(Por Celina Abud; publicada el 2 de febrero de 2014)
¿Qué queda por hacer cuando la generosidad de la vida aburre y la identidad elegida como un buen traje empieza a sentirse fea e incómoda? ¿Qué tragedias o sinsentidos se prefieren antes que una existencia monótona? ¿Quién es uno sin la mirada del otro, a pesar de que ese otro nunca llegue a materializarse? Estas y otras preguntas aparecen en Culebrón, de Eduardo Levy Yeyati, una novela de suspenso en la que una anécdota de sobremesa toma cada vez más relevancia entre dos amigos que, a su mediana edad, se encuentran con la reforzada necesidad de trascendencia y, por qué no, de diversión.
Todo comienza cuando Juan, un filósofo devenido en conductor televisivo, seminarista New Age y bloguero, es contactado por Elisa, una antigua compañera de banco devenida en mujer sensual y misteriosa que, a través de correos electrónicos, revela sin tapujos tanto las fantasías sexuales que lo tienen de protagonista como otros aspectos dolorosos de su vida privada. Juan le comenta al narrador, un periodista desencantado con su oficio, lo extraño de su encuentro epistolar, a la par que le pide que escriba una novela sobre él por considerarlo un argumento excelente. Aunque su amigo no mostrará entusiasmo al principio, son los hechos sucesivos los que toman las riendas y terminan por involucrarlo de a poco.
Con agilidad y un ritmo que por momentos parece prefabricado, Levy Yeyati combina intrigas que esperan ser resueltas, tragedias del pasado, pasiones y delitos, con críticas solapadas a ciertos intelectuales burgueses, que ven a la cotidianidad como superflua y, sin medir riesgos, terminan por tomar prestadas historias ajenas para darle a la vida la ilusión de sustancia. Disfrutarán de su lectura los que prefieren las historias con hechos puntuales y de estructura clásica “inicio, nudo y desenlace”. No lo harán del todo quienes gusten de sacar sus propias conclusiones ante cada episodio, ya que el autor cae en el vicio de sobreexplicación, tal vez arrastrado de sus tareas como economista, profesor e investigador, que conviven con la escritura.
Culebrón, editado por Mondadori, es la tercera novela de Levy Yeyati, precedida por El Juego de la Mancha y Gallo. Aunque en su contratapa es definida como una reinvención del thriller erótico, el autor indaga en la psicología de sus personajes masculinos hasta llevarlos al extremo. Las ganas de leer el libro hasta el final no sólo obedecen a conocer el desenlace de una trama de suspenso, sino también descubrir qué nuevo traje vestirán sus protagonistas, o si la única opción que les queda es permanecer expuestos.Más allá del thriller, la novela gusta por mostrar muchos de los ejes de la sociedad moderna, como el contraste entre las esferas de lo presencial y lo virtual. También por reflejar con naturalidad cómo las caras en ciertos roles se renuevan con una velocidad frenética, aunque en esencia nunca paran de repetirse. Pero por lo precisa, puede llegar a frustrar, ya que Levi Yeyati busca dejar en claro qué debe pensar y sentir el lector con paréntesis extensos y a veces farragosos, que podrían ser leídos como una muestra de inseguridad, como un amante que guía pero deja para el disfrute una única vía posible.
¿Qué queda por hacer cuando la generosidad de la vida aburre y la identidad elegida como un buen traje empieza a sentirse fea e incómoda? ¿Qué tragedias o sinsentidos se prefieren antes que una existencia monótona? ¿Quién es uno sin la mirada del otro, a pesar de que ese otro nunca llegue a materializarse? Estas y otras preguntas aparecen en Culebrón, de Eduardo Levy Yeyati, una novela de suspenso en la que una anécdota de sobremesa toma cada vez más relevancia entre dos amigos que, a su mediana edad, se encuentran con la reforzada necesidad de trascendencia y, por qué no, de diversión.
Todo comienza cuando Juan, un filósofo devenido en conductor televisivo, seminarista New Age y bloguero, es contactado por Elisa, una antigua compañera de banco devenida en mujer sensual y misteriosa que, a través de correos electrónicos, revela sin tapujos tanto las fantasías sexuales que lo tienen de protagonista como otros aspectos dolorosos de su vida privada. Juan le comenta al narrador, un periodista desencantado con su oficio, lo extraño de su encuentro epistolar, a la par que le pide que escriba una novela sobre él por considerarlo un argumento excelente. Aunque su amigo no mostrará entusiasmo al principio, son los hechos sucesivos los que toman las riendas y terminan por involucrarlo de a poco.
Con agilidad y un ritmo que por momentos parece prefabricado, Levy Yeyati combina intrigas que esperan ser resueltas, tragedias del pasado, pasiones y delitos, con críticas solapadas a ciertos intelectuales burgueses, que ven a la cotidianidad como superflua y, sin medir riesgos, terminan por tomar prestadas historias ajenas para darle a la vida la ilusión de sustancia. Disfrutarán de su lectura los que prefieren las historias con hechos puntuales y de estructura clásica “inicio, nudo y desenlace”. No lo harán del todo quienes gusten de sacar sus propias conclusiones ante cada episodio, ya que el autor cae en el vicio de sobreexplicación, tal vez arrastrado de sus tareas como economista, profesor e investigador, que conviven con la escritura.
Culebrón, editado por Mondadori, es la tercera novela de Levy Yeyati, precedida por El Juego de la Mancha y Gallo. Aunque en su contratapa es definida como una reinvención del thriller erótico, el autor indaga en la psicología de sus personajes masculinos hasta llevarlos al extremo. Las ganas de leer el libro hasta el final no sólo obedecen a conocer el desenlace de una trama de suspenso, sino también descubrir qué nuevo traje vestirán sus protagonistas, o si la única opción que les queda es permanecer expuestos.Más allá del thriller, la novela gusta por mostrar muchos de los ejes de la sociedad moderna, como el contraste entre las esferas de lo presencial y lo virtual. También por reflejar con naturalidad cómo las caras en ciertos roles se renuevan con una velocidad frenética, aunque en esencia nunca paran de repetirse. Pero por lo precisa, puede llegar a frustrar, ya que Levi Yeyati busca dejar en claro qué debe pensar y sentir el lector con paréntesis extensos y a veces farragosos, que podrían ser leídos como una muestra de inseguridad, como un amante que guía pero deja para el disfrute una única vía posible.
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