Les copio mi tercera columna en la Forbes vernácula (pedísela a tu canillita amigo):
Decisiones. Cuando los recursos sobran –o parece que sobran, si uno confunde bonanza cíclica con riqueza permanente y se olvida de que en años de bonanza cíclica conviene ahorrar– las improvisaciones y errores cuestan pero pueden ser subsanados con más gasto. Cuando los recursos sobran, la llamada puja redistributiva se resuelve distribuyendo a todos, esto es, evitando la redistribución, que implica distribuir a unos a expensas de otros. Cuando los recursos sobran también sobra, en última instancia, la economía, una disciplina que se dedica a pensar la asignación de recursos escasos o, más concretamente, a ponderar prioridades.
En la mayoría de los casos, sin embargo, los recursos no sobran. Tarde o temprano uno enfrenta el fin de la abundancia y se ve obligado a priorizar.
Haciendo a un lado los múltiples pliegues políticos asociados a cada decisión de gasto, lo que estamos presenciando en estas últimas semanas, confundido con la transición de un período de gobierno a otro y con el relato inefable de la profundización del modelo, es el fin de la abundancia. El fin de la abundancia interna y externa. Veamos algunos ejemplos.
La mal llamada corrida al dólar surge de dos procesos separados pero con efectos similares sobre las expectativas: por un lado, la caída del superávit externo, fruto de la inflación y de una economía que demanda más de lo que produce; por el otro, el aumento del riesgo global, que revalorizó el dólar frente a todas las monedas del mundo. Si la cuarentena cambiaria impuesta por el gobierno fue contraproducente, lo cierto es que la raíz del problema excede estas medidas: nada sugiere que la crisis mundial acabará pronto y que el dólar retomará su tantas veces mal pronosticado declive, ni que nuestro superávit comercial volverá a florecer con una inflación local enquistada que encarece nuestros productos y un comercio global que se enfría y ya comienza a golpear a la región. Al igual que en 2009, el canal de contagio no es financiero sino real. Y todo indica que esto recién comienza.
En este contexto, la restricción a la compra dólares es menos un detonante que un síntoma de la escasez de dólares. Lo mismo vale para la repatriación de activos de aseguradoras, la postergación de remisión de utilidades, o el filtro del uno a uno importador –que retiene tanto blackberries y automóviles como libros y películas.
Del mismo modo, la demorada y bienvenida quita de los subsidios obedece menos a cuestiones de equidad que al fin de la abundancia fiscal: sutilezas semánticas al margen, se trata de un intento de contener un déficit en aumento y hoy financiado con emisión inflacionaria. El mismo argumento se aplicaría a la racionalización del gasto de Aerolíneas –o a Futbol para Todos, una asignatura pendiente con ajuste en ciernes.
¿En qué se gastará el dinero ahorrado? En lo mismo que ahora: en asignaciones, jubilaciones, educación, Aerolíneas Argentinas, Futbol para Todos, publicidad oficial. Es para preservar esos gastos que se recortan otros. La razón es obvia: un ajuste no genera recursos disponibles, sólo elimina el déficit. Por eso, la pregunta relevante en tiempos de escasez no es en qué se gasta (para resolver la escasez no se gasta más sino menos) sino en qué se ahorra.
Es aquí donde el modelo distributivo en el que todos reciben comienza a emparentarse con el más tradicional de asignación de recursos. Con el fin de la abundancia el debate presupuestario adquiere un nuevo significado: ¿Futbol para todos o promoción en Tierra del Fuego? ¿Universalización de las asignaciones o incremento del presupuesto universitario? La restricción presupuestaria, antes ausente, obliga como nunca antes a pensar cada partida en relación a las demás, a considerar lo que los economistas llamamos el costo de oportunidad. Peso que se pone peso que se saca de otro lado.
Si algo nos enseña nuestra historia –o la crisis de deuda en Estados Unidos y en Europa– es que en estas situaciones el tiempo y la indecisión juegan en contra, y el liderazgo político es esencial. La reacción del gobierno, anticipando medidas ingratas, fue promisoria; el intento de diluir el costo para salvaguardar el relato sería contraproducente. El score se decidirá en el mediano plazo y el test de la escasez será crucial para validar los logros de la abundancia. Decisiones.
Excelente!
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