La última columna de Tasas Chinas en el diario Perfil refrita las introducciones de dos viejos programas. La referencia del título es a esta gran película de Chan-Wook Park sobre el área desmilitarizada entre las dos Coreas.
En su versión mediática la realidad nos habla a los gritos; cualquier dato es señal de colapso inminente o prueba de resurgimiento inminente. La realidad se desmaterializa dinamitada por el montaje cinético, por la adrenalina del minuto a minuto. El discurrir cotidiano, sin estridencias, sin alineación, no contribuye al espectáculo. El conductor se aburre, mira ansioso al productor, pide un corte.
“Tu sombra está sobre la línea de seguridad”, advierte el personaje Kang-ho Song en la película coreana Zona de seguridad compartida, que se desarrolla en la zona de seguridad compartida entre las dos Coreas. La realidad argentina habita ese no lugar entre fronteras ideológicas de la Guerra Fría. A cada paso suena el fuego cruzado de los guardias apostados a ambos lados de la zona, contra un fondo de propaganda que sale continuamente de los parlantes.
¿Cuánto hace que hablamos de la inflación? Cuatro años discutiendo si había subido, y ahora discutimos si la culpa la tiene el que vende o el que compra o el que imprime los billetes. Discutimos si “conviene” más el bono de YPF o el depósito en el banco, dos instrumentos que en un año se quedan con el 10% de nuestros ahorros. Analizamos las cifras de un discurso presidencial con contundentes números nominales que suben con la inflación. ¿Es necesario un experto neoliberal para explicar que si la jubilación promedio sube 25% y la inflación es de 25%, para todos los fines prácticos, la jubilación no sube? ¿Es necesario invocar a Marx y a Keynes para explicar que el que sube precios y el que sube salarios 25% no causan esta inflación del 25%, sino al revés? Debatimos la inflación Coto, las bondades relativas de los instrumentos de desahorro y los récords de recaudación nominal y, al hacerlo, le damos entidad a una conversación que podría ocurrir en una obra de Ionesco o una novela de Soriano, en una crónica tercermundista versionada por Hunter Thompson. Será el costo de la democratización de la economía, me dice un amigo, no economista.
Terminaron las vacaciones, recién empieza el año y ya estamos cansados. ¿Podemos tomarnos un recreo? ¿Podemos (abusando de la paráfrasis gastronómica) dejar este folclore por dos años? Dos años sin teorías conspirativas ni periodismo de guerra ni soviet chic ni compre fueguino. Dos años sin debates K versus no K, sin estigmatizaciones ni periodismo militante ni nacionalismos superadores. Dos años para reconocernos.
Tomémonos un recreo. Hablemos de otra cosa.
Una amiga que suele oír estas columnas me acerca una historia. Pareja de progres jóvenes y palermitanos se mudan a una villa para tomar un baño de pobreza. La idishe mame de la nena va los fines de semana a llevarles comida y regalos y la nena no la deja entrar en la casa. La mame comparte la comida y los regalos rechazados con las vecinas de la villa, que entienden y comparten su drama, la contienen. Finalmente la nena tiene un chico con problemas de salud, vuelve a Palermo y a la prepaga. La mame de vez en cuando pasa por la villa a saludar a las vecinas, matea con ellas mientras les muestra las fotos de la fiesta de 15 de la nena, con la que ahora sólo habla de dinero.
Un amigo que suele oír estas columnas me acerca otra historia. Le roban una camioneta a punta de pistola un mes después de comprarla. Una semana después de hacer la denuncia, ya resignado a la pérdida, lo llama la policía de Paraguay para decirle que tienen el vehículo y que puede pasar a buscarlo por Asunción. Viaja con un pasaje de ida y hace horas de cola y horas de papeles y finalmente se la entregan, intacta. La maneja un día y medio de vuelta a Buenos Aires. Llega cansado y duerme 12 horas seguidas. A la mañana siguiente, al salir del garage, lo abordan dos tipos a punta de pistola y le piden la camioneta. Mientras uno lo custodia, el otro desarma los asientos y extrae varios ladrillos blancos. Luego lo liberan, le dan la mano. Gracias, jefe, disculpe las molestias.
Tomémonos un recreo. Salgamos de la zona.
En su versión mediática la realidad nos habla a los gritos; cualquier dato es señal de colapso inminente o prueba de resurgimiento inminente. La realidad se desmaterializa dinamitada por el montaje cinético, por la adrenalina del minuto a minuto. El discurrir cotidiano, sin estridencias, sin alineación, no contribuye al espectáculo. El conductor se aburre, mira ansioso al productor, pide un corte.
“Tu sombra está sobre la línea de seguridad”, advierte el personaje Kang-ho Song en la película coreana Zona de seguridad compartida, que se desarrolla en la zona de seguridad compartida entre las dos Coreas. La realidad argentina habita ese no lugar entre fronteras ideológicas de la Guerra Fría. A cada paso suena el fuego cruzado de los guardias apostados a ambos lados de la zona, contra un fondo de propaganda que sale continuamente de los parlantes.
¿Cuánto hace que hablamos de la inflación? Cuatro años discutiendo si había subido, y ahora discutimos si la culpa la tiene el que vende o el que compra o el que imprime los billetes. Discutimos si “conviene” más el bono de YPF o el depósito en el banco, dos instrumentos que en un año se quedan con el 10% de nuestros ahorros. Analizamos las cifras de un discurso presidencial con contundentes números nominales que suben con la inflación. ¿Es necesario un experto neoliberal para explicar que si la jubilación promedio sube 25% y la inflación es de 25%, para todos los fines prácticos, la jubilación no sube? ¿Es necesario invocar a Marx y a Keynes para explicar que el que sube precios y el que sube salarios 25% no causan esta inflación del 25%, sino al revés? Debatimos la inflación Coto, las bondades relativas de los instrumentos de desahorro y los récords de recaudación nominal y, al hacerlo, le damos entidad a una conversación que podría ocurrir en una obra de Ionesco o una novela de Soriano, en una crónica tercermundista versionada por Hunter Thompson. Será el costo de la democratización de la economía, me dice un amigo, no economista.
Terminaron las vacaciones, recién empieza el año y ya estamos cansados. ¿Podemos tomarnos un recreo? ¿Podemos (abusando de la paráfrasis gastronómica) dejar este folclore por dos años? Dos años sin teorías conspirativas ni periodismo de guerra ni soviet chic ni compre fueguino. Dos años sin debates K versus no K, sin estigmatizaciones ni periodismo militante ni nacionalismos superadores. Dos años para reconocernos.
Tomémonos un recreo. Hablemos de otra cosa.
Una amiga que suele oír estas columnas me acerca una historia. Pareja de progres jóvenes y palermitanos se mudan a una villa para tomar un baño de pobreza. La idishe mame de la nena va los fines de semana a llevarles comida y regalos y la nena no la deja entrar en la casa. La mame comparte la comida y los regalos rechazados con las vecinas de la villa, que entienden y comparten su drama, la contienen. Finalmente la nena tiene un chico con problemas de salud, vuelve a Palermo y a la prepaga. La mame de vez en cuando pasa por la villa a saludar a las vecinas, matea con ellas mientras les muestra las fotos de la fiesta de 15 de la nena, con la que ahora sólo habla de dinero.
Un amigo que suele oír estas columnas me acerca otra historia. Le roban una camioneta a punta de pistola un mes después de comprarla. Una semana después de hacer la denuncia, ya resignado a la pérdida, lo llama la policía de Paraguay para decirle que tienen el vehículo y que puede pasar a buscarlo por Asunción. Viaja con un pasaje de ida y hace horas de cola y horas de papeles y finalmente se la entregan, intacta. La maneja un día y medio de vuelta a Buenos Aires. Llega cansado y duerme 12 horas seguidas. A la mañana siguiente, al salir del garage, lo abordan dos tipos a punta de pistola y le piden la camioneta. Mientras uno lo custodia, el otro desarma los asientos y extrae varios ladrillos blancos. Luego lo liberan, le dan la mano. Gracias, jefe, disculpe las molestias.
Tomémonos un recreo. Salgamos de la zona.