viernes, 27 de diciembre de 2013

Archivo: Estudiar no paga

(Publicado el 10 de diciembre en Bastión Digital)

En los 2000s, Latinoamérica mejoró la distribución del ingreso. También Argentina (aunque nuestro lugar en el ranking depende de si medimos desde el subsuelo de la crisis o desde la meseta del fin del menemismo).

Más de la mitad de esta mejora en la distribución se debe a una menor dispersión de salarios; más precisamente, al hecho de que se achicó la diferencia salarial entre trabajadores con estudios terciarios y secundarios, y entre trabajadores con estudios secundarios y primarios –a diferencia de los EEUU donde esta diferencia creció y, según algunos, contribuyó a la pauperización de la clase media que llevó al sistema político a condonar (e incluso a incentivar) el sobreendeudamiento de los hogares y los préstamos hipotecarios basura que fueron el virus original de la reciente crisis mundial. O sea que, mientras en el mundo avanzado el trabajador “calificado” se distanciaba del trabajador no calificado, en gran parte de Latinoamérica sucedía lo contrario.

Esta menor diferencia de salarios entre niveles de educación, ¿es una noticia buena o mala para la región?, se preguntaba un estudio reciente del Banco Mundial. “Buena”, dirían quienes apuntan que menor disparidad es más equidad. “Malo”, dirían quienes ven en la menor disparidad un menor incentivo económico para el estudio y la formación de “capital humano”.

Pero para dar una respuesta (o varias), es preciso entender primero las razones detrás del aplastamiento salarial a contrapelo de lo que sucede en el resto del mundo.

Este aplastamiento (que muchos economistas equiparan a un enigma) podría ser la consecuencia de un cambio de composición de la oferta laboral por nivel de estudio. Los hijos de hogares de bajos ingresos, dicen las estadísticas, tienen en promedio un desempeño inferior para una dada educación, simplemente porque el ambiente familiar (parte esencial de la formación de aptitudes a edad temprana) suele ser menos estimulante. En ese caso, una educación secundaria que los incluyera podría reducir el desempeño promedio del egresado secundario, reduciendo a su vez la diferencia salarial entre secundarios y primarios.

Algo similar sucedería al expandir la oferta de educación terciaria. Ya lo dijo la Presidente: no todas las universidades son iguales. No por sus profesores sino por su exigencia, y por sus alumnos, algunos de ellos primera generación de terciarios en busca de un título con el que elevar sus ingresos y su nivel de vida. La proliferación de nuevas universidades es un fenómeno regional que, al extender el acceso a la educación terciaria, podría estar reduciendo el promedio de desempeño (y de salario) del egresado terciario en relación al secundario. No es casual que, mientras la compresión salarial de los trabajadores con estudios secundarios comenzó ya en los 90s, la caída en el diferencial de los trabajadores con estudios terciarios se vio recién en los 2000s cuando estas nuevas universidades consolidaron su crecimiento.

De este modo, la extensión de la cobertura del secundario (por ejemplo, por extensión de la educación pública obligatoria) y terciaria (por ejemplo, por la aparición de universidades, públicas y privadas, de menor exigencia académica) podría haber “dispersado la muestra” igualando salarios. Pero, en la medida en que esto se deba a que sectores que antes obtenían un título primario o secundario hoy acceden a educación secundaria o terciaria, el resultado es innegablemente bueno. Estudiar pagaría como antes (una vez que ajustamos los salarios por desempeño), los incentivos al estudio seguirían intactos y la igualación de ingresos sería apenas el reflejo estadístico de una educación más inclusiva.

Sin embargo, la compresión salarial podría también tratarse de un problema de exceso de oferta o déficit de demanda. Por un lado, si se produjeran localmente bienes y servicios cada vez menos sofisticados (por ejemplo, porque un país exporta commodities e importa casi todo lo demás), caería la demanda de trabajo calificado y su ingreso relativo. Por el otro, si hubiera más trabajadores con título secundario y terciario induciría, la sobreoferta de calificación presionaría hacia abajo su remuneración. Vale la pena destacar que, si bien estas dos explicaciones tienen la misma consecuencia, son radicalmente distintas: en la primera, se empobrece la demanda y los salarios se achatan (bajan los altos); en la segunda, se enriquece la oferta y los salarios se comprimen hacia arriba (suben los bajos).

Por último, la igualación de salarios podría deberse simplemente a un deterioro de la calidad de la educación: el desempeño del secundario y del terciario de hoy podría ser inferior al del secundario y terciario de ayer; de ahí su menor remuneración relativa. La calidad, un concepto que por difícil de medir no debería dejar de medirse, refleja desde las horas de clase efectivamente dictadas hasta la adecuación de los programas a la demanda del mercado laboral, pasando por la calidad de los maestros, la seguridad en las escuelas o el deterioro de la educación pública –esa fuente creciente de inequidad que también lleva a “dispersar” la muestra de estudiantes, entre privados y públicos.

A diferencia de la hipótesis del cambio de composición, en todas las variantes del exceso de oferta estudiar pagaría menos que hace una década, ya sea porque la oferta de calificación excede su demanda (algo que no es grave en la medida en que la producción local pueda adaptarse a la oferta ganando en sofisticación y productividad), o porque educación hoy agrega menos valor desde el punto de vista del mercado laboral (algo que sí es grave).

Entonces, la igualación salarial, ¿es buena o mala? ¿Debemos congratularnos o preocuparnos? Difícil decirlo sin un análisis más preciso. Pero no deja de ser un debate necesario, a horas de hacerse públicos los resultados de los exámenes PISA que mide el rendimiento de los estudiantes de la región con los del resto del mundo –resultados que en la última década no han sido halagadores.

1 comentario:

  1. Hola Eduardo. Una explicacion posible tambien es que desde 2003 para aca aumento el poder de los trabajadores sindicalizados que estan bajo convenio (por ejemplo camioneros) y no asi el de los trabajadores profesionales que si bien estan en blanco, no negocian en conjunto sus salarios (ver lo que pasa en informatica, por ejemplo el caso IBM con gente hipercalificada y sus pobres salarios). De esta manera la brecha promedio se achico.

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