
(perdón por el inglés; se aceptan sugerencias de títulos alternativos en la misma línea)
Parece que el canje se encamina, en el mejor de los casos, a un resultado modesto: con el voto de los grandes inversores ya escrutados (U$D 8,5 MM ofrecidos), y una (generosa) proyección de la oferta de inversores minoristas (menos de U$D 50.000) de U$D 2MM, se insinúa un nivel de aceptación de 55% de los U$D 20MM actualmente en default (algo más, si los porcentajes se calculan sobre los U$D 18.300 elegibles para el canje), por debajo del 60% que el gobierno se autoimpuso como umbral del éxito.
Las razones son varias: menos institucionales de los prometidos por los bancos organizadores, bonistas difíciles o reacios de localizar, representantes de bonistas con representatividades limitadas, dificultades idiomáticas, falta de amor por la Argentina, etc. También, por qué no, las innecesarias dilaciones (affaire BCRA incluído) que llevaron al canje a coincidir con una drástica caída del apetito por el riesgo.
¿Qué implica todo esto? Esencialmente, tres cosas. Primero, debilita las aspiraciones del gobierno a eliminar la amenaza de embargos. Segundo, reduce el efecto benéfico de un canje exitoso sobre los spreads (vale
insistir que la reducción de spreads especulativa se habría revertido en parte con la toma de ganancia post-canje, que el contexto global y la baja aceptación no han hecho más que anticipar). Tercero, pone sobre el tapete la estrategia de acceso a los mercados que dominó la gestión económica post 28 de Junio, que combinaba (1) canje, (2) reforma del INDEC, (3) renegociación con el club de Paris y (4) acercamiento al FMI.
En suma, a cuidar el gasto y preservar las reservas, que habrá que vivir con lo nuestro hasta las elecciones, en un 2011 que pinta para cualquier cosa. (¿Para cuando la
emisión de Letes?)