martes, 29 de noviembre de 2011

Argentina y China en una imagen

Dos puntos sobre el gráfico de abajo (extraído de un paper con Tomás Williams que aparecerá publicado el año que viene en el Journal of International Money and Finance). Primero, los lazos comerciales explican con China (eje horizontal) explican la mayor correlación del crecimiento de los países emergente con el crecimiento chino (una de las razones del desacople con países industriales que identifica el trabajo mencionado). Segundo, la correlación de Argentina con China excede con creces lo explicado por los lazos comerciales. (Como decía el ministro de economía peruano hace unas semanas, "cada mañana le prendo una vela a China...")

viernes, 25 de noviembre de 2011

2 tanguitos flamencos por 2 chicas Almodovar

Buika tiene su momento en la La piel que habito. Morente (hija del genial Enrique) en Volver. 

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Metereología económica: América Latina y la crisis

Este gráfico sintetiza el impacto del Indice de Viento Global que elaboramos para el último Brookings Latin American Economic Perspectives.

¿Cuánto de la variación del producto de los países latinoamericanos se explica por el riesgo y el crecimiento global? Respuesta breve: en tiempos de crisis, la mayor parte.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Instantáneas sobre el tipo de cambio

 Una imagen, dicen, vale mil palabras. Así es como se ve nuestro tipo de cambio multilateral nominal (sin corregir por inflaciones) y real desde la convertibilidad...
...un poco más cerca (en la postcrisis)...
y un poco más cerca aún (desde principios de año: depreciación nomional del 3%, apreciación real del 12%). 

martes, 22 de noviembre de 2011

Breve luna de miel

Mi segunda columna para la Forbes vernácula versa sobre el tema subsidios. Da para más, claro. 

"¡Qué lejanas se ven las elecciones! En algún sentido, no debería sorprendernos. Los resultados de octubre marcaron el epígono de popularidad del gobierno, vaticinando un comienzo a toda orquesta. Pero si la gestión de Cristina se refundó (¿se inició?) hace un año tras la muerte de Néstor Kirchner, la tradicional luna de miel electoral debió haber acabado hace rato. Además, no pocos en el oficialismo esperaban ansiosos el recuento final para operar sobre los dos frentes económicos que hace meses venían dando señales de agotamiento: el déficit y el dólar.

"El balance preliminar de las primeras dos semanas arroja mucha acción, un empate y varios desafíos.
Por el lado del dólar, el gobierno se fue al descanso un gol abajo: una mini crisis autoinfligida a fuerza de improvisación, errores de implementación y diagnósticos desacertados. La insistencia en contener el valor del dólar y la imposición de controles a la compra generaron una sensación de corrida cambiaria que la realidad económica no justifica. Una ligera corrección del tipo de cambio habría compensado la mayor fortaleza del dólar en el mundo, desactivando la demanda de divisas y protegiendo la actividad y el trabajo local frente a la presión importadora en un contexto de bajo crecimiento global –el beneficio de la flexibilidad cambiaria que tanto nos costó recuperar en 2002. Aún se está a tiempo: con un balance financiero sin fuertes vencimientos en dólares, un ingreso de divisas por commodities reforzado por la producción minera y una inflación contenida por la desaceleración de la demanda, un peso más competitivo volvería a poner las cosas en su sitio, reduciendo el riesgo de estanflación. Veremos qué hace el equipo en el segundo tiempo.

"El contrapeso llegó por el lado del déficit, con el anuncio de una demorada y bienvenida reducción de subsidios, rubro que explica el deterioro reciente de las cuentas públicas. No se trata aquí de los 600 millones de pesos de recortes anunciados, sino de los cerca de 80000 millones restantes. ¿Por qué entonces anunciar una comisión y no directamente el nuevo esquema?

"Da la sensación de que el anuncio buscó sacar al dólar de la tapa de los diarios, adelantando medidas del próximo gabinete. De hecho, la complejidad del tema contrasta con la casi unánime aprobación que recibió el anuncio y justifica una paciente planificación. Veamos.

"La mayor parte de los subsidios corresponde a tarifas residenciales y transporte: el riesgo inmediato no es tanto mayores costos de producción sino una retracción del consumo por el efecto negativo sobre el ingreso disponible. El esquema debería minimizar el impacto sobre los sectores de menores ingresos para preservar tanto la equidad distributiva como la demanda interna (la propensión al consumo, se sabe, cae con el nivel de ingreso), evitando a la vez los incrementos desproporcionados y la doble contabilidad que obligaron al gobierno a dar marcha atrás en ensayos anteriores. Nada fácil.

"Hay más. Los subsidios, que permiten mantener artificialmente deprimidos un tercio de los precios del IPC, son “inflación encubierta”. De ahí que, más allá de lo que registre el INDEC, su eliminación llevará tanto a una elevación inmediata del costo de vida como –si la cuenta de subsidios se mantiene controlada– a una inflación más alta en el futuro. Por último, está el costo político. Si una corrección abrupta genera rechazo, una gradual corre el riesgo de enfrentar la “fatiga del ajuste”: la resistencia creciente del público a una seguidilla de aumentos.

"Una a favor: los subsidios ayudarían en el frente dólar. Mayores tarifas implican menores consumos y, en particular, menos importaciones de energía –la línea del balance comercial que más ha restado a la oferta de divisas.

"Ejemplo claro de la tentación de barrer los problemas bajo la alfombra fiscal, el affair subsidios atraviesa varios aspectos clave de lo que el oficialismo ha llamado el modelo económico, y pone sobre el tapete los dilemas propios de un crecimiento en el que la oferta corre detrás de la demanda. Como con el dólar, el desafío es invertir parte del capital político en una revisión a tiempo que asegure un aterrizaje suave. Si es así, el acortamiento de la luna de miel puede fortalecer el matrimonio."

sábado, 19 de noviembre de 2011

Otra vez sopa



Clip del "hit" del debut de David Lynch (sic) con personaje ominosamente parecido al Mingo.

domingo, 13 de noviembre de 2011

No liberen los libros (apuntes sobre la globalización del lenguaje)

La reciente decisión de parar las importaciones de libros en la aduana, motivada por la escasez de dólares, abrió la puerta a otros debates, menos coyunturales, sobre la producción literaria en el marco de la globalización que remiten a preocupaciones de larga data en las tribus literarias locales (de aquí y del resto de Latinoamérica).

Una lista menos que sumaria señalaría la tendencia centrípeta de un sistema de producción que orbita alrededor de unos pocos baricentros españoles (Madrid, Barcelona, Valencia) y que lleva a la relocalización geográfica y mental de editores y autores (a la manera del Paris de preguerra o la Nueva York de posguerra en el mundo del arte). La lista también apuntaría algunas cuestiones más debatibles (todas ellas aplicables al ejemplo de la colonización del arte por parte de franceses o americanos): la lenta homogeneización (¿alienación?) de estilo a expensas de las idiosincrasias locales y la concentración de la oferta en nombres del círculo ibérico en detrimento de los productos y productores regionales. Es decir, la hegemonía del escritor español o españolizado. Una suerte de síndrome de Hollywood de la letras hispanas.

Esta enumeración debería citar el efecto disciplinador sobre el lector que, de tanto consumir letras ibéricas, termina hablando y pensando de un modo que convalida la demanda por esta cultura made in la madre patria que nos interpela como Pepe Sacristán (o como la mitad gallega de Leo Sbaraglia). 

Precisamente la televisión y el cine, más masivos, son los vehículos de colonización oral por excelencia. En los países desarrollados, se sabe, la gente no se copa con los subtítulos: las películas son mayormente dobladas en un lenguaje para nada neutral que tiene su influencia en el lenguaje cotidiano. (Ejemplo: los chicos Catoon Network.) Latinoamérica resiste esta avanzada del doblaje en el cine, pero el cable, acorralado por los estudios de mercado, tiene sus días contados. ¿En qué lengua son y serán dobladas las películas y las series televizadas? Probablemente en algún español “neutro” que desconoce el vos, el che y el boludo y que se parecerá al colombiano (a lo que uno imagina que es el colombiano, que en realidad no es uno sino varios y que en algunas zonas de Colombia incluye, por ejemplo, el vos). De manera secuencial, oiremos, aprenderemos y finalmente repetiremos diálogos en este falso colombiano, y nos sorprenderemos del exotismo tanguero del lunfardo porteño (o del naca mexicano) que a su vez dará la razón a los estudios de mercado a favor del doblaje etc.

El equivalente del doblaje en literatura es la traducción, el flanco donde la globalización del lenguaje pega más fuerte. ¿Cuántas veces pensamos cómo sonaría lo que leemos si los personajes no abusaran de los vales y los coños y dejaran de coger todo lo que encuentran? ¿Y por qué una sola traducción y no varias? 

El problema tiene (como todos) su aspecto económico: los países latinoamericanos son pequeños para justificar traducciones múltiples. Además, la industria concentrada suele comprar los derechos de traducción a todo el mundo de habla hispana (a diferencia del inglés donde los derechos suelen dividirse entre EEUU y el Commonwealth). Hay, asimismo, un elemento de costos: la impresión en estas tierras suele ser cara (aunque con la velocidad con la que el libro digital avanza sobre el papel, cuestiones como la calidad de las máquinas o la virulencia de las negociaciones salariales podrían pasar rápidamente a un segundo plano.)

Tratándose de un bien cultural sujeto a economías de escala con externalidades positivas (preservar nuestra lengua de la asimilación española), nada impide que un ente local fomente la edición de autores locales en la plaza local (o de traducciones realizadas por traductores locales). ¿Se puede replicar el modelo INCAA sin terminar con pilas de libros nacionales saldados rápidamente para dar espacio en las mesas y estantes a los tanques importados?

Aniversario azul



Uno de los temas de Grizzly Bear (un gusto adquirido) de la banda de sonido de la excelente Blue Valentine. (El titulo viene de un viejo tema de Tom Waits: She sends me blue valentines all the way from Philadelphia to mark the anniversary of someone that I used to be).

sábado, 5 de noviembre de 2011

Musica intertextual



O, mal llamados, covers. El primero, el mejor de los muchos de la canción a la sirena del malogrado Tim Buckley: Liz Frazer para This Mortal Coil (un colectivo de artistas del sello 4AD, que entonces incluía bandas como Cocteau Twins, Pixies o Dead Can Dance).

El segundo, una versión narcótica de los Cowboy Junkies de la dulce juana de Lou Reed (la primera progresión de acordes que toqué en la viola). Heavenly wine and roses.

viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Cuántas reservas tenemos?

Me preguntan por tuiter. O, mejor dicho, cuál es el ratio circulante reservas (pregunta a mi juicio inapropiada pero que creo apunta a la del título de este post). Dificil respuesta, sobre todo en 140 tuits. Veamos.

Para empezar, están las aproximadamente usd 47000 millones de reservas brutas. ¿Cómo vamos de las brutas a las netas?

¿Deberíamos descontarles los  usd 3000 millones de préstamos de dólares prestados por entidades internacionales? No está claro. Si pensamos en términos de liquidez (cuántos dólares puedo vender para satisfacer la demanda), debería incluirlas, del mismo modo que los bancos centrales de Europa o Brasil incluyen los préstamos cortos (swaps) de la Reserva Federal.

¿Deberíamos descontarles los encajes, depósitos en dólares de los bancos privados en el central como contrapartida de los depósitos en dólares? Más complicado. Sí, si pensamos que en caso de una corrida cambiaria también retirarían depósitos en dólares (como ocurrió en la última etapa de la crisis de 2001, por temor a la quiebra de bancos o a la pesiifcación de depósitos). Si en cambio pensamos que todo se agota en la dolarización de ahorros, probablemente podamos contar con los encajes.

¿Deberíamos descontar la deuda del BCRA en pesos? Esta es más facil: no. Se pueden pagar con emisión y no requieren la pérdida de reservas.

¿Deberíamos descontar la base monetaria (lo que implícitamente hace el BCRA al definir reservas excedentes, concepto anacrónico si los hay)? Menos aún. Al argumento del párrafo anterior hay que sumar que el dinero es exigible sólo en el improbable de sustitución de moneda. Este fue el error de los que anticiparon la hiper y la dolarización espontánea en 2002: no advertir que en Argentina el medio de pago y la unidad de cuenta es el peso, lo que genera (y estabiliza) la demanda de dinero.

Por la misma razón, no es el circulante el que corre sino el resto del agregado monetario: los depósitos a plazo y una parte menor de los de ahorro (la que no se usa para consumo corriente).

Por eso, para evaluar la liquidez en dólares del banco central, el ratio relevante sería algo así como M2 menos cuentas corrientes y cajas de ahorro, sobre reservas (en el caso extremo) menos encajes.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Licuación de pasivos: Remes responde

Nobleza obliga. Jorge Remes Lenicov, ex ministro de Economia de Duhalde con quien tuviera el gusto de interactuar durante el primer semestre de 2002, me pide publicar los conceptos que transcribo más adelante, "porque en tu blog hablas de la licuación de deudas en 2002 (en referencia a posts como éste) y creo que no es la expresion mas acertada. Como tiene 800 palabras no pasa...". Pues ahí van, con un saludo al distinguido colega.

"La pesificación de las deudas en enero de 2002

"¿Qué habría pasado si se hubieran mantenido los préstamos nominados en dólares, o se hubieran transformado a pesos al tipo de cambio libre? Dado que la inflación fue mucho menor que la devaluación, los deudores se habrían insolventado masivamente, las propiedades habrían quedado en manos de los bancos, y se habría transferido riqueza de los endeudados a los acreedores. El valor de las cuotas de los créditos se habría triplicado, ingresando en una espiral aún más grave: como los deudores no habrían podido pagar, las carteras de los bancos se hubieran deteriorado aún más imposibilitado la devolución de sus depósitos en la moneda de origen o en cualquier otra. Los ahorristas habrían perdido sus depósitos por quiebra de los bancos y, en paralelo, las familias no hubieran podido pagar sus créditos (en particular los hipotecarios) y las empresas habrían entrado en convocatoria de acreedores o quebrado ante la presión del incremento de su endeudamiento. Tampoco se podía liberar el problema al mercado. ¿Acaso era imaginable que 490.000 deudores hipotecarios, 600.000 deudores prendarios, 500.000 deudores comerciales (mayoritariamente PYMES) y los más de 6.000.000 de deudores por préstamos personales y tarjetas de crédito negociasen vis-a-vis con los bancos?

"Recuérdese que en diciembre de 2001 el 24 % de la cartera de los bancos no calificaba como normal, en junio de 2002 era del 31%, en diciembre alcanzaba casi el 40% de las deudas. Si no se hubiera pesificado la situación hubiera sido mucho peor: en aquel momento hubo un informe del BCRA que decía que si no se pesificaban las deudas la incobrabilidad sería del 85 %.

"Pesificación conservando el poder adquisitivo: La alternativa elegida fue la de pesificar y actualizar por el CER mas tasa de interés para evitar la licuación de los créditos. Devaluar sin pesificar habría sido incoherente. Nosotros estábamos convencidos de que debíamos volver a tener moneda propia, y nos basamos en el antecedente de Roosevelt en 1933 cuando salió del patrón oro y volvió a su moneda nacional. Objetivamente la pesificación argentina fue el equivalente a la dolarización de los Estados Unidos.
"No hubo “licuación” de pasivos: si en diciembre de 2001 alguien debía 100 dólares o pesos, en enero seguía debiendo 100 pesos más la actualización por precios y la tasa de interés. No hubo ninguna “licuación” ni se benefició a nadie; lo que se hizo fue evitar el aumento del valor real de las deudas. Además, no hay que olvidar que en diciembre de 2001 muchos créditos en pesos fueron transformados en dólares por el gobierno, y que el ingreso tanto de las familias como de las empresas eran en pesos.

"¿Quiénes no vieron crecer sus deudas en términos reales? Más de 7.500.000 de personas y empresas que en diciembre de 2001 debían 38.431 millones de dólares (Préstamos al sector privado no financiero). De esta cifra, 14.547 millones de dólares correspondían a Personas físicas en relación de dependencia y Créditos no identificados (se asimilaban a préstamos hipotecarios, personales y prendarios, cuyos montos individuales eran relativamente chicos). Mientras que las empresas (grandes y Pymes), incluidas en el rubro Principales actividades económicas, tenían una deuda de 23.883 millones de dólares. Pero como en éstos últimos montos se incluían créditos no sujetos a la pesificación, como los vinculados con el comercio exterior y los que se tomaron bajo legislación extranjera (aunque estuvieran fondeados localmente), la cifra total era menor.

"Las deudas en el exterior: no hubo seguro de cambio: A pesar de las muy fuertes presiones de las grandes empresas nos negamos sistemáticamente a otorgar un seguro de cambio. Durante los años noventa muchas de las empresas grandes, extranjeras y nacionales, de la producción y de servicios, habían aprovechado la posibilidad de tomar deuda en el exterior con tasas de interés mucho más bajas que en el mercado local. Tuvieron una gran ventaja relativa frente a las locales, que internamente pagaban alrededor del 25 % anual en términos reales. Tomar deuda en el exterior fue parte del riesgo empresario y como tal lo debían asumir. La deuda privada en el exterior según el BCRA era de 77.922 millones de dólares, de los cuales 61.445 millones de dólares eran adeudados por el Sector Privado No Financiero y 16.477 millones de dólares por el Sector Privado Financiero. Poco a poco se fue renegociando mediante una combinación de alternativas: quita, reducción de intereses y estiramiento de cuotas. En muchos casos, como las deudas eran con el propio grupo empresario o autopréstamos, hubo capitalización o facilitación. Para marzo de 2005 la deuda se había normalizado y reducida en unos 25.000 millones de dólares, bajando el stock a 52.064 millones de dólares.
"Final: estas consideraciones explican por qué posteriormente no hubo mayor polémica y nadie propuso ningún mecanismo redolarizador y todas las acciones tendieron a profundizar y consolidar la pesificación.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

¿Alguien se acuerda de la crisis mundial?

El autor propone y el editor dispone: transcribo columna pedida hace unas semanas (y publicada hoy) por La Nación en una serie sobre el impacto local de la crisis global. A pesar del tiempo transcurrido, se ve sólo moderadamente anacrónica.

El desafío del crecimiento

Primero, lo obvio: si la economía mundial se enfría, el crecimiento argentino se verá afectado. En el 2009, la economía argentina desaceleró a la misma velocidad que las de nuestros vecinos y, si bien un colapso de esa magnitud es improbable,  no lo es tanto un escenario de “década perdida” en los EEUU o Europa que fuerce un menor crecimiento chino. Por otro lado, como en el 2009, el contagio no sería financiero sino real: el impacto directo llegaría de la mano de una menor demanda global por nuestros productos, y de un estancamiento o caída del precio de las commodities (como consecuencia de la menor demanda global).

Pero el verdadero desafío vendrá del lado interno: evitar que el temor a una recesión (es decir, al deterioro de los ingresos y el empleo) limite el gasto de las familias y la inversión de las empresas, algo que induciría un recorte de la producción y de las horas trabajadas, validando y profundizando a posteriori los temores que dieron lugar a la retracción del gasto y la inversión.

Esta suerte de profecía autocumplida –la “paradoja del ahorro” de Keyness – que afecta de modo similar a todos los países jaqueados por la crisis, en nuestro caso se combina con otra: la de la fuga hacia el dólar a la espera de una depreciación que no llega que, al forzar una caída de las reservas, realimenta las expectativas de depreciación (o, peor aún, las fantasías de desdoblamiento cambiario y confiscación) dándole impulso a la fuga.

Tanto la frugalidad del gasto como la acumulación de dólares implican reasignación de recursos, postergación del consumo y de la inversión, y enfriamiento de la demanda doméstica. En suma, bajo crecimiento –y menos recursos fiscales para las necesarias políticas de protección social.

“Yo prendo una velita todos los días y rezo para que China no se nos caiga”, confesó hace unos días Luis Miguel Castilla, ministro de economía peruano. Asumiendo que el recurso a la fe no es suficiente, ¿qué otro tipo de respuestas están disponibles para sostener el crecimiento en el corto plazo?

La flexibilidad cambiaria es una herramienta útil en estas situaciones. Es cierto que, con nuestros socios comerciales depreciando, enfriando y ajustando a la baja su consumo, un dólar alto no sumaría muchas exportaciones. Pero no se trata sólo del concepto tradicional de competitividad: una corrección del peso contribuiría a la sustitución de importaciones, protegiendo la producción y el empleo locales. Y un dólar menos barato, al reducir las expectativas de depreciación, desalentaría la fuga de capitales. Así, el tipo de cambio ayudaría a vigorizar la demanda real y a debilitar la demanda financiera.

Por otro lado, la persistente salida de capitales ha venido acumulando ahorros privados en el exterior que hoy, en el mejor de los casos, se cobijan en activos dolarizados con rendimientos cercanos a cero. La repatriación de estos ahorros es una opción natural para compensar la insuficiencia de dólares sojeros, y para reducir el costo financiero en momentos en que comienza a cerrarse la canilla del crédito.

Más en general, un contexto mundial menos favorable ofrece la oportunidad de revisitar algunos conceptos: ¿La flexibilidad cambiaria, que tanto nos costó conseguir, es un negocio para especuladores o la manera en que las economías en desarrollo bajan los costos del ciclo económico? ¿Los capitales repatriados son las inversiones golondrina de los 90s o ahorros recuperados para la inversión directa o el crédito productivo en pesos? Y, de paso, sirve para volver sobre los frentes exiliados del discurso oficial (subsidios, integración comercial y financiera, política monetaria e inflación), hilos invisibles detrás de la fuga y la dolarización, que bien tratados podrían contribuir a poner distancia entre la tormenta global y la bonanza local.


Afortunadamente, contamos con una línea de defensa contra una desaceleración mundial.  El partido es complicado, pero el resultado, quizás como nunca antes desde la última crisis, depende de nosotros mismos.

Bits & pieces (charla con Gerardo Rozin)

Dos breves clips que encontré de mi última charla con Rozín en C5N. No se entiende mucho pero es lo que hay.