A mediados del año pasado, Luis Alberto Moreno, presidente del BID, publicaba una editorial en el Financial Times avisando que se venía la década latinoamericana. Un par de meses más tarde el Economist se hacía eco con un informe especial en el mismo sentido.
Lo cierto es que los números duros ponen en duda los fundamentos de tanto entusiasmo con la región.
Más allá de los progresos visibles en el frente macro financiero (desendeudamiento, desdolarización, estabilidad monetaria y cambiaria), el mix crecimiento-inflación que favoreció a nuestros pares asiáticos no parecería estar cambiando demasiado. Para el presente lustro, los pronósticos (en este caso, del FMI) proyectan uno o dos puntos más de crecimiento para el Asia emergente –aun excluyendo a China del combinado asiático (integrado por Corea, Filipinas, India, Indonesia, Malasia y Tailandia), y agregando a Argentina (excluida por el Economist) al dream team latino (junto con Brasil, Colombia, Chile, Mexico, Peru y Uruguay). La inflación también pinta nuevamente superior a la de los tigres orientales (y esto tomando el nuestro IPC oficial).
Las razones de este pronóstico poco halagador son varias, incluyendo una modesta tasa de inversión y un producto crecientemente sesgado a servir al mercado interno (lo que contribuye poco a la productividad), y un creciente deficit relativo en la formación de capital humano.
Lo curioso es que el bombo (y el autobombo) le están generando problemas a la región, incluyendo un tsunami de capitales especulativos que aprecia sus monedas y financia sus déficits comerciales reintroduciendo una dependencia financiera de la que la región se había librado en los 2000s. Y el manejo de expectativas (en rigor, la necesidad de reducir el crecimiento a niveles no inflacionarios, que en la región no son demasiado altos) se complica cuando el mundo se sube al globo de la década americana: por ejemplo, con qué cara puede Dilma convencer a sus votantes de que deben crecer al 5% si la prensa económica, ansiosa por generar titulares, los agrupa con China e India.
En todo caso, todo indicaria que la década latinoamericana será nuevamente asiática.
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