lunes, 29 de abril de 2013

Breve historia del cepo

(Publicada el 28 de abril de 2013 en Clarín)

En una charla radiofónica sobre Vamos por todo, el libro que escribí con Marcos Novaro y que acaba de publicar Sudamericana, decía que, a contramano del impulso natural de atribuir la deriva económica reciente a decisiones recientes, la realidad suele tener una manera más sinuosa –y, en todo caso, más lenta– de gestarse. Por ejemplo, decía, el origen del cepo cambiario se retrotrae al menos a la intervención del INDEC en enero de 2007. Gustavo Noriega, mi anfitrión radial, me pidió precisiones sobre este eslabonamiento. Lo que sigue es un modesto intento de responder a ese pedido. 

En 2006, vale recordar, Argentina ahorraba en pesos. En particular, para protegerse de una inflación ya en los dos dígitos, ahorraba en bonos y depósitos indexados al CER, un coeficiente de actualización en base a la inflación minorista lanzado a principios de 2002 precisamente para facilitar el ahorro y la inversión en un ambiente inflacionario. 

En 2006, también vale recordar, entraban capitales al país: inversiones especulativas en bonos indexados e inversión directa en la economía real. Sobraban dólares, que el banco central absorbía mediante la acumulación de reservas. Sobraban por el alto precio de la soja y porque los ahorristas argentinos, y muchos extranjeros, dejaban parte de su dinero en el país. Y en pesos. Hoy la soja sigue alta, pero los ahorristas no ven la hora de salir. 

En 2006, la inflación que se venía incubando desde 2004 –la misma que llevó en 2005 al entonces ministro Lavagna a sugerir que el crecimiento no inflacionario argentino estaba más cerca de 6% que del 9% verificado– se contuvo transitoriamente con un acuerdo de precios que, como el congelamiento actual, fue un analgésico que, sin otras medidas correctoras, sólo postergó los aumentos por unos meses, acumulándolos. Así, en enero de 2007 la variación mensual del IPC estuvo cerca del 2%, precipitando la intervención del INDEC. 

La manipulación del IPC tuvo dos efectos sobre el ahorro en pesos. El primero fue la percepción, alimentada por el gobierno, de un default encubierto. Según el relato oficial, la operación apuntó a reducir los pagos (y el stock) de la deuda pública, de la que en 2007 el 40% ajustaba por inflación. Según esta versión, las críticas a los cambios en el INDEC eran fogoneadas por ahorristas en pesos indexados que se beneficiaban de una mayor inflación –en confabulación con sus cómplices, los funcionarios desplazados por el gobierno. A pesar de ser una racionalización tardía cocinada para las elecciones de 2007, esta explicación (“dibujamos la inflación porque queremos pagar menos”) se incorporó al dogma kirchnerista y fue versión oficial por varios años (hasta que, más recientemente, abrumado por la evidencia, el gobierno tiró la toalla y simplemente dejó de mencionar el tema). No sorprende entonces que el riesgo país argentino, tras un fugaz coqueteo con el brasileño en enero de 2007, haya sufrido el golpe de la manipulación del IPC, derrapando gradualmente a niveles de default y dejando al país afuera de los mercados de capitales a pesar de su solvencia financiera y del promocionado desendeudamiento. 

El segundo efecto de la manipulación del IPC fue la eliminación de instrumentos de ahorro en pesos. Desde 2003, el Banco Central mantuvo las tasas de interés deliberadamente bajas (más precisamente, por debajo de la inflación esperada) con el fin de acelerar la recuperación. Esta decisión, posiblemente acertada a la salida de la recesión, favoreció el consumo a expensas del ahorro: si un depósito me paga menos que la inflación y mis ahorros pierden poder de compra con el tiempo, tengo incentivos para consumir más hoy, en vez de ahorrar hoy para consumir más en el futuro. La indexación a la inflación (por ejemplo, el depósito indexado el CER) era en 2006 la única manera de evitar esta desvalorización del ahorro. La manipulación del IPC significó que esta indexación ya no fuera a la inflación genuina sino a un número arbitrario que el gobierno informaba mes a mes. Así, el ahorrista argentino se vio ante la incómoda disyuntiva de consumirse sus ahorros o ahorrar en pesos con un retorno real crecientemente negativo. O, por último, ahorrar exclusivamente en dólares. 

Fue la combinación de estos dos factores (falta de instrumentos de ahorro y percepción de un default implícito y permanente a los ahorristas en pesos, ambos fruto de la intervención del INDEC) lo que originó la salida de capitales y la falta de financiamiento externo que puso en marcha el proceso (escasez de dólares, caída de reservas, expectativas de devaluación, más salida de capitales) que gatilló el cepo cambiario a fines del 2011. 

La inflación crónica jugó un rol accesorio en esta historia: a fines de los 80 y principios de los 90 Colombia vivió con inflación entre 20% y 30%, pero con tasas de interés reales positivas evitó la dolarización y la fuga de ahorros. La apreciación del peso también tuvo un papel secundario. Basta mirar cómo países como Brasil o Colombia, aún con apreciaciones y déficits de cuenta corriente mayores a los nuestros, enfrentan hoy el problema opuesto: un exceso de oferta de dólares que los obliga a acumular reservas. La diferencia entre ellos y nosotros no está en la competitividad de nuestras exportaciones sino en la competitividad de nuestra moneda como reserva de valor: hoy el peso es sinónimo de desahorro. 

De lo anterior surge –espero– que una devaluación, si bien descomprimiría transitoriamente la presión cambiaria, no solucionaría el problema de fondo. Imaginemos, hipotéticamente, una devaluación real convencional: un dólar recontraalto que se traslade sólo parcialmente a la inflación. Es decir, un tipo de cambio tan alto que a partir de allí, por un tiempo, el dólar sólo pueda mantenerse estable o incluso caer. En ese caso, una tasa de depósitos del 15% con una inflación del 25% nos daría un retorno negativo en pesos reales (perderíamos en un año el 10% del poder de compra de nuestros ahorros) pero positivo en dólares (ganaríamos el 15%). Una situación parecida a la de 2007, cuando ahorrar en pesos era apenas el mal menor. Pero, con el tiempo, la inflación volvería a apreciar al peso, el dólar ya no se vería tan estable y la redolarización retornaría con fuerza. 

Imaginemos, en cambio, un depósito que pagara una tasa de interés igual a la inflación genuina, como era el caso a fines de 2006. Es cierto que el inversor más sofisticado o con espíritu especulador miraría la evolución del dólar para elegir la denominación de sus ahorros. Pero la mayoría de las familias suscribirían un instrumento que les permita acumular ahorros sin que se los coma la inflación. Tasas reales positivas (o, al menos, neutras) exigirían, claro, una menor emisión monetaria: después de todo, las tasas bajas no son más que la contracara del tsunami de pesos. El gobierno tendría que buscar formas alternativas de financiamiento, pero muchos de los pesos que hoy buscan dólares en las cuevas a cualquier precio irían al banco, quitándole combustible a la corrida y favoreciendo el crecimiento y los ingresos fiscales. El mismo efecto sobre la tasa real tendría, cabe aclarar, una deseable pero, en el corto plazo, improbable caída de la inflación. 

Nos estamos hablando de una utopía, sino de lo que sucedía en Argentina hace apenas seis años, o de lo que sucede hoy en los países vecinos. La intervención del INDEC acabó con eso.

viernes, 26 de abril de 2013

Vamos Por Todo en la Feria del libro


Los espero el domingo en la Feria.


Invita a la presentación del libro

Descripción: VAMOS POR TODO (EDUARDO LEVY YEYATI - MARCOS NOVARO)

VAMOS POR TODO

de

Eduardo Levy Yeyati y Marcos Novaro

Presentarán: Ernesto Tenembaum, Juan Tolkatlian y los autores

Domingo 28 de abril – 19:30 hs.
Sala Victoria Ocampo- Pabellón blanco
Feria del Libro – La Rural

Al finalizar la charla, los autores firmarán ejemplares del libro en el Stand de RHM (Pabellón verde)



Invitación impresa válida para ingresar a la Feria del Libro


miércoles, 24 de abril de 2013

Tasas chinas 2.9: Política nostálgica

Les dejo el audio del extra largo programa de ayer, en tres partes: una, dos y tres. Nos visitó German Lodola para hablar de cultura política (en particular, del informe Vanderbilt que acaban de publicar la UTDT y CIPPEC), de la política de marchas y de las virtudes del kirchnerismo. No nos alcanzó el tiempo y usamos 20 minutos del programa siguiente. Prometió volver.

Todo bañado por un soundtrack étnico, que les dejo acá.


La novela de Jennifer Egan es ésta. Las voces y efectos especiales son de Monty Python.

domingo, 21 de abril de 2013

Salida, fuga y lavado de dinero

Un post breve que es como un tuit largo. El otro dia en Plan M, el programa de Maximiliano Montenegro, noté con preocupación que no sólo el gobierno confunde los tres conceptos del título. Vale entonces una aclaración.

Hay salida de capitales, por ejemplo, cuando  viajo a Miami (o hago el Camino del Inca) y pago con tarjeta de banco argentino, o cuando pago una deuda con el exterior (ambas operaciones en banco registradas en el sistema bancario e informadas al Banco Central). Hay fuga de capitales, por ejemplo, si dolarizo mis ahorros girando dinero de una cuenta argentina a una cuenta en el exterior (como hizo Néstor con los fondos que ligó Santa Cruz por la privatización de YPF en los 90) o si compro dólares en un banco o en una casa de cambio y los guardo en una caja de seguridad o en la mesita de luz (de nuevo, operaciones registradas en el sistema bancario e informadas al Banco Central). La distinción entre salida y fuga es sutil, como señalábamos hace un tiempo en esta vieja columna en Clarín (que por suerte guardó taringa). Pero el dinero declarado en el exterior o la compra de títulos públicos en el mercado local (y su eventual venta en mercados internacionales) son situaciones legales (y de hecho cotidianas en todas partes del mundo) del mismo modo en que lo son los pagos que el gobierno hace para suplir el déficit energético o servir la deuda externa, o la transferencias (seguramente registradas) que hicieron Etchegaray o Kicilloff para adquirir sus propiedades uruguayas.

Lavado de dinero, en cambio, es blanqueo de dinero negro, fruto de ganancias de actividades delictivas (incluyendo coimas) no registradas, que se "registran" como ganancia, por ejemplo, mediante la compraventa de activos (subestimando el precio de compra o inflando el de venta o ambas cosas) para ser incorporada (blanqueada) en el patrimonio del receptor (por ejemplo, de la coima) como en el blanqueo promovido por Etchegaray en 2009 (en el que se perdonaba el negreo pasado a cambio del cobro de un módico impuesto; una suerte de lavado legal).

sábado, 20 de abril de 2013

Realidad, relato, reality

(Publicada en Diario Perfil el 20 de abril de 2013 en la serie Tasas Chinas, que refrtita el material de las intros de mi programa en Radio UBA).

Después de un mes en el primer mundo, vuelvo a Buenos Aires buscando la pausa. Pero la pausa se pierde en la vorágine del modelo. En treinta días llevamos un mate al Vaticano, sufrimos el diluvio con el arca llena de agujeros y, con los colchones todavía húmedos, dimos un paso hacia la justicia plesbicitaria. Para colmo, el Pepe nos trató de viejos y tuertos (al menos no nos llamó ladrones). Y en un segundo plano borroso, la economía se hunde en mares de gofio sacándole la lengua al 5% soñado por los analistas de estado; contamos mal los dólares de la soja y el barrilete blue sube dos metros para bajar uno.

Difícil la pausa. Argentina está desbocada. Arrastra los piés pero mueve mucho las manos. La gestión ya no es acción sino dicción, y se discuten reformas de una década en unos pocos meses preeleccionarios. No terminamos de contar los muertos para lanzar la próxima consigna. La realidad corre delante de nosotros como un animal enjaulado.

¿Puede una tragedia de estas dimensiones precipitar un cambio en la manera en que se hace política en Argentina? Tuiteaba esto hace un par de semanas en referencia a las inundaciones, más precisamente en referencia a las decenas de muertos por las inundaciones –al hecho de que, a pesar de que la mayoría, si no todas esas muertes era evitables, el debate en la clase política se centraba en explicar dónde estaban durante el siniestro y qué tan rápido habían vuelto para sacarse la foto entregando un colchón. Casitas inundadas, a votar.

Hace unos días, en la cena aniversario de CIPPEC, Robert Cox recordaba sus conversaciones con Videla, pensando en los 30 años de democracia. A 30 años de la recuperación de la democracia, los grandes temas son el dólar blue, desplazado de los titulares por las inundaciones, desplazadas por las pecheras de la cámpora, desplazadas por la democratización de la justicia, desplazada por las confesiones de Fariña. No es fácil hablar de nada de esto sin caer en el lugar común, en la indignación o el regodeo. La catarata de tragedias, imposiciones y curros nos nubla el sueño de la democracia, nos acorta la vista, nos aplasta contra el presente. Nos caga el festejo.

Una sociedad asciende desde la brutalidad hasta el orden, dice Paul Valery. Como la barbarie es la era del hecho, es necesario que la era del orden sea el imperio de las ficciones. Esto es así porque no hay poder capaz de fundar el orden con la sola fuerza física. Se necesitan fuerzas ficticias. El Estado centraliza el relato, dice Piglia, parafraseando a Valery; el Estado narra. El poder político está siempre imponiendo una manera de contar la realidad, de contar no la Historia sino historias. ¿Cuáles serían esas historias en Argentina?, le preguntan a Piglia. El complot, la conspiración, el relato paranoico, la amenaza golpista, responde. El año es 1984.

En Nadando a Camboya, el unipersonal de Spalding Gray filmado por Jonathan Demme en 1987, Gray relata su experiencia en la filmación de Los Gritos del Silencio, la película de Roland Joffe sobre el retiro de las tropas estadounidense en 1975 dejando a Camboya a merced de esa mezcla de revolución cultural y colectivización agrícola con la que Pol Pot y su Khmer Rouge quisieron superar a Mao causando la muerte de 2 millones de camboyanos. Diez años despúes, al momento de hacer el film, cuenta Gray, Pol Pot resistía con 30 mil soldados apoyados por fondos americanos, como retén contra los vietnamitas que ocupaban Camboya como respuesta defensiva contra los chinos, o eso decían. Cuenta Gray que Joffe, el director, a quien describe como un ingenuo creyente, en un momento le dice: “Espero que este film deje en claro que la moral no es un feriado móvil” (a moveable feast). Gray, un depresivo que terminó sus días neoyorquinos arrojándose al Hudson, apunta esto con amarga ironía.

Argentina es el imperio de las ficciones. En la era del yuyo, la moral transversal del kirchnerismo es un feriado móvil. El relato reescribe la realidad y purifica cualquier pecado de conciencia.

Pero la fariñización del robo y lavado de dinero público inaugura un nuevo estadio del relato: el reality. Lleva el debate sobre la corrupción a la cama de pilates. Masifica pero banaliza. O banaliza pero masifica. Suerte de Mancha de Rolando en reversa, el reality fariñabaez le quita cool a la política y le agrega morbo.

¿Puede una tragedia de estas dimensiones precipitar un cambio en la manera en que se hace política en Argentina? La mayoría de las muchas respuestas oscilaron entre la ironía y la condescendencia. La década ganada nos ha dejado demasiado cerca del que se vayan todos del 2002, cerca del cacerolazo, que es casi el destierro del lenguaje. Pero si pensamos que la política no tiene arreglo, la política no tendrá arreglo.

jueves, 18 de abril de 2013

Hay que remar: Cómo crecer en un mundo sin viento de cola

Les dejo el link al informe sobre América Latina, que preparamos para las reuniones de primavera del Banco Mundial. Vientos globales, crecimiento local y educación, entre otros temas.

Informe en inglés, presentación en castellano. 

miércoles, 17 de abril de 2013

Tasas Chinas 2.8: Lavado de dinero y planchado de la justicia

Les dejo al audio del Tasas Chinas de ayer. Charlamos con Marcelo Leiras del proyecto de democratización de la justicia y con Olivera y Galperín de la naturalización y farandulización del lavado de dinero tras el caso Baez (a.k.a. caso Fariña).

En dos partes: una y dos.


Soundtrack: Moby, Lounge Lizards, Dutch Uncles, Foals, Bowie. Les dejo el playlist completo acá.

lunes, 15 de abril de 2013

Tasas bajas y dólar alto (diálogo ficticio con mis comentaristas)

Más allá de las inevitables expresiones de afecto que suelo recibir de los anónimos comentaristas online, sus reacciones son útiles para pensar cómo se traduce el debate económico entre los no economistas, en definitiva el target de lo que uno dice o escribe. En particular, los comentarios a esta telegráfica transcripción en Ambito Financiero de un largo diálogo dominguero con Guillermo Laborda reflejan algunos lugares comunes a la hora de hablar de política monetaria, tasas de interés y demás tecnicismos oblícuamente ligados al karma del dólar.

La nota (no la charla) enuncia que una suba de tasas (por ejemplo, del 15% actual al 20%) ayudaría a contener la presión cambiaria. Las respuestas de los lectores son de tres tipos: 1) Ridículo: ni loco deposito pesos en un banco al 20%; o 2) Contraproducente: al 20%, si no puedo comprar dólares, depositaría todos mis ahorros, pero con esas tasas se pararía (aún más) la economía;o 3) El que escribe es un agente destituyente del neoliberalismo internacional.

La tercera respuesta suele ser un mensaje automático generado por un robot de vocabulario limitado. Las dos primeras, en cambio, son ciertas a su manera, aunque no invalidan la proposición inicial. Veamos.

Lo ideal para el primer ahorrista sería una tasa real positiva (o sea, mayor que el 20%: idealmente, un depósito indexado a la inflación como existían en 2006 antes de la intervención del INDEC; en su defecto, una tasa cercana al 25%). Pero esto conspiraría contra las preocupaciones del segundo ahorrista: una tasa del 25% encarecería el crédito y frenaría la actividad.

(De más está decir, 20% es un número arbitrario, a mitad de camino entre la situación actual y una situación normal con tasas más cercanas a la inflación. No es totalmente inusual tener tasas de depósito por debajo de la inflación en un contexto recesivo; es el caso de las tasas en EEUU al día de hoy. Pero la Argentina es un ejemplo extremo: tiene tasas reales negativas desde 2003, a pesar de que ya hace rato que nos recuperamos de la crisis.)

El problema con el argumento del primer ahorrista ("ni loco deposito al 20%") es algo sutil: subestima el carácter especulativo de la compra de dólar blue. En 2002 había gente que pensaba que el dólar no pararía de subir y compró dólares a 4 pesos y perdió.  Hoy es posible comprar dólar blue a 8.40 y esperar que suba a 9 y vender. Pero en una situación normal hoy el dólar no debería estar muy por arriba de 6. Se puede especular con que siga subiendo hasta que la situación se normalice y baje, pero por definición alguien se quedará con los dólares cuando el dólar vuelva a niveles normales, y perderá. Por eso un depósito que me pague una tasa cercana a la inflación, una vez que ajustamos por riesgo, no parece una alternativa despreciable.

Un primer problema con el argumento del segundo ahorrista ("si pagan más al ahorrista se frena la economía") es cierta confusión con el uso de estos ahorros. ¿Qué tasa activa surgiría de una tasa pasiva de 20% y qué impacto tendría en la inversión?, se pregunta con razón un lector. Aquí valen algunas aclaraciones. Para empezar, el costo de fondeo de los bancos se calcula, de manera grosera, como la mitad de la tasa de depósitos (ya que la mitad de los fondos los obtiene en cuentas a la vista con tasa cero) más un overhead de 2%-3%. O sea que una tasa de depósitos del 20% da un costo de fondeo del 13% (o 12% por debajo de la inflación). Un costo, en cualquier situación, muy bajo. Además, hace tiempo que los bancos financian no la inversión sino el consumo, a tasas que sólo muy lateralmente se relacionan con el costo de fondeo del banco. Una situación que obedece tanto a cambios estructurales en el negocio bancario como a la inestabilidad nominal vernácula que inhibe el crédito a largo plazo. La prueba de que las tasas pisadas no impactan en la inversión está a la vista: con tasas reales cada vez más negativas, la inversión no levanta.

Un segundo problema, relacionado con el anterior, es que no estamos más en un régimen de libro de texto. La tasa subsidiada fogonea la salida de depósitos y la presión sobre el blue, incrementando expectativas de inflación y depreciación (la tasa baja es equivalente a emisión alta), e inhibiendo inversión o consumo (más allá de aquellas orientadas a la explotación cortoplacista del subsidio). Por eso, manteniendo pisadas la tasa que se le paga al ahorrista, hoy no se genera más inversión sino posiblemente menos.

Finalmente, el argumento a favor de mantener la tasas subsidiada es que compara con el estado de situación actual, es decir, asume que la situación nominal está estabilizada. Sin embargo, no es improbable que dos años con esta emisión alta y estas tasas subsidiadas nos lleven a una desaceleración todavía mayor. Una politica monetaria menos expansiva, si bien no resuelve el problema, es esencial para devolverle al peso su rol de reserva de valor y descomprimir la "sensación" de corrida.  En otras palabras, lejos de ser suficiente, es una condición necesaria.

(Hay una tercera crítica a la necesidad de dejar de subsidiar tasas para contener el blue, que plantea que la presión sobre el dólar blue se debe a la velocidad de emisión monetaria: 35% anual por estos días; 40% a fin de 2012. Esto, sin embargo, revela una confusión común (aún entre especialistas): un aumento de tasas es equivalente a una desaceleración del crecimiento de la cantidad de dinero; es decir, en la práctica, subir bajas y ralentar emisión es la misma cosa.)

domingo, 14 de abril de 2013

Preferiría no hacerlo (conversación con Gustavo Noriega)

No suelo colgar apariciones radiales en este blog, pero esta larga y sustanciosa charla con Gustavo Noriega sobre Vamos Por Todo y lo que nos deja la década kircherista creo que lo amerita.

En su programa Preferiría No Hacerlo por Radio Ciudad (La Oncediez). 

En dos partes: una y dos.

miércoles, 10 de abril de 2013

La velocidad de la irrealidad argentina (Tasas Chinas)

Audio y soundtrack del Tasas Chinas de ayer.

El retornos de Olivera.Mario Damill sobre economía ochentosa y qué hacen los economistas cuando hablar de las crisis les lima el cerebro. La visita de dos amigos que se colaron al programa. Y Karina Galperín sobre la pelea Macri-Abal Medina en la inaugiración del campus de la UTDT (que aparentmente sólo existió en los medios).

Como siempre, acá abajo les dejo la introducción.


Después de un mes en el primer mundo, vuelvo a Buenos Aires buscando el descanso, la pausa, el hogar. Pero la pausa es difícil en la vorágine del modelo. En treinta días le regalamos un mate al papa, sufrimos el diluvio con el arca llena de agujeros y, con los colchones todavía húmedos, dimos un paso hacia la justicia plesbicitaria. Para colmo, el Pepe nos trata de viejos y tuertos. Por lo menos no nos llamó ladrones. En un segundo plano borroso, la economía entre avanza y se hunde en mares de gofio sacándole la lengua al 5% soñado por los ecoanalistas de estado, los dólares de la soja y las mulilaterales se demoran y el barrilete blue sube dos para bajar uno.

Difícil la pausa. Argentina está desbocada. Arrastra los piés pero mueve mucho las manos. La gestión ya no es acción sino dicción, y se discuten reformas de una década en unos pocos meses preeleccionarios. Argentina aturde. No podemos esperar a terminar de contar los muertos para lanzar la próxima reforma. Un clavo saca a otro clavo. Una noticia a otra noticia. Francisco saca al blue, el agua a Francisco, Oyarbide al agua. Abrimos el diario con ansiedad y temor. La realidad corre delante de nosotros como un animal enjaulado.

¿Puede una tragedia de estas dimensiones precipitar un cambio en la manera en que se hace política en Argentina? Tuiteé esto hace un par de días en referencia a las inundaciones, más precisamente en referencia a las decenas de muertos por las inundaciones, al hecho de que a pesar de que la mayoría, si no todas esas muertes era evitables, el debate en la clase política se centraba en explicar dónde estaban durante el siniestro y qué tan rápido habían vuelto para sacarse la foto entregando un colchón. Casitas inundadas a votar, como en la canción.

¿Puede una tragedia de estas dimensiones precipitar un cambio en la manera en que se hace política en Argentina? La mayoría de las muchas respuestas oscilaron entre la ironía y la condescendencia. La década ganada no nos deja muy lejos del que se vayan todos del 2002. Si pensamos que la política no tiene arreglo, la política no tendrá arreglo.

El tiempo que todo lo embellece hoy embellece los experimentos ochentistas que en los ochenta nos condenaban a la miseria. Financiamiento inflacionario, desdoblamiento cambiario, congelamiento de precios. En cualquier momento llegan los pollos de Mazzorín para bajar la inflación y estamos todos. Economía de guerra.

La nostalgia es también una manera de fugar de la velocidad clipera de las noticias. La nostalgia le pone pausa, distancia. Ya pasó, ya pasará.

En vivo, desde el autódromo municipal de Atlantis, esto es Tasas Chinas.

lunes, 1 de abril de 2013

La inquilinización argentina, revisitada.

Hace unos días el periodista Marcelo Larraquy publicó una nota sobre la lenta inquilinización de la familia argentina (de clase media, deberíamos añadir), retomando un tema (del que hablo hace tiempo, por ejemplo, acá o acá) relacionado tanto con el aumento de la tasa de inquilinos (y la caída de la de dueños) como con el otro, más profundo, de la falta de instrumentos de ahorro accesibles para el ahorrista mediano -y la posibilidad de que muchas familias descubran al final de su vida laboral que no tienen lo suficiente para mantener su ritmo de vida.

Las razones son varias y no sólo argentinas (como comentaba en este viejo post): la valorización del metro cuadrado en las grandes ciudades (por efecto de la congestión y el aumento del costo de transporte al lugar de trabajo) y el sesgo del sistema bancario (a prestar corto y caro al consumidor en vez de largo y menos caro a la empresa) son factores comunes a otras economias desarolladas o emergentes. Por su parte, la escasez de crédito hipotecario es un síntoma más local, pero compartido con otros paises tigres latinoamericanos.

Pero a todas estas cosideraciones generales se suma un factor crítico idiosincrático de nuestra realidad post convertibilidad: el efecto de la inflación sobre la cuota inicial de un préstamo hipotecario de cuota fija. Puede sonar técnico pero, como explico de modo no necesariamente didáctico en este post, un aumento de la inflación esperada del 5% encarece la cuota inicial en un 30% (simplemente porque el banco cobra anticipadamente la dilución de la cuota futura por efecto de la inflación). Y la cuota inicial es todo lo que media entre el potencial dueño y su crédito.

(Comentario final, algo más técnico: la cuota inicial podría ser más baja si, como en muchos países, se indexara el capital por inflación, posiblemente con un seguro de inflación como el propuesto acá. Pero para esto habrá que esperar a que el gobierno desista de manipular las estadisticas.)