
Más allá de la escasa credibilidad que un economista que vive de un bono de Goldman Sachs puede tener al opinar sobre la crisis de deuda europea que GS contribuyó a pergeñar (o, por caso, sobre cualquier otro tema), la pregunta que se hace Erik no es trivial: ¿es exagerado el pesimismo de los extranjeros cuando ven una y otra vez las revueltas en las calles de Atenas -o las cacerolas del corralito o los piquetes del 20% de desempleo? ¿O se niegan a ver los locales, cual sapos en agua hirviendo, el lento e inexorable fin?