lunes, 31 de diciembre de 2012

Tasas Chinas de Verano 1.1: Intervalo musical

Nos fuimos a la playa, pero queda nuestra música, todos los martes de 5 a 6 de la tarde. Les dejo los dos sets que preparamos para el programa del martes pasado, acá y acá.

Soundtrack 1: Morphine, New Build, Spoon, Thieves Like Us, La´s, Libertines, Supergrass & Massive Attack.

Soundtrack 2: Amigos Invisibles, Buika, Santullo, Martín Buscaglia, Ketama, La Perra que los Parió & Virus.

Buen comienzo de año.


domingo, 23 de diciembre de 2012

Solidaridad calvinista

Transcribo un cuento breve de Italo Calvino (traducido del español por un servidor). Cortesía de un querida amiga coleccionista de retazos literarios (acá, la versión "castiza"). Son tantas las interpretaciones del cuentito que prefiero no arruinarlo con una selección pueril.




Solidaridad

Me detuve a mirarlos.
Trabajaban así, de noche, en una calle apartada, contra la persiana metálica de una tienda.
La persiana era pesada: hacían palanca con una barra de hierro, pero no se levantaba.
Yo pasaba por allí, solo y sin rumbo. Me puse a empujar yo también con la barra. Ellos me hicieron lugar.
No marchábamos acompasados; yo dije "¡Vamos!". El compañero de la derecha me dio un codazo en voz baja:
-¡Callate! -me dijo-, ¿estás loco? ¿Querés que nos oigan?
Sacudí la cabeza como para decir que se me había escapado.
Hicimos un esfuerzo, sudamos, pero al final la levantamos tanto que se podía pasar. Nos miramos, contentos. Después entramos. A mí me dieron una bolsa para que sostuviera. Los otros traían cosas y las metían adentro.
- ¡Con tal que no lleguen esos putos de la policía! -decían.
- Cierto -respondía yo-. ¡Putos, eso es lo que son!
- Silencio. ¿No oyen ruido de pasos? -decía uno de vez en cuando. Yo paraba la oreja con un poco de miedo.
- ¡No, no son ellos! -contestaba.
Otro me decía:
- ¡Llegan siempre cuando menos se los espera!
Yo sacudía la cabeza.
- Matarlos a todos, eso es lo que habría que hacer -decía yo.
Después me dijeron que saliera un momento, hasta la esquina, a ver si llegaba alguien. Salí.
Afuera, en la esquina, había otros tipos, pegados a las paredes, escondidos en los ángulos, que se acercaban.
Me uní a ellos.
- Hay ruidos por allí, por aquellas tiendas -dijo el que tenía más cerca.
Estiré el cuello.
- Meté la cabeza, imbécil, que si nos ven escapan otra vez -murmuró.
- Estaba mirando... -me disculpé, y me apoyé en la pared.
- Si conseguimos rodearlos sin que se den cuenta -dijo otro- caerán todos en la trampa.
Nos movimos a saltos, de a puntas de pié, conteniendo al respiración: a cada momento nos mirábamos con ojos brillantes.
- No se nos escaparán -dije.
- Por fin vamos a atraparlos con las manos en la masa -dijo uno.
- Ya era hora -dije yo.
- ¡Delincuentes, atorrantes, desvalijar así las tiendas! -dijo aquél.
- ¡Atorrantes, atorrantes! -repetí yo con rabia.
Me mandaron un poco adelante, para ver. Caí dentro de la tienda.
- Ahora -decía uno cargando una bolsa al hombro.
- ¡Rápido -dijo otro- cortemos camino por la trastienda! ¡Así nos escabullimos delante de sus propias narices!
Todos teníamos una sonrisa de triunfo en los labios.
- Se van a quedar con la boca abierta -dije.
Y nos escurrimos por la trastienda.
- ¡Una vez más caen como idiotas! -decían.
En eso se oyó:
- Alto ahí, ¿quién va? -y se encendieron las luces.
Nos agachamos para escondernos detrás de un tacho de basura, pálidos, y nos tomamos de la mano. Otros entraron también allí, no nos vieron, dieron media vuelta. Salimos rajando.
- ¡Los cagamos! -gritamos. Yo tropecé dos o tres veces y me quedé atrás. Me encontré en medio de los otros que también corrían.
- Corré -me dijeron-, que los alcanzamos.
Y galopábamos todos por el callejón, persiguiéndolos.
- Corré por aquí, cortá por allá -nos decíamos y los otros ya nos llevaban poca ventaja, y nos gritábamos-: ¡Corré, que se nos escapan!
Yo conseguí pisarles los talones a uno que me dijo:
- Bravo, pudiste escapar. ¡Ánimo, por aquí, que los haremos perder la pista! -Y me puse a su lado. Al cabo de un momento me encontré solo en un callejón. Uno se me acercó, me dijo corriendo:
- Por aquí, los he visto, no pueden estar lejos. -Corrí un poco detrás de él.
Después me detuve, sudando. no había nadie, no se oían más gritos. Metí las manos en los bolsillos y seguí paseando, solo y sin rumbo.

La historia sin fin de la deuda argentina (La Vanguardia, Barcelona, 19/12/12)

Atrapada en su propio laberinto, Argentina enfrenta un dilema. De acuerdo a la Ley Cerrojo, aprobada antes del canje de deuda de 2005 para estimular la aceptación de los bonistas, el país no puede hacer pagos ni presentar ofertas a los bonistas que no entraron (holdouts). De acuerdo al reciente fallo del juez de Nueva York Thomas Griesa, Argentina está inhibida de pagar a los bonistas sin antes depositar todo lo reclamado por los holdouts litigantes. Así, la Argentina no puede pagar a los holdouts (según la ley local) ni pagar a los bonistas (según la ley de Nueva York).

En su fallo, Griesa no sólo aceptó la versión del tratamiento equitativo (pari passu) propuesto por los holdouts (pagar todo lo adeudado, en efectivo) sino que levantó el carácter suspensivo de su orden de febrero de 2012 y obligó a Argentina a depositar en garantía, con el próximo pago, la totalidad de lo demandado por los litigantes (u$s 1,33 mil millones) –argumentando que la Argentina había dado señales de que no acataría un fallo en contra. Además, la sentencia fue más allá de lo esperado al prohibirle al fiduciario de los bonistas (Bank of New York Mellon, BoNY) girar el dinero a los bonistas si no se constituye dicha garantía.

Este giro tuvo dos implicaciones. Primero, si la Argentina pagaba a los bonistas sin hacer el depósito, corría el riesgo de que el BoNY se negara a transferir el dinero, disparando un default técnico. Así, Griesa convertía al BoNY en el eslabón débil por donde el blindaje anti-litigios del canje podría ser perforado.

Segundo, Argentina enfrentaba un dilema delicado: si pagaba, una sentencia desfavorable lo habría hecho cumplir con un fallo excesivo (y, desde muchos puntos de vista, injusto); si no pagaba, socavaba su apelación al revelar su falta de voluntad de cumplir con un fallo adverso. Como en el póker, Griesa obligaba a Argentina a pagar para ver.

Afortunadamente, la Cámara de apelaciones repuso la medida cautelar postergando el desenlace para marzo –y probablemente para octubre dado que, aún si la Cámara no favorece a la Argentina, es improbable que levante la cautelar antes de que se resuelva la apelación ante la Corte Suprema. La suspensión permite ganar tiempo, pero no revierte el fallo original de Griesa ni resuelve el problema.

¿Hay salida de este laberinto? Desobedecer probablemente implique el redireccionamiento de los pagos por fuera de la cadena intervenida por Griesa en su último fallo, a otra plaza financiera no sujeta a la ley de Nueva York. Esto constituiría un default sólo si los bonistas no aceptaran dicho pago.

¿Por qué no lo aceptarían? Porque, logradas ciertas mayorías, estarían en condiciones de declarar a los bonos del canje en default y acelerarlos: pedir el pago anticipado de toda la deuda por incumplimiento de contrato. En la práctica, sin embargo, los incentivos suelen operan en el sentido contrario: si nadie aceptara, el país se vería obligado a repudiar la deuda por incapacidad de pago y nadie vería un peso –un equilibrio malo en el que pierden todos, en las antípodas de la solución cooperativa promovida por un canje de deuda exitoso. Es precisamente esta solución cooperativa la que parasitan los holdouts y, ahora, castiga el fallo de Griesa.

¿Qué dice la economía al respecto? En principio, que la victoria de los holdouts podría ser una derrota para los mercados financieros. Los holdouts litigantes –en su mayoría, fondos buitres y bufetes de abogados que compran bonos a precio de remate a bonistas desahuciados, especulando con que, luego de que todos entren al canje, el gobierno ceda al acoso legal y pague a escondidas la pequeña deuda pendiente– son la consecuencia de la falta de una ley de quiebras internacional que regule las restructuraciones soberanas.

En una convocatoria de acreedores el juez impone a todos una restructuración que contemple la capacidad de pago del deudor (la preservación del valor de la firma por sobre el desguace) y la equidad de los acreedores (que maximicen el cobro sujeto a la capacidad de pago). En este caso, se evitan tanto los canjes extorsivos como los holdouts.

En ausencia de un mecanismo de reestructuración internacional, a partir de 2002 los emisores soberanos adoptaron “cláusulas de acción colectiva” (CAC) que permiten modificar legalmente el contrato con el apoyo de un número suficiente de acreedores, eliminando la posibilidad de litigios. De hecho, la Cámara de Apelación argumentó que la orden de Griesa no implicaba un riesgo para otros bonos en Nueva York precisamente por la proliferación de estas CACs.

Pero esto último no es estrictamente cierto, por tres motivos. Primero, hay mucha deuda soberana emitida sin CACs. Segundo, las CACs son válidas bono por bono (esto es, sin agregación) y pueden ser fácilmente bloqueadas si los holdouts compraran un porcentaje alto de emisiones chicas. Tercero, aún si las CACs no fueran bloqueadas, la posibilidad de cobrar todo al contado en las cortes reduciría enormemente el incentivo para coordinar una reestructuración vía CACs: con el fallo de Griesa, todos querrían ser holdouts.

Dicho esto, no es imposible concebir un final feliz. Si la Cámara se inclinara por una interpretación más literal del pari passu como “igualdad de condiciones”, los holdouts podrían ser invitados, nuevamente, a participar del canje ya ofrecido al resto de los bonistas.

A menos que la Argentina proponga una fórmula alternativa de pago a los holdouts, la Cámara debería optar entre la fórmula maximalista exigida por los litigantes y aceptada por Griesa (todo y en efectivo) y lo ofrecido por la Argentina: cero. Insistir con no pagar un centavo podría acabar beneficiando a los holdouts con una sentencia en firme por un monto exorbitante.

Pero con el precedente de la suspensión de la Ley Cerrojo para reabrir el canje en 2010, el Gobierno bien podría proponer una nueva suspensión de la ley y reapertura del canje, una alternativa ya insinuada por voceros oficiales para lo cual se contaría acuerdo parlamentario.

Bastaría entonces con que el gobierno y la oposición entendieran que una negociación con la justicia de Nueva York que se limitara a ofrecerle a los holdouts lo mismo ya ofrecido al resto de los bonistas sería una derrota legal para los buitres y una victoria legal para el país, cerrando de una vez y para siempre la interminable saga de la deuda. Y sentando un precedente que comience a llenar un importante vacío en la arquitectura financiera internacional, en momentos en los que nuevas reestructuraciones soberanas son altamente probables.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Tasas Chinas 1.23: Cordón condón chandon

Último programa de la primera temporada de Tasas Chinas, acá y acá y acá. Hora y media de magia radiofónica, con invitado de lujo: Ricardo Piglia, hablando de literatura, crítica, intelectaules y política. Más brindis de despedida con quipo completo, y furcio final de un servidor.

Soundtrack: Demdike Stare, King Crimson, Stereolab, Delgados, Liliana Herrero.

De yapa, la introducción (¿extroducción?) del programa final:

En la era del yuyo también se acaba el año. Este es el programa número 23 de Tasas chinas. Último episodio de la primera temporada. 

Por más que hicimos fuerza, Argentina no crece. Será que perdimos el envión. El yuyo nos mira resignado, temeroso del cambio de moda. Pero para nosotros siempre será un referente, un mojón simbólico de los años gordos. La sojización es un sueño eterno.

El otro día en una entrevista sobre econovelistas, el amigo Sebastián Campanario me preguntó a qué novela, cuento o poema se parece la coyuntura económica argentina actual. Me vino a la mente
La salud de los enfermos, un cuento de Cortázar en el que para cuidar la salud de la madre, la familia le oculta la muerte del hijo con una trama de engaños y cartas apócrifas, con tal convicción que todos terminan creyéndose el relato.

En Eterno resplandor de una mente sin recuerdos Jim Carrey se somete a una operación para extirpar el recuerdo de Kate Winslet, la novia que lo dejó. Que no sólo lo dejó sino que extirpó los recuerdos de él y ahora no lo reconoce por la calle.

Técnicamente, la operación es daño cerebral, le dice el médico a cargo de la intervención a Jim Carrey en la primera consulta. Pero es comparable a una noche de borrachera: Nada que vayas a extrañar.

Durante la operación Jim va perdiendo uno a uno los recuerdos de las horas pasadas con Kate. Sueña con ella, y en sus sueños ve desaperecer escenas completas de su vida juntos, o lo que recuerda de su vida juntos. En algún momento se arrepiente y corre en el espacio de sus recuerdos, trata de ocultarse de la máquina que ausculta su cabeza buscando los rastros de Kate. Jim se esconde debajo de una mesa de cocina pero al siguiente segundo la mesa ya no está. La cocina ya no está. Hay sólo un espacio vacío.

Ayer, desapareció una de las series que uso para aproximar el crecimiento de la economía desde 2007, el año en el que el Indec empezó a reportar números de crecimiento mayores a los reales. Cada tantos meses desaparece alguno de los índices de precios de Indec provinciales, indequitos, que uso para aproximar la inflación desde 2007, el año en el que el Indec empezó a reportar números de inflación menores a los reales.

Como Jim Carrey, vuelvo a los lugares habituales buscando mi númerito y encuentro un espacio vacío.

Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Metáfora de la información menguante en la era del relato.

Argentina no crece, planea en la niebla. Sin datos. Volamos con visibilidad cero, volamos por instrumentos. El piloto nos cuenta por donde pasa el avión, la velocidad de crucero, la altura a la que vuela. No ve nada, no tiene idea. Lee los nombres de los lugares de un libro negro, la velocidad y la altitud de un aparato negro. Da la sensación de que el avión está perdiendo altura pero puede que sea un pozo de aire. Lo sabremos al llegar. Cada vez que el avión tiembla aparece una nueva raya en la pantalla del televisor. En el televisor pasan una de Jim Carrey. En blanco y negro, doblada al español. 


Este es el programa número 23 de Tasas chinas. Último episodio de la primera temporada. La semana que viene estamos todos de vacaciones. En pantalón corto y musculosa. Deseando que el verano dure para siempre.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Tasas Chinas 1.22: Medios, política y la insoportable subjetividad del ser

Audio del último programa acá y acá. Sebastián Etchemendy sobre Ley de Medios y manifestalización del debate político. Soundtrack: Joni Mitchell, Tanlines, Xtantiero, Spoon, Loenard Cohen.

Les dejo las palabras introductorias, apenas audibles entre los tambores.

En la sobremesa del sábado se cristiniza la conversa. No recuerdo bien como empieza el asunto. Comento la discusión sobre la ley de medios del programa pasado. Las paralabras de Alejandro Pereyra sobre la distancia entre la letra y la realidad de la ley de medios. La decepción de la progresía bienpensante que vota un proyecto por lo que dice y luego se sorprende de los resultados, de que le contrabandeen artículos o le bloqueen el nombramiento de sus representantes. Como le pasó a Pereyra.

Me piden ejemplos y menciono la denuncia de la Junta Indígena Nacional, de que con la excusa de la inclusión de los pueblos opriginarios el gobierno entrega licencias a miembros del Kolina de Alica Kirchner, menciono que los grupos de medios oligopólicos sin cotización pública adelantaron que desinvertirían desguazando el grupo entre familiares y testaferros, como salió en los medios. ¿En qué medios?, me preguntan.

Tocado.

Hablamos de temas complejos y opinables donde no hay fuentes objetivas. Ese es el triunfo del relato, la derrota cultural. Como no hay fuentes ob-je-ti-vas, pues simplemente no hay fuentes. Y sin fuentes no hay debate, hay tribuna. Un partido emotivo pero feo.

No debería pero insisto. Lo mismo sucede con la inflación, les digo. El Indec dice 10%. La oposición 24%. El Indec miente, dice la oposición. La oposición miente, dice el Indec. Entonces nadie tiene razón. Entonces no será ni 10% ni 24%. Somos plurales, vivos. No nos comemos el verso: todos tienen algo de razón y algo de mentira. Partamos la diferencia: 17%. Y así, la irrealidad del relato gana 7%.

La inflación es distinta, me dicen. Se siente. Cierto. La inflación es una sensación.

No debería pero insisto. ¿Qué sucede con todo lo demás, lo que no se siente?, les digo. Hace un mes publiqué con un colega un informe sobre el tamaño y la evolución comparada de la industria argentina. Corto, descriptivo, basado en datos oficiales. El informe mostraba que los datos del Ministerio de Economía indicaban que la industria no había crecido en los últimos años como dicen los funcionarios del Ministerio de Economía en sus discursos.

Escribas oficialistas y lobistas del proteccionimo sectorial criticaron el informe porque definía mal la industria. No somos nosotros los que la definimos, respondimos, es el Ministerio de Economía. Está todo en la página del Ministerio. Entren y vean. Pero la industria no se siente, y los datos, aún los oficiales, se construyen. Así estamos, construyendo datos, abrazados a la ficción.

No debería pero insisto. Los datos son, no se construyen, les digo. Ellos disienten. Depende de cómo se presenten, del enfoque y del corte, me dicen. Uno de ellos me da un ejemplo: si cambias el eje de medición de un gráfico un cambio pequeño puede verse como un cambio más grande. Mi amigo es ingeniero.

No, le digo. Un cambio no se hace más grande si reduzco la escala del eje. Tampoco se hace pequeño si alejo de mi vista la página donde imprimí el gráfico. Si algo que ayer valía 10 hoy vale 5, sé positivamente tres cosas: que hoy es más pequeño, que hoy es 5 más pequeño, y que hoy es la mitad que ayer. No importa la unidad, el color del gráfico o la mancha de café sobre la hoja. El dato es, no se construye.

Hay una diferencia semántica esencial entre la medición del dato y su interpretación. Podemos decir que la inflación no mide exactamente el costo de vida. Podemos decir que, por la presencia de mejores bienes y servicios públicos no incluidos en el ingreso, el pobre, definido como quien no supera un cierto nivel de ingresos, es hoy menos pobre que hace 50 años. Podemos interpretar los datos. Pero si ponemos en duda el mero dato, todas las intepretaciones se vuelven igualmente posibles, y se cancela la posibilidad de construir un saber objetivo.

El obispo George Berkely, idealista del siglo 18 y precursor del relato, decía que existían sólo dos tipos de cosas: espíritus e ideas. Los espíritus eran seres activos que creaban y percibían ideas, y las ideas eran seres pasivos creados y producidos por los espíritus. Ser es ser percibido, decía Berkely. El calor, el dolor de cabeza, la resaca, la indigestión, la inseguridad, la inflación, la pobreza, el hambre, serían apenas percepciones del espíritu. Un espíritu que bien podría ser único ya que no hay manera de confirmar si los demás espíritus con los que convivimos, discutimos y cogemos son más que frutos de nuestra imaginación.

Berkeley me angustia.

Necesitamos el dato para describir la realidad y ordenar su interpretación. Para no ser todos Berkeleys, debatiendo con nosotros mismos, vehementes defensores de mundos imaginarios.

Pero esta vez no insisto. Ya son las tres de la mañana y en vistas de que la batalla está perdida opto por seguir los consejos del obispo y refugiarme en mi isla berkliana y perderme media hora en mi selva personal mientras me repito como un mantra la realidad existe la realidad existe la realidad existe, hasta que la realidad me despierta con la cuenta.

martes, 4 de diciembre de 2012

Tasas Chinas 1.21: La realidad, intacta

Programa 21 de Tasas Chinas, acá y acá. Diego Valenzuela sobre Sarmiento, historia y política del AMBA y Alejandro Pereyra sobre Ley de medios. Y el debut de la hermosa cortina de Tasas Chinas que nos ofrendaron los amigos de Xtantiero.

Soundtrack: Ryuichi Sakamoto/Gustavo Santaolalla, the Beta Band, Xtantiero, Santullo, Paolo Conte.

Para los que quieren sufrirla de nuevo, va la introducción del programa.

¿En qué estábamos? 

Este es el programa número 21 de Tasas Chinas en la era del yuyo.

Las tasas ya no son chinas, son japonesas. Un poco por arriba del 1% este año, un poco por arriba del 3% el año siguiente. Nos salva Brasil: si levanta, nos levanta un poco; si no levanta, como parece…bueno, consuelo de tontos.

Y el yuyo ya no es lo que era. El precio puede subir, claro. También puede bajar. Así estamos, pendulando del tallo, negando la ley de gravedad. Como las tapas del día antes de la elección, Carta Abierta tiene dos versiones ya escritas sobre el tema. En una el héroe vence al mundo, en la otra el héroe nos defiende del mundo. En ambos casos el resultado será, a posteriori, cantado. En las postrimerías de la era del yuyo la realidad sólo confirma la ficción.

Lo que el relato no tolera es la postergación. Entre victorias y derrotas, entre amigos y enemigos, la realidad se filtra en los intersticios, justo en el medio de discursos antagónicos. Cuesta articular la medianía, la falta de definición, la suspensión del desenlace. ¿Cómo interpretar los datos cuando no tienen dirección, cuando sólo nos dicen que seguiremos más o menos así por un tiempo indefinido, cuando la trama apenas avanza, imperceptible como un caracol?

En el discurso mediático la realidad habla a los gritos, cualquier dato es señal del colapso inminente, o prueba del resurgimiento inminente. La realidad se desmaterializa dinamitada por el montaje cinético, por la adrenalina del minuto a minuto, por el facón de Gvirtz o el primer plano lacerante de Mauro Viale. El discurrir cotidiano, sin estridencias, no contribuye al relato. El maestro de ceremonias se aburre, mira ansioso al productor, pide un corte. A las medias tintas las escupe Dios. Por eso el final de la programación nos deja un malestar que a esas alturas cuesta identificar de dónde viene.

Tu sombra está sobre la línea de seguridad, le dice el personaje de Kangho Song en la película coreana Zona de Seguridad Compartida, que se desarrolla en la zona de seguridad compartida entre las dos Coreas. La realidad argentina habita ese no lugar entre fronteras ideológicas de la guerra fría. A cada paso suena el fuego cruzado de los guardias apostados a ambos lados de la zona, contra un fondo de propaganda oficial que sale continuamente de los parlantes.

Nos zambullimos bien por debajo de la ola gigante hasta casi tocar el fondo de arena y nos quedamos un rato largo, quietos, rodeados del silencio del mar. El estruendo de la ola es un sonido que se extingue lejano, como el bajo del último tema de la fiesta en la terraza. Salimos a la superficie y reconocemos de un lado el horizonte, del otro la playa. La realidad sigue ahí. Intacta.

"Esta es la definición de mi vida", dice Stephen Manson. "Tirado en la cama bajo la luz del sol, atragantándome con la pastilla que me dio el médico para sacarme el pozo."

¿En qué estábamos?

Estimados oyentes, éste es el programa número 21 de Tasas Chinas.

"Si hay algo que quieran decir, diganlo a los gritos que está todo bien."

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Tasas Chinas 1.20: Discutiendo el penal.

El programa de ayer, acá y acá. Martin Kanenguiser y Hernán Lacunza sobre Griesa y fútbol. Burgo sobre El Creyente, y Galperìn sobre célebres primeros libros. Soundtrack: Andy Stott, The Rapture, Serge Gainsbourg & Jean Birkin, Pavement y Secos & Molhados.

A pedido, la intro:

En la era del yuyo, los cronopios usan a sus hijos como escudo de sus errores. Tapan sus errores en una nube de pedos. Se suben a la baranda del balcón y arengan a la gente 9 pisos abajo, que los mira perpleja como quien mira un accidente en la ruta. 

Llega la orden de desalojo y los cronopios organizan una sentada en el pallier, dejan las bolsas de basura en el pasillo, putean al administrador. Satisfechos, se van de vacaciones y cuando vuelven la llave no abre.

En la era del yuyo, los cronopios, como bebés, confunden voluntad con voluntarismo. Cuando las cosas salen como esperan, sienten un dominio mágico de las cosas, cosquillas en la barriga. Cuando las cosas no salen como esperan, se enfurecen con las cosas, despotrican, imaginan segundas intenciones. Culpan al monopolio. El monopolio es el objeto transicional de los cronopios, su manera de manejar las intromisiones de la realidad. Como los bebés que sonríen cuando creen reconocer en una sonrisa la sonrisa de la madre, en la era del yuyo los cronopios se indigestan con la mención del monopolio y se emocionan y cantan con el rostro del líder. Y cuando un cronopio canta, las esperazas y los famas acuden a escucharlo aunque no comprendan mucho su arrebato.

En la era del yuyo somos todos tribuneros. El yuyo ha tribunizado la política, los medios, los asados, el arte, la vida misma. Y la tribuna responde, unida y organizada. Aplaude, se uno al coro. Todos abrazados al ancla que nos arrastra al fondo, aferrados al sable como la caballería ligera.

¿Errores? Nosotros no cometemos errores. Dice uno de los funcios del Departamento de Obras, después de inhabilitar el sistema de ductos de PVC que habita detrás de las paredes del departamento del protagonista del Brazil de Terry Gillian. Nada de esto fue un error, dice el Salmón en su canción Nada de Esto fue un Error.

En el octavo capítulo de la primera temporada de la serie Luoie, el comediante Louie C. K. se ensaña con una mujer del público que no puede parar de hablar. Le dice: el comediante es un tipo con una vida miserable y sin sentido y todo lo que tiene son los 15 minutos por semana que se sube a un escenario para hacer su show. Sólo vive en los 15 minutos de su show. Y vos me estás robando los 15 minutos de mi show.

Hoy trascendió que, en la apelación del fallo de Griesa ante la Cámara, Argentina sostuvo que, de haberse ordenado la reapertura del canje, el pa­ís habría accedido. Hace unas semanas el gobierno salió públicamente a anunciar que no pagarían un peso y a raíz de esto el juez Griesa levanto el no innovar y pidió pago adelantado. Es posible conjeturar que, de haberse dicho entonces lo que se escribió ayer, hoy no estaríamos al borde del default. ¿Nada de esto fue un error?

Tribuneros. Con un coro de esperanzas empobrecidas que dibujan argumentos intelectuales en una lengua muerta, y famas que los miran perplejos esperando que se callen o se corran o dejen de mover las manos y empiecen a mover los pies. Nuestros tribuneros mueven demasiado las manos cuando hablan. Compulsivamente. Como un comediante que extiende demasiado su show para no quedarse sólo con su vida.

Todo esto fue un error.



martes, 20 de noviembre de 2012

Tasas Chinas 1.19: Las oposiciones y el arte fashion

El audio del último programa, acá y acá.

Vicki Donda y Manuel Garrido sobre la oposición (en rigor, las oposiciones) después del 8N, e Inés Katzenstein sobre el (¿polémico? ¿mercantil?) premio Faena.

Soundtrack: Ricardo Villalobos, the White Stripes, Peter Tosh, Isaac Hayes, Brazilian Girls y Lindsay Buckinham.










Por pedido de nuestros millones de oyentes, les copio la intro:

En la era del yuyo, la política es una carrera de obstáculos. Una maratón de baile, como en esas maratones de baile de la Gran Depresión, como en esa peli en la que matan a Jane Fonda como a un caballo. El vencedor no es el más fuerte ni el más vivo sino el último en caer.

La última vez que un líder político se embanderó en una idea de país finalmente hizo todo lo contrario. Si les decía la verdad no me votaban, confesó alguna vez. ¿Será por eso que nuestras encuestas favorecen a los tiempistas?

Hay que reconocer que los tiempistas generan cierto suspenso. Clint Eastwood en un spaguetti western de Leone en el que no pasa nada en la primera hora. Los tiempistas incluso insinúan una cierta profundidad, como esas personas que hablan muuuy leeento como si escogieran las palabras exactas. Como Chancey el jardinero o el sensei de David Carradine. (Al menos el sensei sabía pelear en la oscuridad.)

Pero es sólo una ilusión, porque al final del silencio del tiempista no hay nada. Hay palabras más silenciosas que el silencio, palabras imperceptibles e inmemorables. O previsibles y sorpresivamente ruidosas. Chamuyo.

Las sesudas parrafadas o las desapariciones erráticas son samplers, randomizaciones de discursos y poses pasadas. ¿Será que de tanto esperar el tiempista llega con el caballo cansado?

El cristinismo convirtió a la política en la nueva pornografía. La oposición letárgica le puso una hoja de parra y la privó de sentido.

Política sin instituciones, instituciones sin política. Nada en el medio. Políticos en loop.

Oposición de fotos y galas, de tuits manufacturados y pequeños anuncios. Oposición de fútbol y bicicleta. Oposición de gozosa victimización.

¿Qué es lo que piensa la oposición de la avanzada de los buitres, de la impotencia de YPF, de los subsidios al aire acondicionado, del derrape de la educación, de nuestra industria de capacidades diferentes, del desendeudamiento anabólico, del estancamiento? El tiempista calla y sube en las encuestas.

¿Cuándo le perdimos las ganas al futuro? Argentina está congelada en el puro presente. Fugaz como la señal del celular, como los discursos presidenciales, como las alianzas electorales. Un poco a la deriva, perdida en el desierto, gritándole a los caballos cansados.

En la era del yuyo vivimos la magia y después le vimos el truco a la magia y ahora volvemos a la realidad de nuestro monoambiente dominguero mal iluminado y con olor a encierro, sin dinero para comprarnos un feriado. Condenados al discurso autista y autocomplaciente del maestro de ceremonias oficial, o al discurso catártico y testimonial de la autoconmiseración que nos devuelve la tele. Un país en loop.

Pero también esto puede ser sólo una ilusión. Un loop es la repetición mecánica de un fragmento musical. Y, como dice Diederichsen, lo que escuchamos en un loop es siempre distinto. Porque a cada repetición, nosotros estamos cambiando. Y en estos cambios está nuestra esperanza de futuro.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tasas Chinas 1.18. ...y péguele fuerte

Ultimo programa de Tasas Chinas, en dos partes: acá y acá. YPF y el pop argenmex de Xtantiero por Nicolás Gadano, Olivera, Galperín y un servidor.

Soundtrack: Axel Kryeger, Paralamas, Café Tacuba y  Xtantiero x 2.

Lo prometido: traducción de la Chilanga Banda

Apuntes sobre el desendeudamiento

El viernes pasado me hicieron una larga entrevista sobre el tema del desendeudamiento público argentino para el programa Periodismo Para Todos. De los aproximadamente 60 minutos del encuentro (aproximadamente 30 minutos de crudo) finalmente extrajeron unos 10 segundos algo descontextuados sobre la fungibilidad del dinero. Dado el tiempo que le dediqué a la exposición y el hecho de que el informe parecía llegar a una conclusión contraria a la que había vertido en mi charlita, vale la pena rescatar sus puntos fundamentales.








  • El endeudamiento (a diferencia de la deuda) suele medirse no en términos absolutos (finalmente, todo sube con la inflación) sino relativos (a la capacidad de pago del deudor: si es una firma, sus resultados; si es un país, su producto o PBI). La medida estándar de endeudamiento público es el cociente de deuda, que se mide como el stock de deuda pública sobre el PBI. En números redondos, éste cociente era de 50% a fin de 2001 y de 150% a fin del 2002 (simplemente por efecto de la devaluación real: como la deuda estaba en dólares, si el dólar sube 2,5 veces y la inflación sólo 0.5 veces, aún sin emitir más deuda el cociente de deuda se triplica). A fin de 2005, tras la restructuración de la deuda, el cociente pasó a cerca de 64%. Hoy este cociente es de 30%. Conclusión: el nivel de deuda pública documentada descendió. 
(Tecnicismo: No tiene mucho sentido medir desde 2001 porque el nivel de deuda esta desinflado por la sobre apreciación real del tipo de cambio. No tiene mucho sentido medir desde 2002 porque el número de deuda está inflado por la sobre depreciación real del tipo de cambio. Ambos desarreglos cambiarios fueron transitorios. No tiene mucho sentido comparar antes y después del canje porque el recorte de la deuda fue debido al default, un mecanismo no asimilable al desendeudamiento –salvo, claro, que se defienda el incumplimiento como política económica voluntaria. Por lo tanto, lo más razonable sería seguir el derrotero de la deuda a partir de fines del 2005.)

  • ¿Cómo se desendeudó a partir del 2005? En parte, de manera virtuosa, con crecimiento y con repago fondeado con el superávit fiscal generado con la crisis (retenciones, aunque también menores salarios reales en el sector público y, naturalmente, menor servicio de la deuda tras la quita del default). En parte, por reversión de la sobre depreciación del peso: la deuda dolarizada (que está en el numerador del cociente de deuda) subió menos que el producto (que está en el denominador y que subió con la inflación). En parte, por la manipulación del IPC, que indexaba una parte no menor de la deuda: la deuda indexada al IPC (que está en el numerador del cociente de deuda) subió menos que el producto (que está en el denominador y que subió con la verdadera inflación). En parte, con la política de tasas bajas: una parte menor de la deuda está indexada a la tasa de interés (BADLAR) que el Banco Central mantiene por debajo de la inflación desde mediados de 2003. 
(Tecnicismo: Hoy que no hay superávit fiscal, el desendeudamiento se explica principalmente por la apreciación real y el impuesto inflacionario y, en menor medida, por el crecimiento.)

  • ¿Cuál es el endeudamiento neto del gobierno? Aquí la cosa se complica un poco. El cociente de deuda es popular pero engañoso. Excluye deuda y activos que el estado tiene en otras arcas (el Banco Central, el fondo de garantía del ANSES). Si tomo todo lo que es parte del estado y lo consolido (es decir, unifico sus balances como si se tratara de una sola entidad), la deuda con el Banco Central o con la ANSES desaparecería (lo que paga el estado por un lado lo recupera el estado por el otro) y aparecería por ejemplo las deudas del Banco Central con el sector privado (Lebacs, Nobacs) y con el exterior (BIS, Banco de Francia). También aparecerían, como activos (es decir, restando a la deuda), las reservas. El cociente de deuda neto de Argentina sería aún menor: dependiendo de algunas definiciones, alrededor del 20% del PBI. 
(Tecnicismo: A la deuda anterior habría que sumarle las llamadas deudas contingentes. De todas ellas, la más obvia es la deuda con gobiernos (defaulteada e incluida en la negociación interminable con el club de Paris), que eventualmente se pagará en su totalidad (el club reprograma pero no acepta quita). A esto cabría sumarle la deuda con empresas con fallo en firme del CIADI, que el país prometió cumplir en algún momento. Menos obvia es la deuda con los holdouts: es probable que algo se pague, pero aún no se sabe cuánto. La deuda con los actuales jubilados (los juicios) probablemente se salde parcialmente en algún momento. En el mismo rubro cabría anotar juicios en el CIADI en curso o potenciales de empresas del sector privado, como el caso Repsol. Por último la más oscura es la deuda no documentada con los futuros jubilados (los beneficios exceden y excederán con creces los aportes y contribuciones futuras, tanto acá como en la mayoría de los países). Esta deuda depende, entre otras cosas, de la esperanza de vida y de los beneficios previsionales en el futuro. Tal vez por eso suele no incluirse en los cálculos de endeudamiento, acá y afuera).

  • ¿Es bueno el desendeudamiento? Depende. Sobre endeudarse en moneda extrajera en tiempos de bonanza como en los 90s es malo. Pagar deuda neta en tiempos de escasez es excesivo (procíclico). Rehusarse a refinanciar los pagos y ajustar a fuerza de corralito cambiario, trabas a las importaciones y recesión, es inexplicable. Tal vez en el fondo lo que explica que desendeudamiento forzado es una interpretación de la deuda a la Lanata: emitir es endeudarse, pagar desendeudarse. Como vimos en el primer punto, este argumento parte de una definición incorrecta del término. 
(Tecnicismo: Este argumento parte también de varios errores de concepto. Primero, las crisis financieras estuvieron asociadas a deuda en moneda extranjera: no hay casos de crisis de deuda en moneda local. Segundo, no toda la deuda es deuda: la mayor parte de la entrada de capitales en la región es vía inversión extranjera directa en activos reales. Tercero. El objetivo del desendeudamiento no se no tener deuda sino tenerla a un nivel que no comprometa la solvencia y que permita suavizar las necesidades de ajuste fiscal en recesiones; es decir, refinanciar parte de la deuda en la bonanza, y refinanciar menos (o directamente tomar deuda neta) en la escasez. Por otro lado, ¿se entiende que si Argentina paga intereses y refinancia todas las amortizaciones igual reduciría su cociente de deuda por efecto del crecimiento, la apreciación y la manipulación del IPC?)

  • La desaparición casi total del acceso al crédito externo (el único remanente es el de los bancos de desarrollo multilateral como el Mundial, el BID y la CAF –aunque también en este frente se puede perder acceso si no se agiliza la gestión) deja el financiamiento del servicio de deuda en manos del mercado doméstico. Y como el Tesoro aborrece la emisión de deuda, utiliza al banco Central como instrumento: el BCRA le gira todos los años reservas (a cambio de un título público no negociable en dólares) y pesos (parte del llamado superávit cuasi fiscal). ¿Cómo hace el BCRA para comprar los dólares y pesos que transfiere al Tesoro para desendeudarse? De dos maneras: con inflación (emitiendo pesos) y con deuda del BCRA (Lebac y Nobac). 

(Tecnicismo: Algunos lectores pueden confundirse con el hecho de que, desde el punto de vista monetario, el BCRA emite deuda para reducir la cantidad de dinero en la economía. Pero desde el punto de vista del balance (qué entra y qué sale), está claro que los pesos y dólares que financian al fisco se compran con inflación y deuda. Pensémoslo de otra manera: si el fisco no pidiera estos pesos el BCRA no debería emitir esta deuda. O de otra: si no emitiera esta deuda, estaría comprando toda la transferencia con impuesto inflacionario, ya que habría más inflación. O de otra: imaginemos que el BCRA emite la Lebac y luego transfiere los pesos que de su venta al Tesoro Nacional.

Tecnicismo: Algunos lectores pueden pasar por alto el hecho de que, desde el punto de vista de los fondos prestables, el dinero que el fisco obtiene (incluyendo el que obtiene a través del BCRA) reduce el stock de fondos disponible para otros deudores domésticos. Para un dado nivel de emisión de dinero, una mayor emisión de deuda del BCRA encarece las tasas de interés, encareciendo el acceso al crédito. El hecho de que hoy tengamos tasas reales tan bajas en un contexto de estrechez fiscal obedece a la presencia del corralito que acumula la liquidez en el país y –sobre todo para inversores grandes– en unos pocos activos elegibles. Pero si el gobierno optara por financiarse más con Lebac y menos con inflación, las tasas volverían a subir.

Más en general, si el gobierno destina los dólares del BCRA a financiar YPF, o los pesos del ANSES a financiar gasto público, independientemente de la eficiencia de este gasto, esto implica menos fondos para el resto. Alternativamente, si el gobierno recibiera fondos del exterior (alguna forma de inversión extranjera de cartera o directa) podría tomar parte de estos fondos y liberar los que ahora toma del mercado. O el privado podría tomar parte de estos fondos y dejar los fondos domésticos para el Estado. O mitad y mitad. El combo es irrelevante: el dinero es fungible.)

miércoles, 31 de octubre de 2012

Tasas Chinas 1.17: El modelo, herido en el honor

El audio del último programa de Tasas Chinas, acá y acá. Charlamos con Mario Blejer sobre el fallo sobre el pari passu en Nueva York y con Juan Tokatlián sobre la fragata varada en Ghana.

Además, Galperín tiene sus cinco minutos con Caravaggio en el MNBA.

Soundtrack: Massive Attack, Camper van Beethoven, John Barry, Bjork y la canción más linda del mundo (de la semana).









Por pedido de nuestros millones de fans, va transcripción del texto de la intro:

La era del yuyo ha entrado en la etapa de la nostalgia del yuyo. Como una crisis de la mediana edad. Como esos ganadores que a los veinte se llevaban el mundo por delante -o, parafraseando al gran Guillermo, role model del kirchnerismo visceral, se cogían al mundo de parado. Como esos hijos de papá que manejaban el auto de papá y gastaban el dinero de papá, los cristinistas, hijos pródigos del kircherismo hijo de los noventa, hoy se quedaron sin saldo en la tarjeta y recuerdan los días de oro mientras se toman una grappa de fiado, a la espera de que alguien los rescate. China, la soja, la mística, las estética peronistas sdubsidiada por el INCAA. Es el exilio de Néstor, remake de Jorge Coscia, mezclado con el Viva Perón Carajo! Es Horacio Gonzáles hablándole a un Nestornauta de Sabat envuelto en esa bruma lunar que Pino usaba para disimular el bajo presupuesto y las imprecisiones del guión.

Se acabó el viento de cola y los vitelloni recorren el salón semidesierto con los restos del cotillòn tratando de que la fiesta no decaiga a fuerza de bombo y militancia. Hay que salir a trabajar. Pero la militancia no los preparó para esto.

La nostalgia perfora la edad de oro kirchnerista y nos devuelve al año en que vivimos en peligro. No el 76 de la juventud maravillosa sino el 2002 de las cacerolas. Cuando Daniel Carbonetto, el asesor del Alan García de la moratoria, soplaba al oído de Duhalde un plan que incluía: precios máximos para que la inflación no supere el 40%, retenciones móviles a las exportaciones, precio fijo para el dólar de exportación, renacionalización de YPF, reestatización del sistema previsional y flotación sucia para que el dólar no supere los $ 3 (caso contrario, control de cambios y prohibición de venta de dólares en el país). 2002! Yerba mala, como dice el dicho.

"Tengo todo este tiempo en mis manos, y hago huevo todo el día y empiezo a inventar estas tramas complicadas, y al rato siento que no querría haber perdido el tiempo, y entonces quiero creer en ellas", dice Ann, el personaje de Andie McDowell en Sexo mentiras y video. Graham, el personaje de James Spader, tira en una escena que los mentirosos son las segundas peores personas del mundo. 


Las primeras, se sabe, son los abogados.

Un grupo de abogados, el mismo que nos acaba de encanutar la fragata en Ghana, nos acaba de ganar un juicio en NY. No es motivo de regocijo ni representa ninguna versión de la justicia: estos buitres compran bonos baratos a tenedores desesperados y esperan que todos arreglen por menos para luego arreglar ellos por más, bajo tabla. Cobran de lo que no cobran otros. Son los caranchos del sistema financiero internacional.

Pero el dato excede la anécdota. Marca el fin de la adolescencia del modelo, que ya no es ni milagroso ni contracultural. Ya no crecemos más que el resto sino menos que el resto, sin motivo aparente. Después de horas de hacer bardo en la pista, ya no parecemos tan cool e irreverentes. Ahora cansamos. Sólo nos banca el gran hermano brasilero, porque no le queda otra. Estamos viejos para hacernos los pendejos.

¿Qué hace un adolescente herido en el honor con un arma cargada en la mano? ¿Acepta la realidad o se atrinchera en la habitación? Tenemos tres largo años para enterarnos.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Tasas Chinas 1.16: Despenalización del aborto y verdades económicas cristinistas



Les dejo el audio del último programa, acá y acá. Paola Bergallo, de la mano de la doctora Galperín, nos desasna sobre las idas y vueltas de la despenalización del aborto y Olivera y un sevidor desgranamos las 20 verdades económicas cristinistas. Además, inauguramos tuitcam!

Soundtrack: Kruder & Dorfmeister, Zuccchero, Waterboys, Supergrass y la canción más linda del mundo de la semana.

miércoles, 10 de octubre de 2012

El cadáver exquisito del relato

Les copio mi columna de hoy en La Nación online, fruto de algunos monólogos "chinos" y un pequeño choreo de un post anterior (nada se pierde), en versión original, con coda surrealista.

Economía, interpretación y relato

Un sistema donde la clase media dejó de existir y la mayoría de la gente subsiste a la sombra del trabajo precarizado, las industrias ilegales, la distribución de drogas, el comercio del sexo y las ventas de segunda mano—una plantación postmoderna donde la generación de relaciones de servidumbre a través del endeudamiento podía verse en cada esquina.” El sueño electrográfico, texto del filósofo inglés John Gray que acompañó la reciente muestra Bye Bye American Pie en el MALBA, describe así la coyuntura estadounidense en los albores de la Gran Recesión del 2009.

El sueño de Gray, sin embargo, no es electrográfico. Remite menos al Hola América de J. G. Ballard (novela de la que toma prestado el título) que al pulp del John Carpenter de Escape de Nueva York. No es casual, de hecho, que ambas obras sean de 1981: el diagnóstico sobre la decadencia del imperio americano fue moda en los neoliberales 80s de Reagan y Thatcher. De ahí, tal vez, la agradable resonancia retro del texto de Gray –y de la muestra del MALBA.

Este autodenominado pensamiento crítico, vigorizado por la crisis financiera, desdeña la evidencia empírica, siempre sospechosa o potencialmente sesgada por el sistema. Los datos no son, se construyen. Sin la evidencia, incómoda piedra en el zapato crítico, es más fácil tejer argumentos contundentes.

El sustento económico de su lógica irreductible es arbitrario. “El capitalismo chino carece de las característica que generaciones de neoliberales juzgaron necesarias para el crecimiento sostenido, como la moral individualista…Brasil se encuentra en medio de una transformación extraordinaria...Alemania —con un modelo de capitalismo muy diferente— emerge como la economía avanzada más exitosa." ¿Un protocapitalismo chino basado en la privatización del capital y la rentabilidad empresaria (suerte de revolución cultural industrialista)? ¿Un capitalismo alemán del bienestar basado en el sobreconsumo y el sobreendeudamiento de la periferia europea? ¿Un contracapitalismo paulista, como respuestas al agonizante capitalismo financiero americano? La realidad se resiste a su interpretación.

“La interpretación apareció por vez primera en la cultura de la antigüedad clásica, cuando el poder y la credibilidad del mito fueron derribados por la concepción realista del mundo introducida por la ilustración científica”, nos cuenta Susan Sontag en Contra la interpretación. “Entonces, se echó mano de la interpretación para reconciliar los textos antiguos con las exigencias modernas.” Así, los estoicos alegorizaron el adulterio de Zeus con Leto como la unión del poder con la sabiduría, y Filón leyó las narraciones históricas de la Biblia como parábolas espirituales.

Pero hay otra versión de la interpretación, promovida menos por la necesidad de reconciliar el mito con la realidad como por la necesidad de reconciliar la realidad con el mito –reflejando, en palabras de Sontag, un “desprecio declarado por las apariencias”. Las doctrinas de Marx y Freud son “agresivas teorías de la interpretación” según las cuales los acontecimientos sólo son inteligibles en apariencia. Tal vez por eso Harold Bloom incluye a Freud en su canon de literatura, lo que es a la vez un comentario positivo sobre su capacidad narrativa y uno negativo sobre su realismo científico.

En esta versión invertida de la interpretación, la realidad no es, se construye.

El relato kirchnerista es un ejemplo práctico de esta revisionismo meticuloso, obsesivo que plaga algunas zonas del pensamiento crítico. El affaire INDEC, que comenzó como un incipiente ejercicio de negación, se propagó hasta contagiar datos de crecimiento, pobreza, desigualdad, empleo, de modo de generar una realidad alternativa consistente. Pero, una vez lanzado, el relato no se detiene; exige un Alzheimer estadístico. La memoria reciente desaparece de los servidores, deja de pronunciarse; se aproxima, se estima, se adivina. Se relata.

Inversiones de la ANSES, ejecución presupuestaria, déficit de empresas públicas, víctimas de crímenes violentos van a engrosar la larga lista de series desactualizadas o desaparecidas en el ejercicio de la información pública, reemplazadas por el trascendido oficial o el dedo oscilante privado. De nada sirve, por ejemplo, que la realidad estadística revele que el tamaño relativo del producto y el empleo industriales no hayan crecido en los últimos años; el relato mostrará un gráfico que sugiera industrialización y, si esto no es posible, comparará con el piso de la última crisis y, si aún así el resultado es negativo, modificará los datos.

Esta versión de la interpretación, la del relato revisionista, es el reverso de la de los clásicos: recorta y pega, ata las partes con alambre y recrea una nueva historia con los retazos de la verdadera. El relato desguaza la realidad y la amolda al mito.
El relato es atractivo precisamente por su capacidad de mitificación. En la versión local, para confusión de pensadores críticos, convierte la especulación inmobiliaria en lucha libertaria, el rentismo en desarrollismo, el capitalismo de amigos en contracapitalismo. El relato avanza y la realidad retrocede. Mientras la infraestructura envejece, la economía se primariza y los trenes se rebelan contra la falta de mantenimiento, la cadena nacional del mundo feliz cristinista –el negativo del fatalismo gris de Gray– narra la industrialización y el avance tecnológico desde Tecnópolis, todo impecablemente producido por prestidigitadores de la imagen. 

El relato no se limita a maquillar contenidos económicos; incuba nuevas maneras de ver la realidad en todos sus frentes, involucrando al pasado cercano: quince años de derrape de la educación pública no reflejan el fracaso de políticas educativas erráticas y epidérmicas sino “la necesidad de las familias de unirse en colectivos de pertenencia social compartida”; la proliferación de la seguridad privada no obedece a la creciente incidencia de delitos violentos sino al “miedo al Otro”. Todo se vuelve reinterpretable en base a intuiciones e impresiones subjetivas. El relator, como el artista conceptual con su obra, crea la realidad.

Como nos recuerda Sontag, para Freud el contenido manifiesto debe ser analizado y filtrado para revelar el verdadero significado: el contenido latente. Del mismo modo, el relato cuestiona la noticia, aparta el contenido manifiesto de los medios para recrear la realidad como construcción espontánea. Cadáver exquisito liberado de lógicas empíricas.

Tasas Chinas 1.14: Venezuela, gendarmes y la canción más linda del mundo.



Les dejo el programa 14: acá y acá. Sin Galperín, perdida en La Quiaca, pero con los distinguidos Olivera y Berenzstein debatiendo lo que nos dejó la elección en Venezuela y el affaire Gendarmes. Y, para cerrar, la canción más linda del mundo. De esta semana.

Soundtrack: Meredith Monk, LCD Soundsystem, Talking Heads, Nick Drake.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Tasas Chinas 1.13: Esto es lo que hay: Elecciones venezolanas & Cucurto



Ya está online el audio del programa 13, acá y acá. Hablamos de las elecciones del domingo en Venezuela con Alejandro Grisanti Capriles y el chavokirchnerista Mariano Fraschini, y del último libro de Washington Cucurto. Soundtrack: Kid Koala, Los Amigos Invisibles, P18, Bomba Estéreo y Fleetwood Mac.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Tasas Chinas 1.12: Ambos lados, ahora



Les dejo el programa número 12, acá y acá. Henderson nos habla de las nubes, Olivera desde Barcelona del cupón del crecimiento y del crecimiento del país y Agustín Campero en estudios de dónde estuvo el radicalismo la noche de las cacerolas y de la vida del Nuevo Cine Argentino.

Soundtrack: Joni Mitchell x 2, El Chavez y TuneYards.

martes, 25 de septiembre de 2012

Palermo Paris

Nuevo set de fotos caseritas, esta vez fruto de caminata palermitana. Poco ejercicio y mucha contemplación.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Tasas Chinas 1.10: Time warp

Se me había olvidado dejarles el programa 10, con el debut de Sofía Wiñazki como columnista. Acá y acá.

Olivera desde Madrid, Galperín alimentando al troll de Mavrakis y Wiñazki sobre la apropiación burguesa del arte efímero.

Soundtrack: Stone Roses, Bunbury, James, Aphex Twin y Beth Orton que, después de una larga noche de marcha en Bogotá, escribe: "Running down a central reservation in last night's red dress".

martes, 18 de septiembre de 2012

Tasas Chinas 1.11: Caceroleros indignados, la moveable feast de Olivera y la cama de Galperín



Ya está el audio del programa 11 acá y acá. Novaro y Casullo debaten el síndrome de las cacerolas, Olivera habla de China desde el Moulin Rouge y Galperín recomienda  un olvidado autor inglés de entreguerras con nombre kafkiano. Soundtrack: Amon Tobin, Matthew Dear, Matthew Chedid, the XX & Divine Fits.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Postales de Barbados

En otro ejercicio de diversificación (dispersión) libidinal, la discusión económica en el marco de la Latin American Finance Network que organizan el BID y el Banco Mundial despertó en mí el apetito fotográfico, al punto de inducirme a postear una selección de fotos playeras acá.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Adiós al mundo feliz

En innumerables análisis de la Gran Recesión que comenzó con la crisis hipotecaria estadounidense, se globalizó tras la quiebra de Lehman Brothers, se mestatasizó con la crisis de deuda de la Europa periférica y aún nos persigue como una gripe mal curada, es común referirse a una nueva normalidad (new normal) en la que sobreendeudamiento, el desempleo y la aversión al riesgo se traducen en tasas deprimidas, crecimiento modesto y alta volatilidad. En el peor de los casos, un Lehman europeo que nos lleve de vuelta a 2008; en el mejor y más probable, una aterrizaje chino a tasas de 6% o 5%, un crecimiento modesto en EEUU y una japonización europea. En suma, poco viento de cola para que los emergentes surfeen la bonanza sin preocupaciones. 

En este contexto, se menciona que estamos ante un brave new world, en alusión a la célebre distopía de entreguerras de Aldous Huxley. Esta referencia es a la vez curiosa e iluminadora. En las crónicas de la crisis el brave new world es literal: remite a un mundo nuevo, desafiante, peligroso. En Huxley, en cambio, el título es irónico: alude a La Tempestad de Shakespeare y a la felicidad ilusoria de Miranda en su vida insular, engañosamente armónica, alejada de la realidad. La misma ironía está presente en el título en castellano: Un mundo feliz. Esta interpretación menos literal permite una analogía más interesante con la crisis global: no son estos los años difíciles y desafiantes, sino que aquéllos, los de la Gran Moderación y el boom de commodities, fueron los años felices. Felices, claro, en el sentido distópico de Huxley: una felicidad prozac, artificial. Según esta segunda interpretación, el mundo no estaría atravesando una tormenta temporaria antes de regresar a la senda virtuosa de los 2000s sino que estaríamos volviendo, luego de una larga fiesta, a algo más parecido a los no tan felices 90 de bajo crecimiento.

Esta distinción es esencial desde el punto de vista de economías emergentes como la nuestra. Si esta evolución marca el fin del viento de cola, surgen varias preguntas obvias. En nuestro caso particular, no sólo cuál es la verdadera inflación o el verdadero crecimiento sino en qué se fueron estos años dorados: cómo mejoró la distribución de la riqueza, cuánto crecieron el capital físico y humano y la productividad; en fin, cuánto de lo anunciado en el relato existe en la realidad por fuera de la TV pública y de la tanda de Futbol para Todos. O qué pasó en el mundo mientras los escribas oficiales soñaban el fin del capitalismo y la decadencia del imperio americano.

Pero para los menos nostálgicos, aquéllos que no se preocupan tanto por la historia clínica del paciente como por su diagnóstico y tratamiento, la pregunta es otra, más básica: ¿Cómo seguimos de ahora en más?

Lo primero que salta a la vista es la necesidad de barajar y dar de nuevo. Más allá del mensaje equívoco de blandir una blackberry ensamblada en Tierra del Fuego como señal de industrialización, lo cierto es que esa industrialización idealizada de sustitución de importaciones, frontera tecnológica y manufactura compleja y masiva, que enamora a gran parte de la profesión y a no pocos líderes políticos es hoy –y probablemente haya sido siempre– un sueño imposible.

Argentina (como Brasil, Chile, Colombia) es un país de ingresos medios altos con mano de obra más cara que la de Corea al inicio de su industrialización (o la de los países que tomaron la posta de los tigres asiáticos: China, Filipinas, Indonesia) y menos productiva que la de países industrializados con salarios altos. En otras palabras, somos caros tanto para ensamblar blackberries como para producirlas. Y si bien todos los países tienen sectores subsidiados por distintos motivos, no se puede subsidiar todo todo el tiempo porque sencillamente no hay recursos para hacerlo.

No estamos solos en esta encrucijada. En los 2000, la bonanza de la protección cambiaria (en muchos casos, resultado de las devaluaciones masivas de las crisis de los 90), el crecimiento mundial y el boom de commodities disfrazaron esta falta de modelo. Bastó con corregir los desequilibrios macrofinancieros para alcanzar récords de crecimiento y alimentar expectativas de una década latinoamericana. Lamentablemente, el crecimiento no es desarrollo: con monedas apreciadas y una demanda mundial letárgica, los 2010s no serán nuestra década.

A los historiadores económicos les queda la tarea de dirimir en qué medida la falta de reformas y el resultadismo económico de los 2000s se debió a la maldición de los recursos naturales. Lo cierto es que si uno tuviera que escoger historias que nos ayuden a repensar el modelo de desarrollo (que excede la industrialización tradicional) que permita preservar y elevar estos salarios, los nombres que vienen a la mente son todos ejemplos de desarrollo que han sabido explotar la renta de los bienes primarios: Canadá, Australia, Noruega –agregando valor a las commodities, desarrollando el sector de servicios, facilitando y regulando la actividad privada.

Por otro lado, los insumos del desarrollo de países de ingresos alto son educación, infraestructura, financiamiento, reglas de juego justas y transparentes. Sin embargo, la mayoría de los países de la región muestra escasos progresos en estos frentes –y, en nuestro caso, un retroceso.

Muchos políticos y economistas del mundo desarrollado miran la poscrisis mundial como una dura transición hacia el crecimiento. Le prenden velas a Bernanke, Draghi y China para que terminen con la pesadilla. Sin embargo, ya va siendo hora de aceptar que los buenos años no volverán, que si con el viento de cola desandamos las penurias de las crisis y ganamos equidad y estabilidad financiera, el desarrollo económico sigue siendo una asignatura pendiente. Y que, más allá de viejas recetas y nuevos slogans políticos, nuestro modelo de desarrollo aún está por escribirse.

(Columna publicada hoy en el suplemente económico de La Nación.)

viernes, 7 de septiembre de 2012

Ingreso, pobreza, riqueza

Les dejo mi columna de hoy en La Nación online:

Tres incertezas complican el debate sobre la pobreza en Argentina.

La primera es que la pobreza se mide en base a una canasta básica de consumo que, según aseguró la directora del INDEC hace unos días, “no tiene ningún valor para saber cómo vive el pueblo” –lo que sugiere que hay muchos más pobres que los pobres del INDEC, o que los pobres del INDEC son cada vez más pobres. Este déficit de información, sin embargo, es subsanable: existen buenas aproximaciones privadas de la canasta básica.

La segunda duda, menos idiosincrática y más compleja, también se relaciona con la falta de datos. En este punto, para no perderse en cuestiones semánticas, conviene ir por partes.

¿Con qué datos contamos? Tenemos buena información del ingreso que los hogares perciben del trabajo, de los beneficios previsionales (pensiones y jubilaciones) y de la asistencia social (seguro de desempleo, asignaciones). En nuestro país, la fuente es la Encuesta Permanente de Hogares (a diferencia de países como Brasil o México, nuestro censo no incluye preguntas sobre ingreso).

Dado que es éste el ingreso del que hablamos cuando hablamos de pobreza y equidad se entienden algunos patrones familiares. Por ejemplo, la alta correlación con el empleo (el desempleado, sin ingreso laboral, es a los fines estadísticos un pobre, sobre todo cuando las redes de protección social tienen alcance limitado) o el efecto benéfico de transferencias como la Asignación Universal por Hijo (en algunos hogares, el principal ingreso) o las mejoras, más graduales, asociadas a la recuperación del salario real. De ahí, el deterioro brusco de la pobreza y la equidad en las crisis, su pronta recuperación en las poscrisis y su amesetamiento posterior.

De los otros ingredientes que son parte esencial del ingreso efectivo (es decir, del consumo y la calidad de vida) de las familias y su distribución sólo hay aproximaciones imprecisas. Algo sobre la distribución de las transferencias públicas “en especie” (bienes públicos o subsidiados como educación, salud, seguridad, transporte, servicios básicos, que son parte de lo que los economistas llaman distribución secundaria del ingreso) y casi nada sobre las rentas financieras, siempre difíciles de estimar y en muchos casos no declaradas.

Sin embargo, el problema fundamental para hablar de pobreza quizás sea el menos visible: no tenemos datos de riqueza.

No todo ingreso es riqueza

Empecemos por el final: una mejora en la distribución del ingreso (por ejemplo, por recuperación del empleo o mejora del salario) puede derivar fácilmente en un deterioro de la distribución de la riqueza. Por ejemplo, si los trabajadores consumen todo su ingreso en bienes y servicios, la mayor parte del incremento del ingreso terminará en la mano de los proveedores de esos bienes y servicios: sus empleadores.

Algo parecido sucede si los instrumentos de ahorro con los que cuenta el trabajador pierden valor a manos de la inflación. Por ejemplo, una política de tasas de interés bajas contribuye al ahorro del deudor (es decir, de los sujetos con acceso al financiamiento: clase media alta, empresas, gobierno) a expensas del ahorro del ahorrista (es decir, del depositante, o del consumidor que guarda su salario en una cuenta sueldo a tasa cero). Así, al final del día, un incremento del ingreso relativo de los que menos tienen puede traducirse en un incremento de la riqueza relativa de los que más tienen.

Detrás de esta aparente contradicción hay una distinción trivial: el empleo y el subsidio, al aumentar el ingreso corriente, reducen la pobreza de hoy pero no la de mañana; para reducir la pobreza de manera permanente (para salir de la pobreza) se necesita un empleo o subsidio permanente o, si aceptamos que ninguna de las dos opciones es deseable o viable, un ahorro.

Desde esta perspectiva de largo plazo, la riqueza (es decir, el valor de los ahorros acumulados) sería algo así como el negativo de la pobreza. ¿Y qué podemos decir de la distribución de la riqueza? Hasta tanto se incluyan preguntas específicas en los censos y encuestas, bastante poco.

Por ejemplo, sabemos que, en las crisis, el gran ahorrista (por estar más alerta o por ser alertado con anticipación) huye antes que el pequeño (que muchas veces no sale). Si a esto le sumamos la concentración del ahorro financiero en los hogares más ricos y los costos de invertir en el exterior, podríamos inferir que la mayor parte de los ahorros argentinos dolarizados en el exterior está en manos de la población de mayores ingresos. En ese caso, si bien el efecto de una devaluación postcrisis sobre la distribución del ingreso suele ser progresivo (por su efecto benigno sobre el empleo), su impacto sobre la distribución de la riqueza sería regresivo.

Riqueza y vivienda

El mejor ejemplo de esta inequidad de hoja de balance –el único para el que tenemos algunos datos– es más cercano en el tiempo.

Con los recaudos que exige toda generalización, podría decirse que las familias ahorran fundamentalmente en ladrillos. Hay otros ahorros, claro: en impuestos y aportes para financiar el sistema de servicios públicos y protección social en países europeos o en Canadá; en seguros de retiro países con estados más reticentes como EE.UU. o Inglaterra. Pero, en ambos casos, la hoja de balance familiar presentará en general deuda hipotecaria del lado del pasivo y metros cuadrados del lado del activo.

Este patrón no es prerrogativa de las clases medias del mundo desarrollado; también se aplica a hogares humildes en países en desarrollo con mercados hipotecarios menos inclusivos. Así, en barrios carenciados de América Latina puede verse el ahorro de hormiga de ladrillos apilados, o el trabajo de fin de semana para levantar una nueva habitación o un nuevo baño.

En ese esquema, la falta de protección contra la inflación –el abuso a veces deliberado del impuesto inflacionario– inhibe ambos tipos de ahorro.

Del lado de las hipotecas, el efecto es claro: las encarece. El tradicional sistema francés de cuota fija exige cobrar en las primeras cuotas lo que la inflación licuará en las últimas; por eso, la primera cuota es hoy tan alta que pocos califican. Y la solución natural a este dilema, la indexación a la inflación, requiere de un índice libre de manipulación que hoy se ve lejano.

Las consecuencias directas se ven en los datos: según el censo, el porcentaje de familias que alquilaban su vivienda, que había bajado en los 90, subió de 11% en 2001 a 16% en 2010. El deterioro no se debió a la crisis: la EPH muestra que la tasa de inquilinización tuvo un sendero ascendente en los últimos años –previsiblemente, más empinado para las familias jóvenes de sectores medios que tuvieron y perdieron el acceso al crédito.

¿Adónde fueron estos ahorros? Para responder esto basta mirar cómo en las carteras de los bancos el stock de hipotecas va siendo gradualmente reemplazado por préstamos personales y tarjetas. Lentamente, la familia argentina pasó de ahorra en ladrillo a “ahorrar” en autos y LCDs –o simplemente a no ahorrar, consumiendo sus excedentes.

Esto no implica que el país como un todo no haya ahorrado; por el contrario, el consumo de unos es el ahorro de otros, como lo atestigua la sólida rentabilidad de las empresas que alimentan ese consumo –o el desendeudamiento del gobierno, beneficiado por las tasas bajas y la licuación inflacionaria.

Lo que la creciente inquilinización de la familia argentina nos dice es que la redistribución progresiva del ingreso medido por la EPH probablemente haya convivido con una redistribución regresiva de la riqueza. En términos más simples, que el aumento de ingreso fue en muchos casos pan para hoy; que la recuperación del empleo redujo la pobreza pero no necesariamente sacó a las familias de la pobreza.

En fin, que un modelo inflacionario de tasas bajas que incentiva el consumo a expensas del ahorro genera una inequidad de hoja de balance, menos visible pero más duradera, que invierte la premisa, heredada de la inmigración, del ahorro como instrumento de movilidad social.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Tasas Chinas 1.9: Chavez galore


Ya está online el audio del programa 9 donde discutimos con Artemio López los alcances de la chavización económica, políticia pero sobre todo sociocultural de la sociedad argentina:
acá y acá.










De yapa, una editorial musical, algo desactualizada en la RD pero actual por estos lares, del pana Juna Luis Guerra.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Tasas Chinas 1.8: Trenes rigurosamente descuidados



Octavo programa de Tasas Chinas, acá.

Trenes atados con alambre, desguazados por Roberto Agosta, maestro transportista, y Graciela Mochkofsky, autora de Once: Vivir y morir como animales.

De yapa, la canción de amor al Sarmiento de Ofidio Dellasopa y las Cuerdas Flojas.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Tasas Chinas 1.7: Edunautas y educrisis.


 

Programa número 7

La Cámpora en las escuelas

El escaso efecto del presupuesto educativo en la educación

Fotos de mujeres testigo de la mano de dos excelentes muestras porteñas. 







Yapa: el clásico de sexo adolescente de Pulp que no pudimos pasar completo.

Vivir con lo puesto

Les dejo mi columna de hoy en LaNacion.com:

Hoy es el día del desendeudamiento argentino, internacional y nacional", anunció la presidenta el 23 de junio de 2010 tras cerrarse el canje de deuda para los bonistas extranjeros. “No es algo para festejar, es para reflexionar y comprobar la política de desendeudamiento", comentó un año más tarde en la Bolsa de Comercio con motivo del pago del último tramo del Boden 12. "El desendeudamiento es el pilar del nuevo modelo argentino", sintetizó el ministro de economía el 14 de agosto en su exposición en las jornadas de la AAEP.

El desendeudamiento argentino es atípico. Se alimenta de mitos y omisiones, fruto de una interpretación traumática de la crisis de sobreendeudamiento de donde surgió el kirchnerismo. Sin pretender agotar en unas líneas 40 años de debate sobre deuda emergente, vale la pena, ahora que no nos sobra nada, repensar el tema del financiamiento externo desde otra perspectiva.

Las crisis de deuda de las economías en desarrollo –tanto la de los petrodólares de 1982 como las más recientes: México 94, Asia 97, Rusia y Brasil 98, Argentina 2001– fueron ante todo crisis de moneda. La deuda (privada en Asia, pública en América Latina) no fue mucha pero fue principalmente de una variedad peligrosa: renta fija (préstamos y bonos) con acreedores privados (bancos y bonistas) y externa (en moneda extranjera).

Los acreedores privados suelen prestar de más a quienes no lo necesitan y, cuando lo necesitan, suelen perderles la fe y, en vez de refinanciar, pedir el pago en efectivo –con lo que al deudor dolarizado no le queda más que el default, o el imposible ajuste draconiano preámbulo del default. Los acreedores privados no son buenos árbitros de solvencia; es el Estado el que tiene que decidir cómo endeudarse.

Felizmente, se aprende de los errores. Una a una, las economías que pasaron por crisis financieras fueron desarmando la bomba de tiempo de la deuda externa. México desde 1995, Asia desde 1999, Brasil en los 2000, reemplazaron deuda dolarizada por instrumentos de financiamiento en moneda local: acciones, bonos emitidos bajo ley doméstica y, sobre todo, inversión extranjera directa.

La ventaja de la moneda local es obvia: ante la emergencia, el banco central puede imprimirla para pagar compromisos, licuando la deuda con inflación y evitando el ajuste violento o el default. De ahí que no haya casos de default de deuda totalmente denominada en moneda local. La ventaja de la inversión directa es aún mayor: no sólo no está en dólares sino que, en vez de inflar bonos y acciones ya emitidas, son fondos frescos que van directamente a financiar la economía real. La gran mayoría del ingreso de capitales a países como Brasil, Chile o Colombia es inversión directa.

Con algunas excepciones (Venezuela, Ecuador), América Latina desdolarizó y domesticó su deuda a pesar de que, mientras sus monedas se apreciaban, el “negocio” cortoplacista habría sido emitir en dólares. Como premio, recuperaron el tipo de cambio como instrumento de desarrollo: si en los 90 una devaluación quebraba a la economía dolarizada, hoy la depreciación de la moneda es expansiva y amortigua el impacto de la crisis global.

Argentina, gracias al default y a la apreciación real, recorrió el mismo camino que sus vecinos: el cociente de la deuda en dólares sobre el PBI es el menor de la historia reciente del país, y uno de los menores de la región. Pero, a diferencia de otros países, no sustituyó la dependencia externa por formas más saludables de financiamiento. En vez de repagar deuda en los años buenos para poder endeudarse a un costo razonable en los malos, Argentina paga siempre. Aún ahora, a costa de prohibir la compra de dólares y postergar importaciones, induciendo una recesión.

En Argentina, el desendeudamiento se ha convertido en bandera política: emitir deuda (de cualquier tipo y moneda) es volver a hacerle el juego a los mercados. Y la autarquía financiera, que nos obliga a subordinar las políticas fiscal y monetaria a los vaivenes del mercado, es saludada como prueba de independencia económica.

No todo es interpretación y relato detrás de este tabú del financiamiento externo: emitir nos cuesta caro. A pesar del desendeudamiento, y de haber alcanzado en 2006 el costo financiero de Brasil, hoy nuestra deuda paga la tasa más alta de la región –lo que dio por tierra con varios intentos del ministerio de economía de volver a los mercados internacionales. Pero la bandera del desendeudamiento, al autoexcluirnos de los mercados y obligarnos a autofinanciarnos en años de vacas flacas, contribuye a elevar el riesgo (y el costo) argentino. Aunque parezca contradictorio, hoy una emisión de deuda reduciría el riesgo país.

Por otro lado, la deuda no es la única forma de financiar el crecimiento que Argentina ha resignado en estos últimos años. El cepo cambiario aliena inversiones extranjeras (incluso las necesarias para poner en valor las reservas de YPF) e incentiva el atesoramiento de dólares de los que fugaron a tiempo, todo para reducir la salida anual de capitales a “sólo” 10 mil millones de dólares –la mitad que en 2011 pero muy por encima de lo aceptable en un marco de escasez, y eso sin contar el efecto puerta 12: la demanda latente de quienes dolarizan por temor a no poder hacerlo en el futuro. Y el estancamiento de una salida negociada del default con el club de Paris aleja préstamos de largo plazo que deberían ayudar a revertir el déficit de infraestructura y la crisis del transporte.

El ministro de economía dijo recientemente que Argentina no plantea una "antinomia entre endeudamiento y no endeudamiento; el punto de la deuda es cuánto, cómo, a qué costo y para qué". Mientras esta posición siga siendo minoritaria en el gobierno, seguiremos honrando el karma de la emancipación económica sesentista: vivir con lo nuestro.

Y, en la era del yuyo, vivir con lo nuestro es vivir con lo puesto.

jueves, 16 de agosto de 2012

Tasas Chinas 1.6: La era del trucho



Ya está subido el sexto programa de Tasas Chinas. Pobreza, rqueza, intepretación y relato. Aquí: http://www.goear.com/search/tasas-chinas/

Yapa: Low Shoulders, videoclip de la bandita chillwave elegida por Mercedes para su despedida.

jueves, 9 de agosto de 2012

Tasas Chinas 1.5: Vivir con lo puesto


Ya esta en el ciberaspacio el audio de la quinto  emisión de Tasas Chinas.

Subtes, Godel, escándalo en el Mamba & despedida temporaria de miembro estable.

Aquí: http://www.goear.com/search/tasas-chinas/

Yapa: versión en vivo de los jueves de birra, billar, sexo y morfina.
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jueves, 2 de agosto de 2012

Tasas Chinas 1.4 Independencia, confusiones y ganancia



Junto con la versión de Ryuichi Sakamoto del tradicional Chinzagu no Hana (que aparece en la extraordinaria Cherry Blosssoms) con el que acompañamos el inicio del programa, les dejo el aviso de que la cuarta emisión de Tasas Chinas ya está colgada en goear, como siempre, en dos partes.

Bonus tracks: El primer encuentro del aleman con la bailarina butoh (también con musica de Sakamoto): y el baile final del aleman con el fantasma de su esposa frente al monte Fuji.



lunes, 30 de julio de 2012

¿Qué se puede hacer con la inflación?


Les dejo mi columna de hoy en el Cronista, sobre la cuestión del título el post. 

En Argentina, la inflación es un fenómeno reciente. Tras el previsible aumento de precios por la devaluación del 300% en 2002 (y un pico de inflación del 10% en abril de ese año), en diciembre de 2002 la inflación ya era de apenas 0.2%. En los 12 meses de febrero de 2003 a febrero de 2004 los precios subieron sólo 2.3%. Sin embargo, la inflación no paró de crecer desde entonces: 6.1% a fin de 2004, 12.3% en 2005, así hasta el 25% actual –un número que, vale aclarar, sería aún mayor de no mediar los subsidios de tarifas que abaratan casi un tercio de la canasta de consumo.

Las razones de este avance de la inflación (es decir, de este retroceso) fueron muchas y cambiantes. En orden de aparición: la esperable y bienvenida recuperación del salario real, la suba mundial de los precios de alimentos y energía, el crecimiento de la demanda por encima de la oferta. Y, por último, la capitulación: la expectativa de que la inflación continuará en los niveles actuales o mayores, que lleva a incorporar la inflación pasada en la fijación de precios, reproduciéndola–y validando así las expectativas de más inflación.

Todo esto sazonado con una política monetaria expansiva (la tasa de interés del banco central estuvo por debajo de la inflación desde principios de 2003) y, en última instancia, autista (la palabra inflación fue virtualmente censurada de los informes y presentaciones del Banco Central).

Precisamente es la inercia inflacionaria, que hoy explica la mayor parte del 25% esperado para el año, la que ofrece la más clara oportunidad de llevar la inflación nuevamente a niveles de un dígito con un mínimo costo para la economía real.

Lo primero a tener en cuenta es que erosionar este núcleo duro de inflación inercial requiere un cuidadoso manejo de las expectativas que desarme el círculo vicioso mediante el cual, ante la falta de señales del Banco Central, los precios y salarios terminan fijándose en base a la inflación pasada.

Lo segundo a tener en cuenta es que el tipo de cambio ya no puede cumplir ese rol. El abuso del dólar barato como forma de contención de la inflación terminó poniendo el carro delante del caballo: generó rechazo por el peso, y gatilló un cepo comercial y cambiario que puso a la actividad económica como variable de ajuste de una inflación que de todos modos no baja.

Lo tercero a tener en cuenta es que hay un orden natural en los ingredientes de un plan antiinflacionario que nos devuelva la estabilidad de precios: no se pueden contener expectativas sin una pauta realista de inflación futura; ninguna pauta es realista sin políticas monetaria y fiscal consistentes con ella; ninguna política (o pauta) es relevante sin un índice de precios creíble que permita su seguimiento.

Para contar con un índice creíble es esencial recuperar el INDEC, desandando el camino recorrido desde su intervención en 2007, y revisar el IPC, lo que involucra no sólo consideraciones metodológicas sino, fundamentalmente, legales y políticas. Por eso es más factible el lanzamiento de un nuevo IPC nacional, varias veces anunciado y cajoneado por el gobierno, que permitiría soslayar el dilema de revisar para atrás el ficticio IPC actual, que se mide en el área metropolitana de Buenos Aires.

A su vez, para reconstruir la confianza en la política monetaria es preciso que el Banco Central deje de desentenderse del problema, y prepare un programa monetario que contenga pautas de inflación –no en el sentido de metas estrictas, hoy inaplicables, sino como compromiso a un rango realista que oriente los acuerdos salariales y la fijación de precios. Esto por sí sólo cambiaría radicalmente la manera en que los agentes económicos piensan y se protegen de la inflación.

En relación a la política fiscal, basta recordar que el Banco Central es hoy la fuente de financiamiento residual del sector público, tanto en dólares (con reservas) como en pesos (con emisión). El programa monetario debe ser consistente tanto con la pauta de inflación como con las necesidades presupuestarias del gobierno, que idealmente no deberían involucrar al Banco Central.

Una vez lanzado el nuevo IPC, y comunicadas la pauta de inflación y el programa monetario, no debería ser difícil coordinar precios y salarios alrededor de la pauta, evitando el costo en términos de nivel de actividad de una política de shock basada exclusivamente en agregados monetarias y suba de tasas. Más aún ahora que la desaceleración eliminó el exceso de demanda que aceleró la inflación a mediados de los 2000. Un esquema de pautas del tipo propuesto podría apuntar a una inflación de un dígito en dos o tres años.

Dejo para el final un aspecto que, por trivial, no deja de ser crucial: ningún plan antiinflacionario tendrá éxito sin un compromiso político.

Hasta aquí, la inflación ha sido funcional a un modelo de crédito subsidiado de la demanda (fundamentalmente de consumo) a expensas del ahorrista –de ahí, la agonía del peso como reserva de valor. La inflación fue también plata dulce para el fisco, que diluyó deuda vieja y colocó deuda nueva (a través del Banco Central o en entidades públicas) a tasas reales negativas. Sólo nos quitaremos de encima la inflación si el gobierno reconoce sus crecientes costos económicos y prescinde de estos beneficios fiscales.

Diez años de inflación creciente deberían ser suficiente motivo.