miércoles, 28 de noviembre de 2012

Tasas Chinas 1.20: Discutiendo el penal.

El programa de ayer, acá y acá. Martin Kanenguiser y Hernán Lacunza sobre Griesa y fútbol. Burgo sobre El Creyente, y Galperìn sobre célebres primeros libros. Soundtrack: Andy Stott, The Rapture, Serge Gainsbourg & Jean Birkin, Pavement y Secos & Molhados.

A pedido, la intro:

En la era del yuyo, los cronopios usan a sus hijos como escudo de sus errores. Tapan sus errores en una nube de pedos. Se suben a la baranda del balcón y arengan a la gente 9 pisos abajo, que los mira perpleja como quien mira un accidente en la ruta. 

Llega la orden de desalojo y los cronopios organizan una sentada en el pallier, dejan las bolsas de basura en el pasillo, putean al administrador. Satisfechos, se van de vacaciones y cuando vuelven la llave no abre.

En la era del yuyo, los cronopios, como bebés, confunden voluntad con voluntarismo. Cuando las cosas salen como esperan, sienten un dominio mágico de las cosas, cosquillas en la barriga. Cuando las cosas no salen como esperan, se enfurecen con las cosas, despotrican, imaginan segundas intenciones. Culpan al monopolio. El monopolio es el objeto transicional de los cronopios, su manera de manejar las intromisiones de la realidad. Como los bebés que sonríen cuando creen reconocer en una sonrisa la sonrisa de la madre, en la era del yuyo los cronopios se indigestan con la mención del monopolio y se emocionan y cantan con el rostro del líder. Y cuando un cronopio canta, las esperazas y los famas acuden a escucharlo aunque no comprendan mucho su arrebato.

En la era del yuyo somos todos tribuneros. El yuyo ha tribunizado la política, los medios, los asados, el arte, la vida misma. Y la tribuna responde, unida y organizada. Aplaude, se uno al coro. Todos abrazados al ancla que nos arrastra al fondo, aferrados al sable como la caballería ligera.

¿Errores? Nosotros no cometemos errores. Dice uno de los funcios del Departamento de Obras, después de inhabilitar el sistema de ductos de PVC que habita detrás de las paredes del departamento del protagonista del Brazil de Terry Gillian. Nada de esto fue un error, dice el Salmón en su canción Nada de Esto fue un Error.

En el octavo capítulo de la primera temporada de la serie Luoie, el comediante Louie C. K. se ensaña con una mujer del público que no puede parar de hablar. Le dice: el comediante es un tipo con una vida miserable y sin sentido y todo lo que tiene son los 15 minutos por semana que se sube a un escenario para hacer su show. Sólo vive en los 15 minutos de su show. Y vos me estás robando los 15 minutos de mi show.

Hoy trascendió que, en la apelación del fallo de Griesa ante la Cámara, Argentina sostuvo que, de haberse ordenado la reapertura del canje, el pa­ís habría accedido. Hace unas semanas el gobierno salió públicamente a anunciar que no pagarían un peso y a raíz de esto el juez Griesa levanto el no innovar y pidió pago adelantado. Es posible conjeturar que, de haberse dicho entonces lo que se escribió ayer, hoy no estaríamos al borde del default. ¿Nada de esto fue un error?

Tribuneros. Con un coro de esperanzas empobrecidas que dibujan argumentos intelectuales en una lengua muerta, y famas que los miran perplejos esperando que se callen o se corran o dejen de mover las manos y empiecen a mover los pies. Nuestros tribuneros mueven demasiado las manos cuando hablan. Compulsivamente. Como un comediante que extiende demasiado su show para no quedarse sólo con su vida.

Todo esto fue un error.



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