El audio del último programa, acá y acá.
Vicki Donda y Manuel Garrido sobre la oposición (en rigor, las oposiciones) después del 8N, e Inés Katzenstein sobre el (¿polémico? ¿mercantil?) premio Faena.
Soundtrack: Ricardo Villalobos, the White Stripes, Peter Tosh, Isaac Hayes, Brazilian Girls y Lindsay Buckinham.
Por pedido de nuestros millones de oyentes, les copio la intro:
En la era del yuyo, la política es una carrera de obstáculos. Una maratón de baile, como en esas maratones de baile de la Gran Depresión, como en esa peli en la que matan a Jane Fonda como a un caballo. El vencedor no es el más fuerte ni el más vivo sino el último en caer.
La última vez que un líder político se embanderó en una idea de país finalmente hizo todo lo contrario. Si les decía la verdad no me votaban, confesó alguna vez. ¿Será por eso que nuestras encuestas favorecen a los tiempistas?
Hay que reconocer que los tiempistas generan cierto suspenso. Clint Eastwood en un spaguetti western de Leone en el que no pasa nada en la primera hora. Los tiempistas incluso insinúan una cierta profundidad, como esas personas que hablan muuuy leeento como si escogieran las palabras exactas. Como Chancey el jardinero o el sensei de David Carradine. (Al menos el sensei sabía pelear en la oscuridad.)
Pero es sólo una ilusión, porque al final del silencio del tiempista no hay nada. Hay palabras más silenciosas que el silencio, palabras imperceptibles e inmemorables. O previsibles y sorpresivamente ruidosas. Chamuyo.
Las sesudas parrafadas o las desapariciones erráticas son samplers, randomizaciones de discursos y poses pasadas. ¿Será que de tanto esperar el tiempista llega con el caballo cansado?
El cristinismo convirtió a la política en la nueva pornografía. La oposición letárgica le puso una hoja de parra y la privó de sentido.
Política sin instituciones, instituciones sin política. Nada en el medio. Políticos en loop.
Oposición de fotos y galas, de tuits manufacturados y pequeños anuncios. Oposición de fútbol y bicicleta. Oposición de gozosa victimización.
¿Qué es lo que piensa la oposición de la avanzada de los buitres, de la impotencia de YPF, de los subsidios al aire acondicionado, del derrape de la educación, de nuestra industria de capacidades diferentes, del desendeudamiento anabólico, del estancamiento? El tiempista calla y sube en las encuestas.
¿Cuándo le perdimos las ganas al futuro? Argentina está congelada en el puro presente. Fugaz como la señal del celular, como los discursos presidenciales, como las alianzas electorales. Un poco a la deriva, perdida en el desierto, gritándole a los caballos cansados.
En la era del yuyo vivimos la magia y después le vimos el truco a la magia y ahora volvemos a la realidad de nuestro monoambiente dominguero mal iluminado y con olor a encierro, sin dinero para comprarnos un feriado. Condenados al discurso autista y autocomplaciente del maestro de ceremonias oficial, o al discurso catártico y testimonial de la autoconmiseración que nos devuelve la tele. Un país en loop.
Pero también esto puede ser sólo una ilusión. Un loop es la repetición mecánica de un fragmento musical. Y, como dice Diederichsen, lo que escuchamos en un loop es siempre distinto. Porque a cada repetición, nosotros estamos cambiando. Y en estos cambios está nuestra esperanza de futuro.
Vicki Donda y Manuel Garrido sobre la oposición (en rigor, las oposiciones) después del 8N, e Inés Katzenstein sobre el (¿polémico? ¿mercantil?) premio Faena.
Soundtrack: Ricardo Villalobos, the White Stripes, Peter Tosh, Isaac Hayes, Brazilian Girls y Lindsay Buckinham.
Por pedido de nuestros millones de oyentes, les copio la intro:
En la era del yuyo, la política es una carrera de obstáculos. Una maratón de baile, como en esas maratones de baile de la Gran Depresión, como en esa peli en la que matan a Jane Fonda como a un caballo. El vencedor no es el más fuerte ni el más vivo sino el último en caer.
La última vez que un líder político se embanderó en una idea de país finalmente hizo todo lo contrario. Si les decía la verdad no me votaban, confesó alguna vez. ¿Será por eso que nuestras encuestas favorecen a los tiempistas?
Hay que reconocer que los tiempistas generan cierto suspenso. Clint Eastwood en un spaguetti western de Leone en el que no pasa nada en la primera hora. Los tiempistas incluso insinúan una cierta profundidad, como esas personas que hablan muuuy leeento como si escogieran las palabras exactas. Como Chancey el jardinero o el sensei de David Carradine. (Al menos el sensei sabía pelear en la oscuridad.)
Pero es sólo una ilusión, porque al final del silencio del tiempista no hay nada. Hay palabras más silenciosas que el silencio, palabras imperceptibles e inmemorables. O previsibles y sorpresivamente ruidosas. Chamuyo.
Las sesudas parrafadas o las desapariciones erráticas son samplers, randomizaciones de discursos y poses pasadas. ¿Será que de tanto esperar el tiempista llega con el caballo cansado?
El cristinismo convirtió a la política en la nueva pornografía. La oposición letárgica le puso una hoja de parra y la privó de sentido.
Política sin instituciones, instituciones sin política. Nada en el medio. Políticos en loop.
Oposición de fotos y galas, de tuits manufacturados y pequeños anuncios. Oposición de fútbol y bicicleta. Oposición de gozosa victimización.
¿Qué es lo que piensa la oposición de la avanzada de los buitres, de la impotencia de YPF, de los subsidios al aire acondicionado, del derrape de la educación, de nuestra industria de capacidades diferentes, del desendeudamiento anabólico, del estancamiento? El tiempista calla y sube en las encuestas.
¿Cuándo le perdimos las ganas al futuro? Argentina está congelada en el puro presente. Fugaz como la señal del celular, como los discursos presidenciales, como las alianzas electorales. Un poco a la deriva, perdida en el desierto, gritándole a los caballos cansados.
En la era del yuyo vivimos la magia y después le vimos el truco a la magia y ahora volvemos a la realidad de nuestro monoambiente dominguero mal iluminado y con olor a encierro, sin dinero para comprarnos un feriado. Condenados al discurso autista y autocomplaciente del maestro de ceremonias oficial, o al discurso catártico y testimonial de la autoconmiseración que nos devuelve la tele. Un país en loop.
Pero también esto puede ser sólo una ilusión. Un loop es la repetición mecánica de un fragmento musical. Y, como dice Diederichsen, lo que escuchamos en un loop es siempre distinto. Porque a cada repetición, nosotros estamos cambiando. Y en estos cambios está nuestra esperanza de futuro.
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