sábado, 17 de agosto de 2013

Notas para el debate sobre el impuesto a las ganancias

Según me informa Luciana Díaz Frers de CIPPEC, sólo este año entraron al Congreso 12 proyectos por Diputados y 6 por Senadores para modificar aspectos del impuesto a las ganancias (con paciencia, se pueden consultar acá). Esto sin contar algunos proyectos en preparación como el recientemente anunciado por Sergio Massa.

El tema está de moda, sobre todo en su versión "enroque de impuestos": actualización del mínimo no imponible y de la escala del monotributo, fondeada con la eliminación de exclusiones como la de la renta financiera. Así planteada, sin embargo, la propuesta tiene más de expresión de deseos que de iniciativa viable.

Por el lado de ganancias (más allá de la discusión bizantina sobre si el salario es o no ganancia: está claro que un salario mínimo de subsistencia no lo es y que un salario de 150 mil pesos por mes sí), urge establecer una esquema de actualización del mínimo no imponible (MNI) y de toda la escala de ganancias y monotributo para compensar la inflación (como en otros países, donde la actualizaciòn es menos frecuente porque hay menos inflación). ¿De cuánto estamos hablando en términos de menor recaudación? Según estimó Luciano Cohan (ELYPSIS) en enero de este año, sólo la actualización del MNI al 25% promedio de las paritarias de 2012 el gobierno habría resignado ese mismo año cerca de 4500 millones de pesos, un número que sería mayor si se recuperara todo el atraso y se actualizara toda la escala (actualizaciones previas limitadas al MNI han achatado la escala y reducido la progresividad del impuesto) y sería aún mayor en pesos de hoy, por efecto de la inflación.

El problema del enroque de impuestos es que el impuesto a la renta financiera difícilmente recaude lo que se pierde de ganancias por la actualización.

Por un lado, cobrar ganancias sobre la renta de títulos públicos es dispararse en el pié: dado que el inversor arbitra el rendimiento neto de impuesto de estos títulos con el de otras inversiones, terminaría exigiendo más interés a los bonos para compensar el impuesto, con lo que el gobierno pagaría por un lado lo que recauda por el otro (razón por la cual los renta de los títulos públicos no suele estar gravada).

Y sin los títulos públicos queda poco para recaudar con el nuevo impuesto: según cálculos oficiales, lo que se pierde por no gravar la renta financiera restante estaría cerca de los 3 mil millones de pesos, con lo que el impuesto (aún en el improbable caso de que se cobre en su totalidad) cubriría sólo una fracción de los más de 4500 millones de pesos mencionados. Esto sin contar con que cobrar ganancias a los depósitos a plazo fijo (que explican gran parte de la renta financiera) haría aún más negativa la tasa de interés que perciben los ahorristas en pesos, incentivando la dolarización o frozando a los bancos a elevar las tasas. (De hecho, hablar de renta financiera para referirse al rendimiento de un intrumento que paga menos que la inflación es tan debatible como cobrar ganancias sin ajustes por inflación.)

En resumen, tanto la actualización de ganancias como la inclusión de la renta financiera son razonables (y, al menos en el primer caso, necesaria). Pero habría que hacer bien los números de su financiamiento para que alguno de los muchos proyectos en danza sea más que un recurso mediático.

1 comentario:

  1. Eduardo,

    Gravar la compraventa de acciones, además, generaría doble imposición sobre las mismas (que pagan en cabeza de la empresa), no? Habría que analizar a qué tasa se pretende realizar la doble imposición.

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