lunes, 7 de marzo de 2011

Una zanahoria para los bancos (o la inanidad de los incentivos marginales)

En una reciente visita junto con un grupo del CID de Harvard para asesorar al gobierno del país latinoamericano de mayor crecimiento en las últimas dos décadas, me tocó volver por enésima vez al tema de “la articulación del sistema bancario y el aparato productivo”. Tal vez previsiblemente, las dos propuesta básicas en las que insistí en el marco de esta cooperación se aplican al caso argentino.


La primera propuesta parte de destacar que el modelo bancario ha cambiado y ya no se orienta a financiar la oferta sino la demanda (proposición a la que ya dediqué algún espacio acá). En muchos casos, los gobierno tratan de paliar este déficit mediante incentivos específicos a los bancos. Así, en República Dominicana, a raíz de la crisis, se instrumentó un sistema de encaje diferenciales (es decir, reducciones del encaje bancario a aquéllos que incrementaran el crédito a sectores sensibles). Este tipo de incentivos enfrenta un problema (¿cuándo no?) de implementación: como el plazo y el destino de los “nuevos” créditos son fácilmente disfrazables, se corre de subsidiar préstamos que de todos modos habrían sido otorgados.

Si el encaje diferencial (aparentemente, en estudio en estos días por parte del gobierno argentino) logra en parte redireccionar fondos del consumo a la inversión, al menos contribuirá a mitigar el sesgo consumista (y el ahorro insuficiente) que subyace a la fiesta inflacionaria de los últimos años. Si, por el contrario, la medida apunta a darle más pedal a la economía, aumentando crédito a empresas sin recortar el crédito a individuos, el efecto de corto plazo será inflacionario: la inversión, mucho antes de convertirse en oferta, es demanda agregada y por ende mayor presión en los precios. Pero en última instancia, el encaje diferencial difícilmente cambie el modelo de negocios de la banca, cada vez más orientado a prestarle al ahorrista sus propios ahorros con un mínimo de riesgo. Como en los tristemente célebres planes de competividad de 2001, estas zanahorias suelen ser pequeñas y lograr resultados aún más pequeños.

La segunda propuesta parte de la premisa que, si en países desarrollados el déficit generado por el nuevo modelo bancario suele ser subsanado por la profundización del mercado de capitales (bonos, acciones, capital de riesgo), en países menos desarrollados, a fin de mitigar el acortamiento del plazo del crédito (y de la inversión), se suele recurrir a la banca de desarrollo –además de otras fuentes de crédito (proveedores, sociedades de garantías recíprocas, prendas, etc.) En República Dominicana, el banco público se llama Banco de Reservas, un banco comercial que concentra un tercio del sistema bancario y que compite obstinadamente con otros bancos comerciales. (Reemplazar Banco de Reservas por Banco Nación).

Pero esto ya se está haciendo demasiado largo, y el fracaso de la banca de desarrollo (en República Dominicana y en Argentina) y la importancia de darle una nueva vida, merecen un post aparte.

2 comentarios:

  1. A la idea de crear un "BDNES argentino" siempre se le opone la cínica (pero no precisamente descartada por pensarse improbable) idea de que sería cooptado, convertido en otra caja política de fines espurios u orientado a repartir fondos entre los amigos y/o secuaces del poder de turno facilitado por el escaso apego al respeto de las instituciones que parece padecer nuestra sociedad y sus dirigentes.

    Si bien estrictamente no parece un argumento de peso ya que ni siquiera es falsable a priori creo que no considerarlo sería pecar de ingenuo.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Serenity, totalmente de acuerdo. Pero mi post no insinuaba lo contrario, de hecho prometía volver sobre el punto con más serenidad.

    ResponderEliminar