicas empíricas.
Muy imaginativa su interpretación de lo que está pasando en Argentina. Me recuerda a cuando se decía que el cepo cambiaro estaba produciendo ... la dolarización de la economía
ResponderEliminarEso fue precisamente lo que que pasó. Los únicos dólares de los que se desprenden los argentinos son los que te obligan a liquidar. Creo que estás confundiendo prohibición con deseo.
EliminarClaro, eso es lo que siempre pensé ¿por qué se van a desprender de los dólares justo ahora? Que yo sepa no se usa como moneda de intercambio.
ResponderEliminarhttp://focoeconomico.org/2012/06/21/de-que-hablamos-cuando-hablamos-de-dolarizacion-en-argentina-notas-economicas-para-la-batalla-cultural/
EliminarMuchas gracias por el link. Muy útil el intento de precisar las definciones, eso puede ayudar a que nos entendamos cada vez más. Por ahora, creo que se trata aún de una "batalla" de interpretaciones. (Ojo, la "scientific rhetoric" no es suficiente para ganrantizar evidencia empírica en un argumetno).
ResponderEliminarSaludos
Podemos decir que el relato se volvió Busista, que levanto paredes blanca, contra las villas, para que el publico no viera esa realidad. Esa seria una visión interesante.
ResponderEliminarPero Profesor, alguien en este mundo sabe cual es el relato y cual la realidad. La caja boba es un hermano mas. Miles de personas saben muchas muchísimas tonterías,y solo algunos profundizan en alguna en particular, y dejan de lado las demás pero al final terminan levantado paredes blancas y el relato o modelo es mas valioso que la realidad. Esto lo vivimos cada, mas o menos 10 años y la pobreza aumenta en forma proporcional.
Saludos.
Zorba, comprendo tu desánimo. El problema es de larga data. Hay quienes sostienen que empezó cuando Descartes abandonó el cómodo realismo de la santa escolástica.
ResponderEliminarSaludos