domingo, 1 de enero de 2012

Los bolivianos son implacables

En la sobremesa de la penúltima noche del año surge oblícuamente el tema de la migración. Con la excusa de una nota que preparamos con un distinguido colega para la próxima revista Crisis, cito de memoria algunos números frescos del último censo. Los conceptos se confunden (mis contertulios son rosarinos, de residencia patagónica): migración, inmigración, federalismo trunco, fronteras geográficas y económicas, fronteras simbólicas. Uno cuenta una anécdota que le cuenta hace unos meses una médica que trabaja en Salta y que pasa unos días  visitando familia en Tilcara, donde mi amigo está de turista. De viaje de intercambio profesional en Bolivia, en una visita "de campo" la doctora y un colega local se cruzan con un hombre en la calle con la pierna con principio de gangrena. Cuando ella le dice a su colega que hay que llevar al hombre al hospital, éste le responde que lo deje, no hay nada que hacer, el tipo no tiene un peso. Con la misma resignada pasividad con la que cuenta esto la doctora  señala las camionetas que llegan cargadas de mantas y personas que rápidamente montan sus tiendas copando la plaza, desplazando a los vendedores jujeños. Los vendedores jujeños y bolivianos son indistinguibles a la vista, pero entre ellos se odian. Los jujeños se quejan de que los bolivianos le roban el mercado llenándolo de "artesanías industriales". Los turistas no distinguen, y si distinguen igualmente prefieren la versión más económica. Para los coyas jujeños, los coyas  bolivianos son los chinos de la Puna. En Bolivia la salud pública no existe, me dice mi amigo que le dice la doctora, retomando el relato. Por eso se entiende que crucen a Argentina para operarse. O para parir. Es una práctica aceitada, casi ritual. Los hospitales públicos del NOA están llenos de inmigrantes fugaces. "Los bolivianos son implacables", resume la doctora.

2 comentarios:

  1. El hospital público es para eso.

    Si tenés trabajo en blanco, sos monotrobutista o autónomo no vas nunca al sistema público. (Ni hablar si sos ministro o diputado).

    Únicamente se atienden ahí el desocupado (en general joven y sin muchos problemas de salud) y el trabajador en negro. Si las intenciones del gobierno por arte de magia se transforman en realidad y el trabajo en negro desaparece (la desocupación ya la dan por desaparecida), entonces nadie se va a atender en hospitales públicos.

    Es lo que garantiza que ese sistema sea únicamente para pobres y marginales. Es un sistema que debería replantearse su rol, por ejemplo, empezando a atender a gente de obras sociales (pero no obligándolos, sino porque les resulte adecuado).

    De lo contrario cuando haya poco trabajo en negro (según el gobierno, esto es cuestión de tiempo), podríamos cerrar varios hospitales sin que se resintiera la atención.

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  2. Estoy de acuerdo con el comentario anterior que hable de el trabajo en negro, muy acertado.

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