Una anécdota pinta
claramente la contradicción entre heterodoxia rica y heterodoxia pobre. Uno de
los invitados especiales de las últimas jornadas del BCRA (devenidas, en los
últimos dos años, en proscenio de economistas críticos vernáculos y foráneos)
fue Thomas Palley, ex funcionario de la central
sindical estadounidense AFL-CIO. Mr. Palley suscribe la prédica revisionista
(“los progresistas necesitamos tirar a la basura
el paradigma neoliberal y reemplazarlo”, decía Palley, según Página12 del1/7/11, en el mismo panel en el que el representante oficial argentino pedía un
“tipo de cambio que proteja al trabajo”) pero rechaza el “tipo de cambio
que proteja el trabajo” en países en desarrollo
expensas del trabajo gringo (en su “Carta a Obama” exigía “intervenir administrativa y legalmente para imponer
barreras de entrada a productos de países con monedas subvaluadas”).
martes, 31 de enero de 2012
Heterodoxia rica, heterodoxia pobre
Les dejo, a modo de sneak preview, un párrafo sobre los matices y asimetrías del proteccionismo extraído de la larga nota que pergeñamos junto con el distinguido Alejandro Bercovich para la próxima Crisis Revista:
lunes, 30 de enero de 2012
La tía italiana
A pedido de una distinguida colega con veleidades italianazantes, desempolvé esta reliquia de Mina circa 1970, una versión extraordinaria de una de una canción extraordinaria (y curiosamente popular en Italia: aquí, una versión más moderna por otra diva de antaño).
domingo, 29 de enero de 2012
El sueño húmedo de la decadencia del imperio americano
El “pensamiento crítico” (no confundir con pensamiento crítico), que habita los intersticios del mainstream intelectual y ve en cada crisis una oportunidad de reparación por años de ostracismo, ha gastado kilómetros de tinta y celuloide pintando con colores materialistas y dialécticos el fin del imperio americano. La última crisis financiera mundial (que, vale aclarar, golpeó más a Europa que a los EEUU) ha sido música para los oídos críticos: antesala del fin del capitalismo y comienzo de algo que no siempre está claro pero que segun algunas representaciones recurrentes de este campo del pensamiento se asemejaría a la anti utopía –no la contracultural de fines de los 60 sino la post apocalíptica de fines de los 50s, la pesadilla asociada al duck & cover del ataque nuclear.
Harold Bloom suele incluir a Freud en su canon de la literatura (a la vez un comentario positivo sobre su elaboración intelectual y uno negativo sobre su rigurosidad científica). Sin llegar a estas alturas, algunas de las piezas de politoeconosociología crítica ameritan una consideración literaria. Una de ellas, que llegó a mis ojos por cortesía de una distinguida colega extradisciplinaria, y que servirá de disparador para una muestra en el Malba sobre (¿qué otra cosa?) la decadencia del imperio americano (reflejada en el arte), representa un encapsulado resumen de las fantasías de este grupo de intelectuales europeos del sueño americano.
Su autor, John Gray, es un reputado ginecólogo del capitalismo. Sus principales títulos (Falso amanecer. Los engaños del capitalismo global; Herejías: Contra el progreso y otras ilusiones; Misa negra: La religión apocalíptica y la muerte de la utopía) insinúan una voluptuosidad que excede gozosamente los rigores de la academia. (Como punto de referencia, baste decir que en Misa Negra define al laborista Tony Blair como un conservador americano.)
El texto de Gray es profundamente literario: construye su imagen del día después americano siguiendo la huella del distopista inglés por excelencia: J. G. Ballard (un gusto personal adquirido que, a la manera de Bloom, inmediatamente sesga mi valoración de Gray como intelectual y literato). Ballard, que ha distopizado, entre otros sujetos, los accidentes (La exhibición de atrocidades), los avances médicos (El hombre imposible), la alienación suburbana (el cuento "El hombre sobrecargado") y el futuro ("Las voces del tiempo"), remite inevitablemente a los símbolos del sueño americano (que a principios del siglo pasado habrian referido al sueño industrialista inglés): el consumismo, el progreso, la máquina.
Gray parte de Hola, América (1981) para fundar su visión del derrape americano. El libro no difiere en mucho de otros anteriores (y superiores) de Ballard (ni del pulp de Carpenter en Escape de Nueva York, del mismo año). La decadencia americana fue moda en los 80s de Reagan y Thatcher: clisé en la película homonima de Denys Arcand, calculadora paranoia antinipona en el Raising Sun de Crighton, en última instancia útil excusa para el neoliberalismo del fin de la ideologías, la reducción del estado, y la solapada materialización de la globalizadora hegemonía corporativa (el termino "neoliberalismo" sería apropiado en los 90s como significante vacío por el “pensamiento crítico” para representar al sistema capitalista, o al sistema a secas).
Gray cita a Ballard, que describe el encuentro de sus exploradores de la América residual con los restos de Las Vegas, la nueva capital: “Y así llegaron al paraíso eléctrico... Un lago de carteles de neón formando una corona iridescente, kilómetros de luminarias callejeras extendiéndose a lo largo de los pórticos de los casinos, dibujadas sobre las fachadas vidriadas de los hoteles [zipping up the curtain-walling of the hotels: juego de palabras musical e intraducible] y derramándose dentro de cascadas musgosas. Bajo el cielo ultramarino, que de tan oscuro ya no coloreaba sus rostros, el espectáculo de la otrora capital del juego parecía tan irreal como un sueño electrográfico.”
Un “sueño electrográfico” (el título de la pieza de Gray) es una expresión de Ballard de esas que señalan comuniones irreconciliables entre hombre y máquina. Es decir, un concepto estrictamente literario. Gray no se queda atrás. Asi describe la coyuntura estadounidense en los días previos a la Gran Crisis: “Los esbozos de la nueva ecoomía americana eran evidentes: un sistema donde la clase media dejó de existir y la mayoría de la gente subsistia a la sombra del trabajo precarizado, las industrias ilegales, la distribución de drogas, el comercio del sexo y las ventas de segunda mano—una plantación postmoderna donde la generación de relaciones de servidumbre a través del endeudamiento podia verse en cada esquina.” El sueño de Gray no es electrográfico; es un sueño húmedo de anticipación y deseo.
Una caracteristica del pensamiento crítico es su desdén por la evidencia empírica, siempre sospechosa o potencialmente sesgada por el sistema. La evidencia es como la piedra en el zapato: no todos la toleran. Sin evidencias, es más fácil tejer argumentos contundentes: “según ciertos estimados, la desigualdad en América a principios del nuevo milenio podria ser mayor a la de la economía esclavista de la Roma imperial en el siglo II. […]La infraestructura se pudre, mientras la población se descapacita progresivamente. […]No sólo en relación a las economías emergentes sino en términos absolutos, América se enfrenta a un futuro de decadencia.”
El sustento económico de esta lógica irreductible es arbitrario. “Países emergentes crean nueva riqueza a gran escala, pero sin suscribir el modelo americano. El capitalismo chino carece de cualquiera de las característica que generaciones de neoliberales juzgaron necesarias para el crecimiento sostenido, como la moral individualista. Así y todo China alcanzó la mayor y más rápida industrialización de la historia, y no detuvo su crecimiento tras la crisis financiera. India mostró un progreso más lento pero igualmente llamativo, mientras que Brasil está en el medio de una transformación extraordinaria. En el viejo mundo, Alemania—de nuevo, con un muy diferente modelo de capitalismo—emerge como la economia avanzada mas exitosa..."
¿Generaciones de neoliberalismo (movida que vio luz en los 80s y fue pasada a retiro en los 90s)? ¿Moral individualista como premisa del crecimiento económico? ¿Capitalismo chino, basado en la creciente privatización del capital y la rentabilidad empresaria (suerte de revolución cultural industrialista) como alternativa al capitalismo gringo? ¿Modelo alemán (europeo) basado en el sobreconsumo de la periferia (Grecia, España, Portugal, Italia, Irlanda) en base al sobreendeudamiento como respuesta al agonizante capitalismo financiero de Nueva York (y Londres)? ¿Contracapitalismo indobrasilero (con un Brasil que crece per cápita apenas por encima del imperio)?
¿Es ésta la solución que propone la narrativa crítica, su desenlace: un escenario postamericano que combina una Europa en estado de shock con una desigual y modesta América Latina y un gigante chino paralizando y parasitando el mundo emergente como una gran araña? ¿No es el sol califoniano al que vuelan los sobrevivientes de la caída de Las Vegas al final de la invención de Ballard, sino el mundo consumido que espera al final de La Carratera de McCarthy?
En cualquier caso, esta parte del relato no importa demasiado. A Gray, fastidiado por su fascinación anal con los Estados Unidos como tantos otros “críticos” del viejo mundo, sólo le interesa apuntarle al imperio con violencia catártica, aun a costa de omisiones (el impacto ecológico del milagro chino, el potencial desmembramiento europeo, el hecho de que la deuda de las familias americanas haya sido, mal o bien, el correlato del ahorro en ladrillos -o sea, del ahorro). Muchas cosas pasan en Estados Unidos, pero Gray no hace ciencia sino literatura: cita, correctamente, la dispersión política y el freak show de candidatos republicanos, pero se olvida de mencionar que esto hace más probable la improbable candidatura del sempiterno Gingrich (hombre del sistema si los hay) y la victoria del sensato Obama; insinúa -aunque no cierra- el argumento de que el sobreendeudamiento es la contracara de un estancamiento del ingreso de las clases medias americanas por debajo de sus aspiraciones de consumo -hipótesis que hiciera, entre otros, el ex economista jefe del FMI, Raghuram Rajan-pero olvida la existencia de una cruzada americana por la vivienda universal que pecede y explica la burbuja inmobiliaria.
Finalmente, declara: “América, de hecho, se mueve rápidamente hacia el pasado—no el propio sino el de los países del Tercer Mundo. En una suerte de desarrollo económico en reversa, los EEUU replican las condiciones de división social y corrupción política que existían hace décadas en la mayor parte de América Latina”. La latinoamericanización del primer mundo, un clásico infaltable del distopismo mágico del pensamiento crítico.
La crisis ha renovado (en parte) el pensamiento mainstream. ¿Para cuándo la renovacion del pensamiento crítico?
Para terminar, unas palabras alusivas de otro intelectual británico contemporáneo:
Harold Bloom suele incluir a Freud en su canon de la literatura (a la vez un comentario positivo sobre su elaboración intelectual y uno negativo sobre su rigurosidad científica). Sin llegar a estas alturas, algunas de las piezas de politoeconosociología crítica ameritan una consideración literaria. Una de ellas, que llegó a mis ojos por cortesía de una distinguida colega extradisciplinaria, y que servirá de disparador para una muestra en el Malba sobre (¿qué otra cosa?) la decadencia del imperio americano (reflejada en el arte), representa un encapsulado resumen de las fantasías de este grupo de intelectuales europeos del sueño americano.
Su autor, John Gray, es un reputado ginecólogo del capitalismo. Sus principales títulos (Falso amanecer. Los engaños del capitalismo global; Herejías: Contra el progreso y otras ilusiones; Misa negra: La religión apocalíptica y la muerte de la utopía) insinúan una voluptuosidad que excede gozosamente los rigores de la academia. (Como punto de referencia, baste decir que en Misa Negra define al laborista Tony Blair como un conservador americano.)
El texto de Gray es profundamente literario: construye su imagen del día después americano siguiendo la huella del distopista inglés por excelencia: J. G. Ballard (un gusto personal adquirido que, a la manera de Bloom, inmediatamente sesga mi valoración de Gray como intelectual y literato). Ballard, que ha distopizado, entre otros sujetos, los accidentes (La exhibición de atrocidades), los avances médicos (El hombre imposible), la alienación suburbana (el cuento "El hombre sobrecargado") y el futuro ("Las voces del tiempo"), remite inevitablemente a los símbolos del sueño americano (que a principios del siglo pasado habrian referido al sueño industrialista inglés): el consumismo, el progreso, la máquina.
Gray parte de Hola, América (1981) para fundar su visión del derrape americano. El libro no difiere en mucho de otros anteriores (y superiores) de Ballard (ni del pulp de Carpenter en Escape de Nueva York, del mismo año). La decadencia americana fue moda en los 80s de Reagan y Thatcher: clisé en la película homonima de Denys Arcand, calculadora paranoia antinipona en el Raising Sun de Crighton, en última instancia útil excusa para el neoliberalismo del fin de la ideologías, la reducción del estado, y la solapada materialización de la globalizadora hegemonía corporativa (el termino "neoliberalismo" sería apropiado en los 90s como significante vacío por el “pensamiento crítico” para representar al sistema capitalista, o al sistema a secas).
Gray cita a Ballard, que describe el encuentro de sus exploradores de la América residual con los restos de Las Vegas, la nueva capital: “Y así llegaron al paraíso eléctrico... Un lago de carteles de neón formando una corona iridescente, kilómetros de luminarias callejeras extendiéndose a lo largo de los pórticos de los casinos, dibujadas sobre las fachadas vidriadas de los hoteles [zipping up the curtain-walling of the hotels: juego de palabras musical e intraducible] y derramándose dentro de cascadas musgosas. Bajo el cielo ultramarino, que de tan oscuro ya no coloreaba sus rostros, el espectáculo de la otrora capital del juego parecía tan irreal como un sueño electrográfico.”
Un “sueño electrográfico” (el título de la pieza de Gray) es una expresión de Ballard de esas que señalan comuniones irreconciliables entre hombre y máquina. Es decir, un concepto estrictamente literario. Gray no se queda atrás. Asi describe la coyuntura estadounidense en los días previos a la Gran Crisis: “Los esbozos de la nueva ecoomía americana eran evidentes: un sistema donde la clase media dejó de existir y la mayoría de la gente subsistia a la sombra del trabajo precarizado, las industrias ilegales, la distribución de drogas, el comercio del sexo y las ventas de segunda mano—una plantación postmoderna donde la generación de relaciones de servidumbre a través del endeudamiento podia verse en cada esquina.” El sueño de Gray no es electrográfico; es un sueño húmedo de anticipación y deseo.
Una caracteristica del pensamiento crítico es su desdén por la evidencia empírica, siempre sospechosa o potencialmente sesgada por el sistema. La evidencia es como la piedra en el zapato: no todos la toleran. Sin evidencias, es más fácil tejer argumentos contundentes: “según ciertos estimados, la desigualdad en América a principios del nuevo milenio podria ser mayor a la de la economía esclavista de la Roma imperial en el siglo II. […]La infraestructura se pudre, mientras la población se descapacita progresivamente. […]No sólo en relación a las economías emergentes sino en términos absolutos, América se enfrenta a un futuro de decadencia.”
El sustento económico de esta lógica irreductible es arbitrario. “Países emergentes crean nueva riqueza a gran escala, pero sin suscribir el modelo americano. El capitalismo chino carece de cualquiera de las característica que generaciones de neoliberales juzgaron necesarias para el crecimiento sostenido, como la moral individualista. Así y todo China alcanzó la mayor y más rápida industrialización de la historia, y no detuvo su crecimiento tras la crisis financiera. India mostró un progreso más lento pero igualmente llamativo, mientras que Brasil está en el medio de una transformación extraordinaria. En el viejo mundo, Alemania—de nuevo, con un muy diferente modelo de capitalismo—emerge como la economia avanzada mas exitosa..."
¿Generaciones de neoliberalismo (movida que vio luz en los 80s y fue pasada a retiro en los 90s)? ¿Moral individualista como premisa del crecimiento económico? ¿Capitalismo chino, basado en la creciente privatización del capital y la rentabilidad empresaria (suerte de revolución cultural industrialista) como alternativa al capitalismo gringo? ¿Modelo alemán (europeo) basado en el sobreconsumo de la periferia (Grecia, España, Portugal, Italia, Irlanda) en base al sobreendeudamiento como respuesta al agonizante capitalismo financiero de Nueva York (y Londres)? ¿Contracapitalismo indobrasilero (con un Brasil que crece per cápita apenas por encima del imperio)?
¿Es ésta la solución que propone la narrativa crítica, su desenlace: un escenario postamericano que combina una Europa en estado de shock con una desigual y modesta América Latina y un gigante chino paralizando y parasitando el mundo emergente como una gran araña? ¿No es el sol califoniano al que vuelan los sobrevivientes de la caída de Las Vegas al final de la invención de Ballard, sino el mundo consumido que espera al final de La Carratera de McCarthy?
En cualquier caso, esta parte del relato no importa demasiado. A Gray, fastidiado por su fascinación anal con los Estados Unidos como tantos otros “críticos” del viejo mundo, sólo le interesa apuntarle al imperio con violencia catártica, aun a costa de omisiones (el impacto ecológico del milagro chino, el potencial desmembramiento europeo, el hecho de que la deuda de las familias americanas haya sido, mal o bien, el correlato del ahorro en ladrillos -o sea, del ahorro). Muchas cosas pasan en Estados Unidos, pero Gray no hace ciencia sino literatura: cita, correctamente, la dispersión política y el freak show de candidatos republicanos, pero se olvida de mencionar que esto hace más probable la improbable candidatura del sempiterno Gingrich (hombre del sistema si los hay) y la victoria del sensato Obama; insinúa -aunque no cierra- el argumento de que el sobreendeudamiento es la contracara de un estancamiento del ingreso de las clases medias americanas por debajo de sus aspiraciones de consumo -hipótesis que hiciera, entre otros, el ex economista jefe del FMI, Raghuram Rajan-pero olvida la existencia de una cruzada americana por la vivienda universal que pecede y explica la burbuja inmobiliaria.
Finalmente, declara: “América, de hecho, se mueve rápidamente hacia el pasado—no el propio sino el de los países del Tercer Mundo. En una suerte de desarrollo económico en reversa, los EEUU replican las condiciones de división social y corrupción política que existían hace décadas en la mayor parte de América Latina”. La latinoamericanización del primer mundo, un clásico infaltable del distopismo mágico del pensamiento crítico.
La crisis ha renovado (en parte) el pensamiento mainstream. ¿Para cuándo la renovacion del pensamiento crítico?
Para terminar, unas palabras alusivas de otro intelectual británico contemporáneo:
sábado, 28 de enero de 2012
Rebekah y las taradas
Gran show anoche en Vinilo de Las Taradas, un rejunte de mujeres almodovarianas que militan en bandas como Alvyn Singer o Cosa Mostra y se juntan a atacar clásicos como éste:
La rendición absurdamente depresiva de La Noche de Mi Amor que hicieron anoche (no encontre el clip) me recordó a Rebekah del Rio (tan irreal que por un tiempo pensé que era un invento de David Lynch) desfigurando este clásico de Roy Orbison:
No hay banda.
La rendición absurdamente depresiva de La Noche de Mi Amor que hicieron anoche (no encontre el clip) me recordó a Rebekah del Rio (tan irreal que por un tiempo pensé que era un invento de David Lynch) desfigurando este clásico de Roy Orbison:
No hay banda.
miércoles, 25 de enero de 2012
Pesetización (sácame de aquí)
Hace unos meses, los distinguidos colegas de la Fundación de Estudios Financieros de España me pidieron un trabajo sobre un posible abandono del euro: pros y contras, consecuencias, comparaciones con el caso argentino, y demás dislates monetarios. Pues aquí está, próximo a ser presentado en sociedad en Madrid junto con otros, más sesudos estudios sobre el infausto destino de la madre patria.
Va con yapa alegórica del héroe del silencio.
Va con yapa alegórica del héroe del silencio.
martes, 24 de enero de 2012
Música progresista
Progresiva de 2da generación, circa 1980. La cháchara de elefante de Belew & Fripp, célebre cortina del célebre Tren Fantasma de Omar Cerasuolo (personalmente, el mejor programa de radio que escuché en mi vida):
y un "hit" del tercer opus solista de Peter Gabriel:
If looks could kill they probably will.
y un "hit" del tercer opus solista de Peter Gabriel:
If looks could kill they probably will.
domingo, 22 de enero de 2012
Curiosos comportamientos cambiarios
Va mi columna de hoy en el suplemento económico de La Nación. Elabora sobre un post anterior en este sitio (salió un tanto telegráfica aún para un suplemento económico; por si sirve de excusa, fue escrita a altas horas de la noche en un avión de regreso a casa después de una semana de poco sueño y se nota).
La decisión de convertir (¿invertir?) la flotación administrada del peso competitivo en una "tablita" que desliza la paridad del peso a una velocidad menor a la del IPC oficial, y de combatir las expectativas de depreciación inducidas por esta fatigada ancla cambiaria con controles a la compra de dólares y demás palos en la rueda típicos de una corrida, tiene alguna consecuencias de interés académico y práctico.
Primero, el dólar paralelo sobrestima el tipo de cambio de equilibrio. El paralelo, según racontos informales, se encuentra hoy en la vecindad de 4,80 y subiendo. Este ascenso no deja de ser previsible. Hace unos meses, en ausencia de controles, las compras especulativas se habrían frenado con un tipo de cambio en el rango de 4,50-4,60. Si la demanda desviada del mercado formal por los controles se canaliza a través del mercado informal (que tiene un volumen limitado) es de esperar que el precio del dólar en este mercado exceda el nivel de equilibrio, cualquiera sea éste. De hecho, cuanta mayor la presión en el mercado blanco, más demanda derivaría al negro (o azul, según la preferencia cromática) y mayor sería la suba del tipo de cambio paralelo (y el spread de compraventa que embolsan los cambistas, que hoy oscila entre 15 y 20 centavos).
Segundo, algunos pagos que antes se realizaban en pesos comienzan a hacerse en dólares, para eludir el aura delictiva de la transacción informal (y los 20 centavos del spread ). Así se genera una situación no vista ni en los dolarizados años 90: el uso del dólar billete como medio de pago (en jerga económica, sustitución de moneda). La salida de capitales que el país exhibe desde hace décadas refleja el uso del dólar como instrumento de ahorro (en jerga, sustitución de activos) producto de la evasión tributaria, el temor a la confiscación, la falta de instrumentos idóneos en pesos y cierto fetichismo por el greenback . Pero este ahorro en activos externos dolarizados no necesariamente genera sustitución de moneda: aún en tiempos del culto al uno a uno, en la cartera de la dama y la billetera del caballero argentino había pesos y no dólares -razón principal por la que en 2002 pudieron evitarse la hiperinflación y la dolarización espontánea que tantos pronosticaban.
Hoy, en cambio, el billete verde ya se usa de manera incipiente como medio de pago para algunos bienes y servicios (no sólo las históricamente dolarizadas transacciones inmobiliarias) a una paridad cercana a la punta compradora del mercado paralelo. La lógica es simple: para muchos es difícil comprar dólares al tipo de cambio oficial. No se trata sólo de la economía informal que no genera ingresos dolarizables en los registros de la AFIP; aún con ingresos en blanco, el acceso a la moneda extranjera es incierto. En este contexto, si el proveedor de un servicio espera dolarizar su ganancia, tiene el incentivo de cobrar parte de la transacción en dólares a un tipo de cambio al cual el comprador del servicio (y ahorrista dolarizado) esté dispuesto a venderlos.
Tercero, la sustitución de moneda es una nueva fuente de inflación. A medida que los ahorristas sacan sus dólares del colchón para usarlos como medio de pago, se acelera el cambio de manos del billete o, en términos más técnicos, su velocidad de circulación. Por la misma razón cae la demanda real de pesos, ahora parcialmente sustituidos por el dólar. Para no entrar en terrenos excesivamente técnicos, digamos simplemente que esto último implica que, para una dada oferta de dinero, el nivel de precios de equilibrio (el que iguala oferta y demanda de pesos) sería mayor.
Cuarto, los excesos del paralelo contrarrestan el beneficio antiinflacionario del dólar oficial (beneficio esgrimido para justificar la inversión de la política de intervención). Por ejemplo, los argentinos acostumbran pensar (y cotizar) algunos gastos (casas, autos) en dólares, aunque la transacción final se realice en pesos. Lo mismo se aplica a negocios o actividades con un alto componente exportable (incluyendo las relacionadas con el turismo). ¿A qué tipo de cambio se pasarán a pesos la vivienda, el auto o la noche de hotel? La respuesta no es obvia, dada la disparidad de precios del dólar pero si, como es probable, el número no está lejos del tipo de cambio paralelo, parte de lo que se gana con el oficial barato se perderá con el paralelo caro. En otras palabras, el efecto final sobre la inflación no sería tan distinto al de un escenario sin restricciones y con tipo de cambio único ligeramente más alto.
Tal vez por la ilusión de ser diferente (o como servicio a otras economías en desarrollo), lo cierto es que no es la primera vez que la Argentina se ofrece como laboratorio de ideas creativas con dudoso sustento técnico e improbable eficacia práctica. La nueva saga cambiaria no es la excepción: la adopción de un dólar barato sostenido con fórceps en un contexto de crisis mundial y fortalecimiento del dólar puede verse como un experimento potencialmente oneroso para inducir y estudiar curiosos comportamientos cambiarios.
La decisión de convertir (¿invertir?) la flotación administrada del peso competitivo en una "tablita" que desliza la paridad del peso a una velocidad menor a la del IPC oficial, y de combatir las expectativas de depreciación inducidas por esta fatigada ancla cambiaria con controles a la compra de dólares y demás palos en la rueda típicos de una corrida, tiene alguna consecuencias de interés académico y práctico.
Primero, el dólar paralelo sobrestima el tipo de cambio de equilibrio. El paralelo, según racontos informales, se encuentra hoy en la vecindad de 4,80 y subiendo. Este ascenso no deja de ser previsible. Hace unos meses, en ausencia de controles, las compras especulativas se habrían frenado con un tipo de cambio en el rango de 4,50-4,60. Si la demanda desviada del mercado formal por los controles se canaliza a través del mercado informal (que tiene un volumen limitado) es de esperar que el precio del dólar en este mercado exceda el nivel de equilibrio, cualquiera sea éste. De hecho, cuanta mayor la presión en el mercado blanco, más demanda derivaría al negro (o azul, según la preferencia cromática) y mayor sería la suba del tipo de cambio paralelo (y el spread de compraventa que embolsan los cambistas, que hoy oscila entre 15 y 20 centavos).
Segundo, algunos pagos que antes se realizaban en pesos comienzan a hacerse en dólares, para eludir el aura delictiva de la transacción informal (y los 20 centavos del spread ). Así se genera una situación no vista ni en los dolarizados años 90: el uso del dólar billete como medio de pago (en jerga económica, sustitución de moneda). La salida de capitales que el país exhibe desde hace décadas refleja el uso del dólar como instrumento de ahorro (en jerga, sustitución de activos) producto de la evasión tributaria, el temor a la confiscación, la falta de instrumentos idóneos en pesos y cierto fetichismo por el greenback . Pero este ahorro en activos externos dolarizados no necesariamente genera sustitución de moneda: aún en tiempos del culto al uno a uno, en la cartera de la dama y la billetera del caballero argentino había pesos y no dólares -razón principal por la que en 2002 pudieron evitarse la hiperinflación y la dolarización espontánea que tantos pronosticaban.
Tercero, la sustitución de moneda es una nueva fuente de inflación. A medida que los ahorristas sacan sus dólares del colchón para usarlos como medio de pago, se acelera el cambio de manos del billete o, en términos más técnicos, su velocidad de circulación. Por la misma razón cae la demanda real de pesos, ahora parcialmente sustituidos por el dólar. Para no entrar en terrenos excesivamente técnicos, digamos simplemente que esto último implica que, para una dada oferta de dinero, el nivel de precios de equilibrio (el que iguala oferta y demanda de pesos) sería mayor.
Cuarto, los excesos del paralelo contrarrestan el beneficio antiinflacionario del dólar oficial (beneficio esgrimido para justificar la inversión de la política de intervención). Por ejemplo, los argentinos acostumbran pensar (y cotizar) algunos gastos (casas, autos) en dólares, aunque la transacción final se realice en pesos. Lo mismo se aplica a negocios o actividades con un alto componente exportable (incluyendo las relacionadas con el turismo). ¿A qué tipo de cambio se pasarán a pesos la vivienda, el auto o la noche de hotel? La respuesta no es obvia, dada la disparidad de precios del dólar pero si, como es probable, el número no está lejos del tipo de cambio paralelo, parte de lo que se gana con el oficial barato se perderá con el paralelo caro. En otras palabras, el efecto final sobre la inflación no sería tan distinto al de un escenario sin restricciones y con tipo de cambio único ligeramente más alto.
Tal vez por la ilusión de ser diferente (o como servicio a otras economías en desarrollo), lo cierto es que no es la primera vez que la Argentina se ofrece como laboratorio de ideas creativas con dudoso sustento técnico e improbable eficacia práctica. La nueva saga cambiaria no es la excepción: la adopción de un dólar barato sostenido con fórceps en un contexto de crisis mundial y fortalecimiento del dólar puede verse como un experimento potencialmente oneroso para inducir y estudiar curiosos comportamientos cambiarios.
sábado, 14 de enero de 2012
Franela Flamenca
"Me quedo contigo" aparece en dos momentos de Deprisa Deprisa (tal vez la única peli de Saura que mejora con los años): éste del viaje al mar, y el final, con la partida de Berta.
"Te dejabas llevar" es una canción fronteriza con la franela mçás quesear (hay versión de Diego Torres, por ejemplo) pero esta versón de Ketama la rescata.
"Te dejabas llevar" es una canción fronteriza con la franela mçás quesear (hay versión de Diego Torres, por ejemplo) pero esta versón de Ketama la rescata.
¿Qué he hecho yo para merecer esto? (remake internacional)
Hace 4 años, cuando lo que sería la peor crisis en 80 años era sólo una preocupación para el importante pero encapsulado mercado inmobiliario estadounidense, académicos y practitioners debatían si el mundo emergente, que no mostraba de desaceleración mientras el mundo desarrollado se hundía en la recesión, había entrado a una nueva era de desacople real (de sus ciclos económicos). 12 meses después, el colapso sincronizado de la economía global pasaba a retiro estas aspiraciones de autonomía económica.
El resto de mi última columna en Vox, aquí.
El resto de mi última columna en Vox, aquí.
jueves, 12 de enero de 2012
Where do I begin (techno boost)
Siguiendo con la línea Nac & Pop del último post, va un interesante clip sobre el tema de los créditos de Vanilla Sky (la tibia remake gringa de Abre tus Ojos) con Beth Orton cantando sobre la pared sonora de los hermanos químicos:
y un video de Chicas Borrachas que (increíblemente) parece ser el oficial (al menos son los verdaderos Murphy & Wang en cámara)
Just cause I am shallow doesn´t mean that I`m harmless
Just cause I`m harmless doesn`t mean that I mean
y un video de Chicas Borrachas que (increíblemente) parece ser el oficial (al menos son los verdaderos Murphy & Wang en cámara)
Just cause I am shallow doesn´t mean that I`m harmless
Just cause I`m harmless doesn`t mean that I mean
martes, 10 de enero de 2012
Efectos colaterales de la tablita cambiaria
El banco central ha decidido convertir (¿revertir?) la flotación administrada del peso competitivo en una tablita cambiaria que desliza a una velocidad menor que la inflación (incluso la del INDEK), combatiendo las previsibles expectativas de depreciación que ésta genera con controles a la compra de dólares y demás palos en la rueda típicos de una corrida cambiaria. Esta decisión tiene algunas consecuencias de interés académico y práctico. Veamos.
1. El dólar paralelo esta en la vecindad de 4.80 y subiendo. Esto es natural: uno pensaría que, en ausencia de controles, las compras especulativas se frenarían con un tipo de cambio de (por poner un número) 4.50-4.60. Si la demanda desviada del mercado formal por lo controles se canaliza a través del paralelo (que tiene una ventana más pequeña), es de esperar que éste suba por encima del tipo de cambio de equilibrio (las cuevas, que cobran entre 15 y 20 centavos por cada compraventa de dólar, agradecidas).
2. Algunas pagos comienzan a hacerse directamente en dólares, para ahorrar la cola en la cueva y los 20 centavos del cuevero. Así, lentamente, se genera una situación no vista ni en los dolarizados años 90s: la sustitución de moneda, es decir, el uso del dólar billete como medio de pago (Argentina siempre se caracterizó por una importante sustitución de activos: el uso del dólar como instrumento de ahorro, con poca sustitución de moneda; ésta es tal vez la razón principal por la que en 2002 pudo evitarse una hiperinflación).
3. El uso del dólar como medio de pago tiene consecuencias como para escribir varios trabajos científicos. Por ejemplo: debería verificarse un aumento en la velocidad de circulación del greenback (además de un aumento de la importación de billetes) en la medida en que los ahorristas los saquen del colchón para usarlos, repetidas veces. Por la misma razón, debería verificarse una caída de la demanda real de pesos, sustituidos por el dólar.
4. El uso del dólar debería llevar también a una indexación implícita al tipo de cambio paralelo, pero eso exigiría una elaboración más técnica que dejo para cuando pase el calor.
1. El dólar paralelo esta en la vecindad de 4.80 y subiendo. Esto es natural: uno pensaría que, en ausencia de controles, las compras especulativas se frenarían con un tipo de cambio de (por poner un número) 4.50-4.60. Si la demanda desviada del mercado formal por lo controles se canaliza a través del paralelo (que tiene una ventana más pequeña), es de esperar que éste suba por encima del tipo de cambio de equilibrio (las cuevas, que cobran entre 15 y 20 centavos por cada compraventa de dólar, agradecidas).
2. Algunas pagos comienzan a hacerse directamente en dólares, para ahorrar la cola en la cueva y los 20 centavos del cuevero. Así, lentamente, se genera una situación no vista ni en los dolarizados años 90s: la sustitución de moneda, es decir, el uso del dólar billete como medio de pago (Argentina siempre se caracterizó por una importante sustitución de activos: el uso del dólar como instrumento de ahorro, con poca sustitución de moneda; ésta es tal vez la razón principal por la que en 2002 pudo evitarse una hiperinflación).
3. El uso del dólar como medio de pago tiene consecuencias como para escribir varios trabajos científicos. Por ejemplo: debería verificarse un aumento en la velocidad de circulación del greenback (además de un aumento de la importación de billetes) en la medida en que los ahorristas los saquen del colchón para usarlos, repetidas veces. Por la misma razón, debería verificarse una caída de la demanda real de pesos, sustituidos por el dólar.
4. El uso del dólar debería llevar también a una indexación implícita al tipo de cambio paralelo, pero eso exigiría una elaboración más técnica que dejo para cuando pase el calor.
sábado, 7 de enero de 2012
Música quesera
Un par de perlitas de música quesera para sacarse la solemnidad afrancesada de los rockers revolucionarios del post anterior.
La hipnótica versión disco gay de Comfortably Numb de las hermanas tijera:
y una local, más twee que cheesy, en versión no oficial (pero bastante superior al clip original):
La hipnótica versión disco gay de Comfortably Numb de las hermanas tijera:
y una local, más twee que cheesy, en versión no oficial (pero bastante superior al clip original):
Todo esta aqui
Noirdez (version francesa y sesentista de Divididos), cantando en partes en algo parecido al castellano. La letra (como todas las del grupo) es pretensiosa y confusa pero el riff es antologico.
Combien à attendre.
lunes, 2 de enero de 2012
Tolstoi, Tavernier & la distribución de los panes
Creo que recordar un cuento de Tolstoi en el que un hombre rico explica por qué no distribuye su riqueza entre los pobres argumentando que si la dividiera entre todos los pobres cada uno se llevaría una fracción insignificante. (Digo creo recordar porque no pude encontrar el cuento en internet. En otro cuento, el rico delega el problema a la iglesia, que da las mil monedas de oro de manera arbitraria, todas a uno for maximum effect). La versión negativa (negra negrísima) de esta fábula o memoria falsa remite a la última secuencia de Coup de Torchon, subestimada transposición de Bentrand Tavernier del noir de Jim Thompson al africa colonial, en la que Philippe Noiret (un comisario corrupto y cornudo -o viceversa- con un dejo de humanidad) observa a un grupo de chicos negros hambreados buscando hormigas en el campo para comer, y en un impulso de "acabar con su miseria" apunta su rifle hacia ellos. La cámara sigue la mirada en la mirilla, que se traslada de uno a otro de los chicos; no hay caso, son demasiados: van llegando más, siempre habrá más, Noiret baja el arma.
La nota sobre migraciones a la que me refería en un post anterior hace mención a las facturas que el gobierno porteño envió a gobiernos limítrofes por la atención gratuita de inmigrantes fugaces. Cabe aclarar que las fronteras son económicas, no nacionales: sin ir más lejos, me cuenta mi familia política (de Cipolletti) que Neuquén no atiende en sus hospitales públicos a ciudadanos de otras provincias.
Las distribución de los panes es un ejercicio trivial en la abundancia. La economía, en cambio, tienen sentido en la escasez, es el emergente de la escasez, es la administración de la escasez (etimológicamente, del griego, administración del patrimonio, o sea, de lo que hay). Si unimos este concepto al concepto de arbitraje (ése que indica que las personas tratan de sacar el mejor partido de las oportunidades disponibles) llegamos al problema de la migración como expresión del arbitraje.
En economía, si una moneda paga una tasa de interés mayor que otra, los inversores tienden a pedir prestado en la moneda de interés bajo para depositar en la moneda de interés alto, haciendo que una se aprecie y la otra se deprecie. Si el gobierno de tasas altas no quiere que esto suceda, debe intervenir en el mercado cambiario, comprando dólares a un precio superior al de mercado, con un costo. Esta intervención preserva el diferencial de tasas, trae más especuladores y de vuelta al comienzo.
En salud, si una provincia rica (o pobre, pero que prioriza la salud) decide invertir en hospitales y médicos, los pacientes se trasladan de otras provincias a la provincia rica en salud, depreciando sus servicios de salud (por agotamiento de insumos, congestión y racionamiento) y apreciando los de la provincia emigrante (por los mismos motivos, pero a la inversa). Si la provincia huésped no quiere que esto suceda, debe invertir para extender la capacidad de sus servicios médicos, con un costo. Esta nueva inversión preserva el diferencial de servicio y trae más inmigración local y extranjera, y de vuelta al comienzo.
Una amiga me pide el "so what factor", pero la complejidad del problema elude la moraleja fácil, el galerazo. Un análisis técnico indicaría que se trata de una solución interior (que es como decir: un poco de cada cosa, ni todos los foráneos ni ninguno). Pero esta salida genérica poco informa sobre la respuesta política). El humanismo pide generosidad para con los hombres y mujeres de buena voluntad. El hombre rico de Tolstoi, en cambio, tira la toalla: la distribución es una misión imposible (el erario de la Neuquén no es suficiente para atender a la Patagonia y parte de Chile; el de la ciudad no alcanza para el área metropolitana). La solución interior recomendaría selectividad en la escasez, priorización, economía. Por ejemplo, atención a residentes, no a golondrinas (pero esto nos devuelve al hombre gangrenado del último post: ¿qué hacer con él si cruza la frontera para instalarse en el hospital de Salta? ¿Cómo cerrarle la frontera -que es lo mismo que dejarlo morir en la calle? Aquí es donde Noiret baja el arma.)
La política se debate en la retórica. Dejando de lado a la derecha xenófoba (que admite una versión intranacional con el separatismo y el planteo racial), la progresía no oscila tanto entre el altruísmo tribunero y la dura realidad de los números, sino entre progresismo rico (que, proteccionista por naturaleza, recela de la migración) y progresismo pobre (que, a falta de otra cosa, la promueve). La asimetría es obvia: la migración es inmigración en países ricos y emigración en países pobres. Nosotros, a mitad de camino entre EEUU y Perú, enfrentamos una contradicción interna que por ahora salvamos por izquierda (la residencia argentina, me cuentan, es casi automática) a expensas de nuestros pobres (que sufren la dilución de los servicios públicos) sin demasiado impacto en clases medias y altas que optan por la versión privada. Lo mismo la salud que la educación, el trabajo, la tierra.
Esto explica en parte la mirada perpleja del progresismo bienpensante ante la lucha entre iguales en el Indoamericano (una translación del cisma entre coyas jujeños y bolivianos al que se refería el post anterior). Suponiendo una distribución arbitraria entre quienes deciden y quienes viven el efecto de estas decisiones, podría decirse que nuestra decisión altruista distribuye los panes, pero no necesariamente los nuestros.
La nota sobre migraciones a la que me refería en un post anterior hace mención a las facturas que el gobierno porteño envió a gobiernos limítrofes por la atención gratuita de inmigrantes fugaces. Cabe aclarar que las fronteras son económicas, no nacionales: sin ir más lejos, me cuenta mi familia política (de Cipolletti) que Neuquén no atiende en sus hospitales públicos a ciudadanos de otras provincias.
Las distribución de los panes es un ejercicio trivial en la abundancia. La economía, en cambio, tienen sentido en la escasez, es el emergente de la escasez, es la administración de la escasez (etimológicamente, del griego, administración del patrimonio, o sea, de lo que hay). Si unimos este concepto al concepto de arbitraje (ése que indica que las personas tratan de sacar el mejor partido de las oportunidades disponibles) llegamos al problema de la migración como expresión del arbitraje.
En economía, si una moneda paga una tasa de interés mayor que otra, los inversores tienden a pedir prestado en la moneda de interés bajo para depositar en la moneda de interés alto, haciendo que una se aprecie y la otra se deprecie. Si el gobierno de tasas altas no quiere que esto suceda, debe intervenir en el mercado cambiario, comprando dólares a un precio superior al de mercado, con un costo. Esta intervención preserva el diferencial de tasas, trae más especuladores y de vuelta al comienzo.
En salud, si una provincia rica (o pobre, pero que prioriza la salud) decide invertir en hospitales y médicos, los pacientes se trasladan de otras provincias a la provincia rica en salud, depreciando sus servicios de salud (por agotamiento de insumos, congestión y racionamiento) y apreciando los de la provincia emigrante (por los mismos motivos, pero a la inversa). Si la provincia huésped no quiere que esto suceda, debe invertir para extender la capacidad de sus servicios médicos, con un costo. Esta nueva inversión preserva el diferencial de servicio y trae más inmigración local y extranjera, y de vuelta al comienzo.
Una amiga me pide el "so what factor", pero la complejidad del problema elude la moraleja fácil, el galerazo. Un análisis técnico indicaría que se trata de una solución interior (que es como decir: un poco de cada cosa, ni todos los foráneos ni ninguno). Pero esta salida genérica poco informa sobre la respuesta política). El humanismo pide generosidad para con los hombres y mujeres de buena voluntad. El hombre rico de Tolstoi, en cambio, tira la toalla: la distribución es una misión imposible (el erario de la Neuquén no es suficiente para atender a la Patagonia y parte de Chile; el de la ciudad no alcanza para el área metropolitana). La solución interior recomendaría selectividad en la escasez, priorización, economía. Por ejemplo, atención a residentes, no a golondrinas (pero esto nos devuelve al hombre gangrenado del último post: ¿qué hacer con él si cruza la frontera para instalarse en el hospital de Salta? ¿Cómo cerrarle la frontera -que es lo mismo que dejarlo morir en la calle? Aquí es donde Noiret baja el arma.)
La política se debate en la retórica. Dejando de lado a la derecha xenófoba (que admite una versión intranacional con el separatismo y el planteo racial), la progresía no oscila tanto entre el altruísmo tribunero y la dura realidad de los números, sino entre progresismo rico (que, proteccionista por naturaleza, recela de la migración) y progresismo pobre (que, a falta de otra cosa, la promueve). La asimetría es obvia: la migración es inmigración en países ricos y emigración en países pobres. Nosotros, a mitad de camino entre EEUU y Perú, enfrentamos una contradicción interna que por ahora salvamos por izquierda (la residencia argentina, me cuentan, es casi automática) a expensas de nuestros pobres (que sufren la dilución de los servicios públicos) sin demasiado impacto en clases medias y altas que optan por la versión privada. Lo mismo la salud que la educación, el trabajo, la tierra.
Esto explica en parte la mirada perpleja del progresismo bienpensante ante la lucha entre iguales en el Indoamericano (una translación del cisma entre coyas jujeños y bolivianos al que se refería el post anterior). Suponiendo una distribución arbitraria entre quienes deciden y quienes viven el efecto de estas decisiones, podría decirse que nuestra decisión altruista distribuye los panes, pero no necesariamente los nuestros.
domingo, 1 de enero de 2012
Los bolivianos son implacables
En la sobremesa de la penúltima noche del año surge oblícuamente el tema de la migración. Con la excusa de una nota que preparamos con un distinguido colega para la próxima revista Crisis, cito de memoria algunos números frescos del último censo. Los conceptos se confunden (mis contertulios son rosarinos, de residencia patagónica): migración, inmigración, federalismo trunco, fronteras geográficas y económicas, fronteras simbólicas. Uno cuenta una anécdota que le cuenta hace unos meses una médica que trabaja en Salta y que pasa unos días
visitando familia en Tilcara, donde mi amigo está de turista. De viaje de intercambio profesional en Bolivia, en una visita "de campo" la doctora y un colega local se cruzan con un hombre en la calle con la pierna con principio de gangrena. Cuando ella le dice a su colega que hay que llevar al hombre al hospital, éste le responde que lo deje, no hay nada que hacer, el tipo no tiene un peso. Con la misma resignada pasividad con la que cuenta esto la doctora señala las camionetas que llegan cargadas de mantas y personas que rápidamente montan sus tiendas copando la plaza, desplazando a los vendedores jujeños. Los vendedores jujeños y bolivianos son indistinguibles a la vista, pero entre ellos se odian. Los jujeños se quejan de que los bolivianos le roban el mercado llenándolo de "artesanías industriales". Los turistas no distinguen, y si distinguen igualmente prefieren la versión más económica. Para los coyas jujeños, los coyas bolivianos son los chinos de la Puna. En Bolivia la salud pública no existe, me dice mi amigo que le dice la doctora, retomando el relato. Por eso se entiende que crucen a Argentina para operarse. O para parir. Es una práctica aceitada, casi ritual. Los hospitales públicos del NOA están llenos de inmigrantes fugaces. "Los bolivianos son implacables", resume la doctora.
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