En varias ocasiones sostuve que el viento de cola para la región acabó más o menos a fines del año pasado. En más de una ocasión, me han señalado que el precio de la soja por arriba de los 500 dólares la tonelada era prueba sumaria de mi error. Lo dudo.
Para empezar, cuando uno piensa en la relación entre términos de intercambio y crecimiento, piensa en cambios contra cambios: un aumento de los términos de intercambio (en particular, del precio de los commodities, más en particular, de la soja) se asocia a un aumento del PBI.
Por otro lado, los dólares sojeros no sólo trajeron alegría al campo y al gobierno sino que permitieron fnanciar el aumento de las importaciones en un contexto de exclusión de los mercados lo que les dio un valor adicional (estabilización de expectativas cambiarias y nominales) al mencionado en el párrafo anterior. De nuevo, fue el aumento en el precio lo que compensó la cuenta corriente.
Por último, no fueron sólo los commodities los que empujaron a la región: el viento de cola suele atribuirse también al crecimiento global (es decir, de la demanda externa de nuestros productos) y al exceso de liquidez mundial que en principio abarata el acceso al crédito. Aquí también el viento amainó: el spread soberano viene aumentando levemente, y la actividad mundial se ha desacelerado de manera marcada en los últimos meses (y lo hará aún más a futuro).