sábado, 30 de abril de 2011

El espejismo de las semejanzas (o la alfonsinización de la oposición)

En tiempos de "crispación" (término crispante si los hay), el clamor por la convergencia y el diálogo es esperable y hasta bienvenido. Pero, como impecablemente protestaba un distinguido colega en este elogio del discenso, de nada sirve una convergencia estilo Miss Congeniality (después de todo, ¿quién no está a favor de la paz mundial?) que esconda un mal calculado intento de algunos medios y grupos empresarios de armar un acuerdo antikirchnerista desprovisto de sustancia (que sólo potencia la singularidad del oficialismo).


Ya pasó con el accidentado experimento del Grupo A y, nuevamente, con las accidentadas gestas de los candidatos del consenso (un consenso que pintaba más como una medio mundo a la caza de votos dispersos y diversos, que como una convergencia programática que garantizara su sobrevida post electoral).

Pues parece que el consenso está de vuelta de moda en los medios. Esta convergencia con forceps se produce casi por default: fracasados los intentos de terrañizar la contienda electoral alrededor de un candidato más elástico (es decir, más "centrista", es decir, un todoterreno que pudiera catalizar el voto conservador), el plan B es elastizar la imagen de Alfonsín a pesar de la resistencia del propio candidato.

En escala mucho más reducida, se insiste con la coincidencia de propuestas económicas, dividiendo el debate entre los racionales (que deberían encolumnarse detrás de un candidato de centro que representara la sensatez, etc.) y lo otro (un gobierno autista y autoritario en vías de radicalización, etc.).

Sin embargo, una rápida recorrida por las epidérmicas expresiones de los candidatos sobre temas económicos enseguida revela diferencias, que se ahondan al pasar de lo obvio (hay que bajar la inflación) a lo menos obvio (¿cómo?). (Qué decir de tópicos aún más delicados como la seguridad.)

El reciente giro del macrismo hacia una suerte de popumonetarismo mágico es fiel reflejo de esta nueva tendencia. No es la intención de este post insistir con lo que pienso al respecto, ni discutir desde la economía las premisas de un discurso que tiene más de proselitista (como un distinguido colega ha comentado aquí) que de económico (más allá de su fe monetarista en que un banquero central conservador y una política monetaria a priori contractiva pueden reducir la inflación a un dígito con un shock de credibilidad, sin ajuste ni costo económico alguno).

El espejo que nos devuelven los medios del debate programático distorsiona, estirando las imagenes hacia un núcleo de consenso que en la realidad no existe ni entre dirigentes ni entre votantes -algo que por otro lado es una saludable muestra de que la demanda del hombre de la calle excede el antagonismo reduccionista gobierno vs. oposición.

Desde este punto de vista, el riesgo no es tanto el consenso retórico sino la gradual alfonsinización del macrismo o la potencial macrinización del alfonsinismo que termine desvirtuando las virtudes de cada candidato.

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